televisión
Verdad o Mentira
‘Caracol’ vuelve a ganar espacio en el horario nocturno con la adaptación a la colombiana del concurso británico ‘Nothing but the truth’.
Como si hubiera una sintonía con lo que sucede hoy en el país, Caracol estrenó su nuevo concurso, Nada más que la verdad, que premia a los participantes por decir la verdad delante de todo el mundo, sin importar que ésta pertenezca a su intimidad. Se parece a lo que el gobierno propone: ganar diciendo la verdad a costa de la verdad misma. Exalta el valor de ésta frente a cualquier consecuencia.
El premio mayor por decir toda la verdad es de 100 millones de pesos, monto que recibe el participante si responde correctamente las 21 preguntas que se le formulan. Estas van subiendo poco a poco en su grado de dificultad, a medida que se avanza en el cuestionario. Previamente, el participante se ha sometido a 100 preguntas en una prueba de polígrafo que registra, sin que nadie sepa la verdad, si respondió o no de forma cierta.
Preguntas como ¿ha tenido relaciones sexuales con otros hombres?, dirigida a un hombre cuya familia está sentada entre el público, o ¿ha hecho el amor con desconocidos en bares swinger? o ¿recibe dinero extra de su jefe?, dejan fríos a los participantes que, frente a una media de 2.100.000 televidentes (según Ibope), deben responder con la verdad. Si no lo hacen, igual se sabrá que mienten. Por uno lado o por otro, se delatan.
Este controversial formato de Howard Schultz, el mismo creador de Cambio extremo, ha levantado ampolla desde el punto de vista ético, por ofrecer dinero a quienes ventilen su vida personal. El argumento de los detractores es que Caracol se vale de los ‘guardados’, miserias y fragilidades humanas, para levantar su rating. Caracol, por su parte, argumenta que el formato invita a la reflexión y rescata el valor de la confesión.
Algunos concursantes, como Carolina Cárdenas, han expresado su molestia con el canal por la forma como fue invitada a hacer parte del programa, y luego la forma manipuladora como se manejaron algunos detalles. Afirma, incluso, haber sido engañada. Mientras tanto, el presentador del programa, Jorge Alfredo Vargas, se vanagloria al sentirse más un ‘terapista’ de los concursantes, que el conductor del programa.
La Asociación Nacional de Poligrafistas también ha expresado serios reparos en cuanto a la utilización de la herramienta llamada de forma coloquial ‘detector de mentiras’. Argumentan que las preguntas no deben vulnerar la intimidad de las personas y que dudan acerca de la veracidad de las respuestas. Carlos Baucher, director de la Asociación, dice que el polígrafo de entretenimiento no existe. Por su parte, el poligrafista de Caracol Carlos Abondano dice que esto es válido en la medida en que se utiliza con el consentimiento de los concursantes para confrontarlos con su propia verdad.
No cabe duda de que Caracol tenía que sacar un arma poderosa para contrarrestar la acogida de las novelas nocturnas de RCN. Y lo ha logrado. El concurso, visto principalmente por mujeres y personas de entre 25 y 39 años, marca una cuota de 43,7 por ciento frente a Hasta que la plata nos separe (49,9 por ciento), En los tacones de Eva (46,5 por ciento) y Marido a sueldo (36,4 por ciento), de RCN. Antes, en ese mismo espacio, Caracol apostaba sin mayores resultados con El zorro (27,6 por ciento) y la serie El Ventilador (28,7 por ciento). El canal RCN ha sido líder de la franja nocturna de la televisión (7 a 10:30 de la noche) desde 2006 hasta ahora. Por tanto, la llegada de la verdad ha dibujado un importante ascenso en los gráficos del canal.
Nada más que la verdad ha ido escalando puestos hasta ubicarse entre los cinco programas más vistos de la televisión nacional este año. La gran sintonía de este programa deja en el ambiente aquella máxima de que se hace de todo por el rating, sin importar otras consideraciones. Saber si alguien perdió la virginidad con la muchacha del servicio, con quién tiene relaciones; si ha vendido su voto o si ha ganado de forma ilícita es lo que entretiene a los colombianos por estos días. Decir la verdad, no importa cuál, paga y genera aplausos. ¿Cuál es el límite?