UNA OPERA DE PELICULA

"La Traviata", una película de Franco Zeffirelli que ha producido colas en las salas de cine donde se exhibe

28 de mayo de 1984

No deja de parecer contradictorio el hecho de que en el mundo de la cibernética, del aerodinamismo y hasta de la temible carrera atómica, un género como la ópera -acusado por algunos de anacrónico-, parezca estar a la última moda. El "bel canto", jamás había alcanzado audiencias tan multitudinarias como las que obtiene en nuestro tiempo. Las cifras comprueban, por ejemplo que en los Estados Unidos se llevaron a cabo, en 1983, cerca de doce mil funciones operísticas. De manera similar en Europa Occidental las presentaciones líricas se multiplican año tras año, en un furor que arrastra torrentes humanos a los teatros o a los numerosos festivales de verano que abundan a lo largo y ancho de todo el continente.
El mundo comunista no es una excepción en esta fiebre lírica masificada: hace pocos meses en una ciudad industrial de la yerta Siberia, se inauguró el septuagésimo teatro de ópera de la Unión Soviética, en una marca digna de figurar en el Libro Guiness.
En la China Popular, amurallada hace apenas una década por la intransigente frontera de la revolución cultural, se han escenificado óperas como "Carmen" o "Madame Butterfly", en un síntoma cierto de lo que puede considerarse como una verdadera insurrección musical.
Pero quizás la explicación de este fenómeno curioso y sorprendente, esté en la popularización de los medios de comunicación electrónicos, que han llevado en este siglo, la voz cantante en lo que a difusión de la ópera se refiere. Numerosas firmas comerciales, en una especie de mecenazgo contemporáneo comparable a aquel otro que ejercían los nobles del clasicismo o del barroco, han patrocinado transmisiones líricas que en olor de multitud penetran a hogares de toda el mundo.
Es imposible calcular la audiencia real que tiene una presentación de Pavarotti, o de Domingo, si se transmite por la televisión o por la radio, y aun que el escenario de un teatro continúa siendo la circunstancia natural de la ópera, la radio y la televisión se ha convertido, de alguna manera, en un verdadero soporte popular del género.
Pero el cine también ha tenido que ver en la universalización de la ópera Aún antes de que fuera parlante, en Francia, se realizó una curiosa versión de "La Traviata" de Giuseppe Verdi, en la cual una orquesta oculta tras la pantalla de los cinematógrafos interpretaba la música de Verdi mientras se sucedían las primitivas imágenes silentes. Hacia el final de la década de los años cuarenta, y en lo primeros cincuenta, una verdadera avalancha de películas operáticas invadieron las pantallas de todo el mundo.
En los últimos años, de nuevo, grandes directores han regresado al género operático y han creado algunas producciones cinematográficas que pueden considerarse obras maestras de ambas formas de expresión. Tal es el caso, por ejemplo de Joseph Losey y Igmar Bergman, que a partir de dos obras maestras de Mozart "Don Giovanni" y "La flauta mágica" respectivamente, realizaron dos espléndidas películas.
Uno de los cineastas controvertidos, que inició su carrera como director escénico de ópera y que aún continúa alternando su actividad teatral con el cine, es Franco Zeffirelli, de quien se estreno hace poco tiempo una Traviata en Bogotá, que llega tras obtener un éxito resonante en ciudades exigentes como Nueva York, París y Londres. Esta última versión de una de las óperas más conocidas de Verdi, no deja de revestir el singular interés de haber sido tratada sobre todo como un gran espectáculo, con la evidente mira de atraer a todos los públicos, inclusive a aquellos a quienes no les gusta la ópera, según palabras del propio director italiano.
Zeffirelli en esta interesante versión cinematográfica de "La Traviata" acierta desde dos ángulos: en primer lugar, cumple el objetivo de realizar un gran espectáculo visual, sin perder de vista la ópera como género de actualidad; y en segundo lugar, consigue, utilizando siempre las posibilidades del cine, recrear una historia como es la de "La Dama de las Camelias", que no deja de ser taquillera y de cuya mano la ópera -aún en países como Colombia-, produce el fenómeno siempre sorprendente de las largas colas.
El lujo del cual rodea el director a la protagonista, Violeta Valery, resulta tan impresionante que probablemente hubiera hecho palidecer de envidia a la propia Madame Pompadour. La película, visualmente es una reconstrucción de la atmósfera del "Demi-monde" parisino del siglo XIX, en el cual lo cursi adquirió una dimensión estética. Vale la pena explicar que el cuidado en el detalle con el cual fue tratada la escenografía y cada una de las escenas de la película, produce un brillo que sorprende al espectador, y que sirve de hilo conductor de un cliché decimonónico.
Tal vez uno de los valores más importantes del film, reside en la habilidad con la cual Zeffirelli, realiza a lo largo de la película referencias a la novela de Dumas. Es sabido que Piave, el libretista de "La Traviata", escribió su libreto con varias modificaciones para que no se le pudiera · acusar de plagio. Sin embargo Zeffirelli, siempre respetando la partitura aprovecha el preludio y el intermezzo para referirse a la novela y así la película se inicia,como ocurre en la novela original, con el inventario de los bienes de Violeta Valery -léase Margarita Gautier o Marie Duplesis-, que serán subastados en breve. De la misma forma, y tal vez como un tributo final a esta figura romántica y "Demi-mondaine'', Zeffirelli finaliza la película con un primerísimo plano de un ramo de camelias, flor preferida de la heroína y que explica el nombre de la novela. Este detalle había sido omitido intencionalmente en la versión Piave-Verdi.
Pero "La Traviata", no es de manera alguna, otra versión de "La Dama de las Camelias". La película antes que nada es una ópera filmada con referencias a la novela original pero sin perder nunca sus caracteristicas de obra lírica. Así, la interpretación musical tiene para el director una gran importancia y fue tan exigente en la búsqueda de cantantes-actores, que alguna vez expresó que de no haber podido realizar la película con la soprano Teresa Stratas y con el tenor Plácido Domingo, no la hubiera hecho. Hay que decir, sin embargo, que el director italiano buscaba sobre todo un equilibrio entre la interpretación musical y la comunicación dramática; y es precisamente ese equilibrio el que hace de la película una estupenda versión filmada de "La Traviata", pese a algunos momentos de menor calidad vocal por parte, sobre todo, de la protagonista.
Resumiendo, la película merece ser vista tanto por aficionados a la ópera como por aquéllos que quieran disfrutar de un esplenderoso espectáculo visual. En sintesis, y como se diría de manera coloquial es ésta una Traviata de película.