Währing, el cementerio judío abandonado en Viena
Cementerio Währing. Foto: Save the Jewish Cemetery Währing | Foto: Save the Jewish Cemetery Währing

CULTURA

Währing, el cementerio judío abandonado en Viena

Con más de 8.000 lápidas, este lugar es considerado una joya arquitectónica, cultural e histórica de Austria.

30 de octubre de 2020

Jennifer Kickert recuerda aún el día en que, hace diez años, descubrió el cementerio judío de Währing, en el corazón de Viena. Aquello fue una revelación y desde entonces libra una batalla para salvarlo del olvido.

“Este lugar era muy apacible” pero hoy, devorado por las malas hierbas, está en “estado salvaje”, relata esta consejera municipal ecologista, que cofundó en 2017 una asociación dedicada a esta causa. “Puede resultar sorprendente, pero me he enamorado de este lugar”, dice.

El encanto que desprende el cementerio se aprecia al recorrer sus senderos repletos de hojas rojizas, en un magnífico día de otoño. Sus 8.000 lápidas reflejan las prosperidad del imperio austrohúngaro en el siglo XIX. El cementerio nada tiene que envidiar al muy turístico cementerio judío de Praga.

Al Estado austriaco le corresponde la restauración del lugar, en virtud de un acuerdo de indemnización de las víctimas del nazismo, suscrito en Washington en 2001. El presidente Alexander Van der Bellen acudió al lugar en octubre, y luego lo hizo el vicecanciller Werner Kogler, quien prometió una contribución financiera de 200.000 euros.

Pero, en realidad, se necesitarían millones de euros para restaurar el cementerio, pues tras años de abandono es considerable su estado de degradación.

Abrir puertas al público

En actividad desde 1784 hasta fines del siglo XIX, este cementerio es una “joya cultural e histórica”, según el expresidente de la comunidad israelita de Viena (IKG), Ariel Muzicant. El lugar, que alberga a grandes nombres de la ‘Belle époque’, ¿podrá abrir un día sus puertas al público?

Währing, el cementerio judío abandonado en Viena
Cementerio Währing. Foto: Save the Jewish Cemetery Währing | Foto: Save the Jewish Cemetery Währing

Tal es el deseo de Kickert y de otros diez ciudadanos, que se movilizaron un domingo para desbrozar el terreno y limpiar delicadamente las lápidas.

Mientras trabajan, la guía Brigitte Kenscha-Mautner hace visitar el lugar a los curiosos. “A medida que quitas las malas hierbas, las piedras nos revelan sus historias”, dice.

Y aparecen los nombres: Epstein, Ephrussi... nombres de esas familias de banqueros que tienen un palacio en la Ringstrasse, el más bello bulevar de Viena.

También descansa ahí Fanny von Arnstein, conocida por sus salones intelectuales, a los que acudían diplomáticos, artistas y políticos de renombre. “La gente enterrada aquí contribuyó a modelar la ciudad tal como la vemos hoy, y eso es lo que hay de apasionante en este lugar”, asegura Kickert.

Vandalismo nazi

Uno se extasía ante la arquitectura de las tumbas, con magníficos sepulcros ornados de toques neogóticos, o de estilos más orientales, que revelan la presencia de sefardíes. En la época nazi, más de 400 sepulturas fueron profanadas y los cadáveres exhumados para efectuar un seudoestudio científico sobre los judíos en el Museo de Historia Natural.

Una zona de 2.000 tumbas fue destruida para construir un refugio antiaéreo, que jamás fue terminado. Tras la guerra, el municipio construyó en el sitio un bloque de apartamentos.

Währing, el cementerio judío abandonado en Viena
Cementerio Währing. Foto: Save the Jewish Cemetery Währing | Foto: Save the Jewish Cemetery Währing

Pero luego, poco a poco, hubo una toma de conciencia. En 2009 el Gobierno destinó 20 millones de euros para restaurar los cementerios judíos del país, de los cuales un millón ha sido entregado para obras de renovación en Währing.

Aunque aún se ven en algunos lugares guijarros para honrar a los muertos, según la tradición judía, la mayoría de estos no tienen ya descendientes susceptibles de cuidar las tumbas, pues perecieron durante el Holocausto o huyeron de las persecuciones nazis.

“Por eso nos corresponde a nosotros cuidar de estas tumbas”, indisociables de la “Historia del país” dice Jürgen Kreuzroither, un voluntario de 52 años. “Siento que ese es mi deber”.