Literatura
Virginia Woolf: el legado del ícono de la literatura moderna 80 años después
Sus experimentos con el lenguaje y sus reflexiones sobre la vida y el arte de la literatura siguen vigentes y aún se estudian, reinterpretan y reeditan. Woolf lo sabía y lo dijo: cada época traería una nueva visión.
Las palabras están llenas de ecos, de recuerdos, de asociaciones. Durante siglos han pasado por los labios de las personas, habitado sus casas, recorrido las calles y los campos. Por eso es tan difícil escribir con ellas hoy. Están llenas de significados y de recuerdos. Nuestra tarea es ver cómo podemos encontrar nuevas maneras de combinar esas viejas palabras para que generen belleza y expresen la verdad”, dice Virginia Woolf en un ensayo titulado Craftsmanship.
Woolf –quizás por no haber tenido una educación formal– jugó con el lenguaje como pocos escritores lo han hecho. Y como en marzo se conmemoran 80 años de su muerte, SEMANA repasa su legado y sus maneras.
En su novela Las olas, por ejemplo, Woolf combina las palabras para que apelen a todos los sentidos. A medida que describe cómo las olas se levantan, corren y rompen contra la orilla, logra que el lector oiga el rumor del agua y vea el amanecer a orillas del mar: “Al acercarse a la playa cada línea crecía, subía sobre sí misma, rompía y deslizaba un sutil velo de agua blanca sobre la arena. La ola se detenía, y después volvía arrastrándose, suspirando, como un durmiente cuyo aliento va y viene en la inconsciencia”.
En el cuento Azul y verde, en vez de contar una historia escribe a color; pinta con palabras una serie de diapositivas que va mostrando una detrás de otra. El único hilo conductor aparente es que evocan tonalidades de verde y azul. “Azules son las costillas de la canoa naufragada. Una ola corre bajo las campanas azules. Pero la catedral es diferente, fría, cargada de incienso, de un tenue azul con los velos de las madonas”.
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En su famoso cuento El señor Bennett y la señora Brown, Woolf afirma que “hacia el mes de diciembre de 1910, el carácter humano cambió”. El cambio no fue brusco ni repentino, pero dio pie a una de las más grandes épocas de la literatura inglesa.
Una de las características de esa naciente modernidad literaria era, además del juego con el lenguaje para ver hasta dónde podía estirarse, el intento de retratar la vida; lo que para Woolf significaba registrar “los átomos según caen sobre la mente, no importa cuán desconectado e incoherente en apariencia”, y no dar “por sentado que la vida existe con mayor plenitud en aquello que comúnmente se piensa grande”.
Aprovechando la nutrida biblioteca de su padre, sir Leslie Stephen, editor del prestigioso Diccionario nacional de biografías, Woolf había leído cientos de libros y sabía que la literatura narraba la realidad en infinidad de maneras; con los mismos hechos, dos autores contaban una historia totalmente distinta.
En El señor Bennett y la señora Brown, Woolf explica cómo cambiaría el relato de sus protagonistas si el autor de la novela fuera francés, inglés o ruso, o de otra época. “El escritor inglés daría ‘carácter’ a la vieja señora, sacaría a relucir sus rarezas y sus hábitos, sus botones y sus arrugas, sus cintas y sus granitos. La personalidad de la señora Brown dominaría el libro. Un escritor francés prescindiría de todo lo anterior y sacrificaría a la individual señora Brown, a fin de dar una visión más general de la naturaleza humana, a fin de conseguir un todo más condensado, más proporcionado, más armonioso. El escritor ruso hurgaría en la carne, nos revelaría el alma, el alma sola, vagando por Waterloo Road, formulando a la vida una tremenda pregunta, que sonaría y sonaría en nuestros oídos, después de terminar el libro”.
A Woolf le ha pasado algo similar. Su biografía y sus escritos han sido analizados, reinterpretados y reeditados de varias maneras. Tanto es así que la conocida biógrafa Hermione Lee comienza su libro Virginia Woolf aludiendo a las dificultades de abordar una vida como esta: “¿Cómo se escribe una biografía? El interrogante de Virginia Woolf persigue a sus biógrafos. ‘¿Cómo comienzan? Virginia era la señorita Stephen’. ‘Virginia fue una niña abusada sexualmente: fue sobreviviente de incesto’. ‘¿Estaba “loca” Virginia Woolf? ¿Era demente?’. O ‘un libro más sobre el grupo intelectual de Bloomsbury’”.
En una entrada de sus diarios, Woolf afirmó: “Es difícil escribir sobre el alma. Cuando se la analiza, desvanece”. Sin embargo –y con razón–, la sociedad sigue fascinada con ella y sus escritos, y se prepara para el octogésimo aniversario de su muerte con nuevas ediciones de cartas, cuentos y ensayos.
A comienzos de febrero, el diario argentino Clarín anunció que Ediciones Godot publicaría Tres guineas y una compilación de cuentos. Laura García, traductora de la nueva versión del conocido ensayo-novela, lo describe como “una obra cargada de datos y referencias específicas a la sociedad británica de su tiempo, en el que Woolf pone de manifiesto las discriminaciones que sufren las mujeres”.
La editorial Rara Avis publicó Correspondencia Victoria Ocampo Virginia Woolf, que recopila las cartas intercambiadas entre las dos escritoras después de conocerse en Londres en 1934 en una exposición del fotógrafo Man Ray. Y Vintage Classics lanzó Love Letters: Vita and Virginia, un libro que se adentra en la apasionada relación entre Virginia y su amante y amiga Vita Sackville-West.
Ambas mujeres estaban casadas: Virginia con el escritor y editor Leonard Woolf, y Vita con el diplomático Harold Nicolson. La obra muestra cómo va creciendo la intimidad entre ellas y le cuenta al lector detalles de la vida familiar de cada una. Vita le comenta a Harold que el matrimonio de Leonard y Virginia es casto, y le confiesa que al “principio uno tiene la impresión de que es simple. Pero luego se impone una especie de belleza espiritual…”.
Un libro intrigante. Love Letters también incluye fragmentos de los diarios de las escritoras, y en una entrada de los de Virginia dice refiriéndose a Vita: “Es como un caballo de carreras… y no tiene un cerebro muy agudo. Pero como cuerpo, el suyo es la perfección”. Y añade: “Me refiero a su capacidad de tomar la palabra en cualquier compañía, de representar a su país, de manejar una casa…; su maternidad, su ser (lo que yo nunca he sido), una verdadera mujer”. ¿A qué se habrá referido con esta última afirmación?
Comenzando El señor Bennett y la señora Brown, Woolf le advierte al lector que es consciente de que todo el mundo juzga a los demás y que es imposible no hacerlo. Pero al final del texto le dice: “No esperéis que, en los presentes tiempos, os hagamos conocer totalmente a la señora Brown. Tolerad las oscuridades, lo fragmentario, lo espasmódico, las frustraciones…”. Después de todo, eso también es parte fundamental de la vida.
En el prefacio de su libro, Lee comparte una cita del diario de Woolf del 17 de febrero de 1922 que encapsula la esencia de su obra: “Quise escribir sobre la muerte, pero la vida irrumpió como siempre”.