Cine
Un varón, la cinta colombiana que aspira a integrar la categoría de mejor película extranjera en los Premios Óscar
La Academia Colombiana de Cine anunció que la notable ópera prima del bogotano Fabián Hernández buscará integrar la categoría de mejor película extranjera en los Premios Óscar 2024, aún en vilo. El director se expresa al respecto.
Cuando fue seleccionada para estrenarse en la Quincena de los Realizadores del Festival de Cannes en 2022, y luego en las salas colombianas en diciembre de ese mismo año, quedó en evidencia la claridad de su director, Fabián Hernández, y la tremenda factura de su película.
En ella, el bogotano de 38 años conjuga una simbiosis personal e histórica entre él y su obra, en la que une su pasado con el presente de sus protagonistas. Hernández puede decir qué situaciones retrata en su ópera prima, y también lo han hecho muchos de los actores que en ella participan, y que lo hacen de manera excepcional, especialmente su protagonista Felipe Ramírez.
Cuando recién salía la película a la luz, el artista le dijo a esta revista que con su obra pretendía poner sobre la mesa el tema de las masculinidades tóxicas que los jóvenes se ven obligados a asumir para pertenecer, y osó plantearlo desde esos mismos barrios del centro de la capital donde vivió estas situaciones. Quería llevar esa película y la discusión allá, a los barrios, y eso hizo.
Ahora que la Academia anunció que Un varón será la (gran) aspirante colombiana a integrar la categoría de mejor película extranjera en los Premios Óscar (así como lo hizo el cancelado Ciro Guerra con El abrazo de la serpiente en 2016), SEMANA habló con el director para plantearle un par de interrogantes: cómo explica la nominación y, sobre todo, cómo ha resultado ese diálogo de su película con los barrios donde filma, donde enseña, donde crea lazos, y esos jóvenes que retrata.
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SEMANA: ¿Qué le significa representar a Colombia en los Premios Óscar?
Fabián Hernández: Para nosotros es un honor esta selección. Es una gran satisfacción personal y para el grupo. Como en Cannes, no me lo esperaba, pero es algo muy positivo para el proyecto, para nosotros. Y no me lo esperaba porque nuestra película nunca ha tenido una predisposición a la grandilocuencia ni una ambición frente a los premios. Está hecha con una visceralidad, y es una película muy vivida, justamente por los eventos que expone. Son eventos personales, íntimos, de mi vida y mi pasado, que se confabulan con el presente y la contemporaneidad de los jóvenes que actúan. Son muchachos que conozco hace muchos años, con los que llevamos un proceso serio. Es un elenco estable, y creo que eso se nota. Creo que a la hora de la escogencia de la gente de la Academia influyen ese tipo de cosas, que es potente por su honestidad, que es potente por su visceralidad y que habla de unos temas necesarios políticamente, que escapa a los códigos de la fetichización o de la romantización de la marginalidad. Por el contrario, plantea una temática muy necesaria: las construcciones performativas masculinas tóxicas. Y no es un tema que trabajamos porque esté de moda. Es un tema que realmente tiene una teoría, un trabajo, un análisis profundo de mi parte. Y eso se expone en la película. No hay concesiones fáciles para el espectador en esta película, no cae en esos vínculos ya repetitivos de la violencia ilustrativa. Esta película no busca poetizar la violencia, no busca ser complaciente o facilista a la hora de conmover al espectador a través de la música o de las sensaciones “poéticas” a las que muchas películas apuntan para ganarse al espectador. Un varón escapa de todo esto. Y eso la hace diferente, la hace contundente para representar a un país como Colombia en estos premios. El jurado y el público que votaron por nuestra película perciben que es una película que, a pesar de ser filmada en un contexto complejo, cuenta otra cosa, escapa de esos códigos de la marginalidad trajinados, que tienen que ser lo mismo.
SEMANA: Hay muchos méritos artísticos también, la hechura es notable…
F.H.: La gente que la votó reconoce un talento artístico, técnico, en la película. Está muy bien fotografiada, tiene una excelente actuación protagónica, que está muy bien a nivel actoral. La película tiene una forma de ser filmada con una intención del director. No se filmó como casi siempre, estilo serie; tiene una búsqueda desde la imagen y los sonidos. Y creo que eso también lo valoró la academia. Técnicamente es una película potente, y eso forma parte de sus virtudes.
SEMANA: Háblenos de ese diálogo que planteaba usted de su película con los barrios. ¿Cómo ha salido?
F.H.: Sobre los contextos en los que se ha presentado, que forman parte del universo de la película, y sobre ese encuentro con las personas, hay varias aristas. De un lado, la gente se acerca a la película desde esa expectativa de la promesa de “otra película más que habla sobre ñeros, marginalidad, la bazuca, los robos, los malos”. Se quedan con esa promesa. Y, por eso, cuando se presenta y la ven, existen varias sensaciones: la primera, que es una película que desarticula ese mandato social en el que los muchachos casi siempre tienen que posar de malos, o de marginales rebeldes tremendos.
SEMANA: ¿Son receptivos?
F.H.: La película desarticula muchos estereotipos sociales, y para los pelados no es fácil verlo. Muchas veces se quedan con esa sensación de “Y qué pasa, ¿por qué no lo mató?, o ¿por qué no cerró la película con la muerte?”. Y es difícil a veces encontrar un diálogo que mire esos estereotipos sociales, sobre todo los de la masculinidad. Y es ahí donde la película entra realmente a jugar. Porque los debates alrededor de la película son debates alrededor de esas construcciones performativas masculinas, de cómo, muchas veces, los chicos tienen que asumir esos roles y estereotipos sociales para encajar en la norma y en la normalidad. Y los diálogos van de eso, cuando proyectamos la película.
Escapan a la cosa de las armas. Es una ausencia de los temas de la violencia per se. La película abre conversaciones que tienen que ver incluso con diálogos de estudios de género. Es muy rico llevar esa reflexión a esos contextos porque no es muy común. Es muy común reflexionar sobre estereotipos de masculinidad en otros contextos sociales como la universidad, las academias, pero en los barrios se crea una dinámica diferente, compleja, porque no es fácil establecer el diálogo con los muchachos. Muchos de ellos no quieren renunciar también a esos ciertos privilegios que les promete la violencia y sus estereotipos sociales. Y desarticularlos es descubrir más humanidad delante, ante los otros, y eso es un tesoro, pero, a la vez, también es muy difícil para los muchachos. Justamente, creo que es una película que abre esas posibilidades.
Lo lindo también es que la película no cumple esa promesa de sangre, balas, muerte y droga de los contextos en los que fue filmada. Y eso también es algo que muchas personas valoran, porque existen otras posibilidades de hacer imagen y sonido en contextos barriales complejos, escapando a lo de siempre.
Eso ha formado parte del diálogo que ha habido en los barrios, un diálogo que se vuelve muy hacia el enfoque de la masculinidad y su construcción, pero no se queda ahí. Yo hago un acento de que estas construcciones sociales y políticas de masculinidades no solo ocurren en los barrios marginales. Ocurren en lo militar, en la política, en las universidades, en todos los contextos sociales. Y por eso es tan urgente el tema de la película. Eso ha sido lo chévere del diálogo con las personas.