Música
Viva Edy, el documental que busca visibilizar a un gran músico del jazz y la salsa
Recorre las salas de cine de Colombia, Viva Edy, un documental que busca hacer visible a un músico invisible: Edy Martínez, un pastuso que ha trabajado junto a los grandes del jazz y de la salsa.
A Edy Martínez le gusta eso de ser un ilustre desconocido. Tiene 80 años, la estatura de un niño, el cabello cano y desordenado, la voz tenue, los pasos leves y la mirada doblegada por dos párpados que parecen caer como cortinas pesadas sobre unos ojos que miran siempre entrecerrados.
Le gusta presentarse como músico, productor y pianista, a secas. Pero quienes lo conocen bien y han seguido su prolífica carrera de cerca, saben que detrás de esta figura grácil y manos arrugadas se esconde uno de los más grandes músicos colombianos, que conoció la dicha de trabajar junto a estrellas como Ray Barreto, Dizzy Gillespie, Pete ‘el Conde’ Rodríguez, Gato Barbieri y La Fania All Stars.
Carlos Ospina, caleño y melómano, ha sido uno de esos devotos seguidores de la carrera de Martínez. Por eso, con una terquedad insobornable, lo persiguió por cerca de una década para llevar a las salas de cine colombianas su primer largometraje y uno de los mejores documentales musicales que se han hecho en el país: Viva Edy.
Una emotiva semblanza que narra y aplaude la vida y hazañas artísticas de ese músico nacido en Pasto, que se pasó medio siglo en Europa y Estados Unidos ‘cocinando’ varios de los más grandes éxitos del jazz y de la salsa.
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Ahora mismo, con una tímida y extraña felicidad a cuestas, al saberse protagonista de este homenaje en la gran pantalla, Manuel Eduardo Martínez Bastidas, su nombre de pila, pasa sus días en un hogar para personas de la tercera edad en Bogotá. Pero en los buenos tiempos participó de joyas de la música latina como el álbum Indestructible, uno de los ocho que grabó junto a Ray Barreto y que es venerado por los más puristas salseros.
Su historia con la música comenzó cuando solo tenía 8 años y castigaba ya con sus manos pequeñas la batería de la orquesta de su padre, Manuel Martínez Polit, en la Bogotá de los años cuarenta. En casa pasaban otras cosas: su mamá hacía girar discos de Mozart y de Beethoven, y su padre los suyos con el saxofón maravilloso de John Coltrane. Edy, dirá luego, abrevó su música de esos sonidos privilegiados de la infancia.Parte de esos orígenes se narran en Viva Edy.
También el esplendor de haber ganado tres premios Grammy, contar con cuatro nominaciones más y ser el artífice de cerca de 100 álbumes y unas 200 grabaciones, varias de ellas para la mítica Fania.Ospina, que también es el hombre detrás de La Topa Tolondra, uno de los templos de la rumba salsera en Cali, se sintió, en todos estos años, en una suerte de carrera contra el tiempo para llevar al cine la vida del músico colombiano, el único que ha trabajado de tú a tú con figuras como Mongo Santamaría, Tito Rodríguez y Charlie Palmieri.
“Fueron muchos años dedicados a este documental. A viajar a los lugares emblemáticos de la vida de Edy, su vida en Nueva York, que fue tan definitiva, por ejemplo. A veces resultó complicado hacer coincidir los tiempos para hacer las grabaciones. Pero siempre tuve claro que no quería que fuera un trabajo póstumo, el sueño era que el maestro estuviera vivo para que viera reconocida su grandeza”, relata el director del documental a SEMANA.
Una grandeza cuyas pistas pueden rastrearse en miles de fotos nostálgicas e icónicas carátulas de discos sin los cuales no es posible entender la música latina. Edy junto a Puente, a Barbieri, a Gillespie, a Palmieri, a Harlow. Edy en los tiempos de Espectaculares JES y la voz de Julio Sánchez Vanegas, que marcó una época en la televisión de Colombia.Pero esa es una historia más bien reservada para los melómanos. Para los que saben que su música estuvo detrás de películas como El último tango en París.
Lo que recuerdan clásicos como Lejos de ti, de Ángel Canales, y su corito pegajoso “Puerto Rico, yo nunca dejaré de amarte”, cuyos arreglos, cómo no, salieron de las manos virtuosas de Martínez. O que disfrutan de Risque, un arreglo en tiempo de bolero que Edy compuso para el Conjunto Libre del genial Manny Oquendo.
Que aplauden El baquiné de angelitos negros, un álbum que Willie Colón creó junto al músico colombiano para una reconocida serie de televisión de Puerto Rico; o Rareza en guajira, un temazo que salió de las entrañas del jazz y que también sabe a la Cuba campesina. Y, claro, la canción Indestructible (que da nombre al álbum), que interpreta Tito Allen, conocido como el Elegante de la Salsa.
Son esos mismos melómanos que saben que la oportunidad de hacer música en grande le llegó a Edy Martínez gracias a un músico amigo de su padre que se encontraba de paso por Bogotá. Enterado de las cualidades de un joven Edy en la batería, le ofreció entonces viajar a Miami, en 1960, para unirse a diferentes grupos como los de Chico Oréfiche y Pupi Campo. Dos años después, se marchó a Nueva Orleans, donde hizo música durante dos años más.
La siguiente escala fue Nueva York. Solo tres meses después, en ese 1965, conocería a Barreto. La historia es así: Edy, en un parque, tocaba su piano durante un evento dedicado al alcalde de turno, Barreto andaba por ahí, e impresionado caminó hasta el piano del colombiano, y sin titubeos le ofreció puesto como pianista, arreglista y director de su grupo La Moderna.
Luego de varios álbumes juntos, llegaría a las puertas de Jerry Masucci y Johnny Pacheco, los cerebros detrás de La Fania, en tiempos en que la salsa empezaba a ganar notoriedad en el mundo entero y para quienes Edy trabajó durante una década como arreglista.
Lo que Ospina hizo entonces, tal vez sin proponérselo, fue hacer visible a un músico invisible para las generaciones que llegaron luego y que de seguro bailan y cantan esos clásicos, ignorando que detrás de ellos está la genialidad del músico pastuso.
Con Viva Edy, su creador quería mostrarles a las nuevas generaciones, a esos hijos de la era del autotune, la historia de un músico inmenso que nunca cortejó la fama “porque su mayor preocupación era hacer buena música, en una época dorada de la música latina en Nueva York y que hoy es una auténtica leyenda viva”.