Hay quienes llegan al último día de Rock al Parque para escuchar a las bandas de renombre que llevan sobre sus hombros el peso de cerrar el festival. Hay otros que llegan porque son fieles acompañantes de las bandas no tan conocidas. Y otros que llegamos siguiendo sólo la curiosidad de descubrir qué es lo que se siente ser parte del evento y a quienes desde el mensaje de “por favor tener los bolsos abiertos y una sonrisa” con el que nos recibe una señora en la fila de la requisa, nos alimenta la sorpresa y la expectativa en esta ciudad que a veces creemos tan fría. Una vez dentro del escenario Plaza, y cuando la noche ya empieza a caer sobre el parque Simón Bolívar, salir y darse una vuelta por los otros escenarios ya no es una opción. Todos buscan asegurarse un puesto mientras son guiados por la música de la banda bogotana Yooko, que ocupó el primer lugar en las audiciones de la convocatoria distrital para este año. Luego sería el turno para los madrileños de Vetusta Morla en la tarima, quienes con su indie rock lograron superar el inconveniente –o cortarrollos como lo denominó Juan Pedro Martín, el vocalista, al excusarse en el más español de los acentos– que supuso una pausa que se vieron obligados a hacer después de su primera canción por motivos de logística. Con temas de su último álbum titulado La deriva, lograron recuperar el ritmo y poner a cantar al creciente número de seguidores que tienen en la capital. Las horas pasaban y la tensión por la espera de Sum 41 –quizá la agrupación que más espectadores reunió esta noche– crecía. La multitud se compactaba y de la nada aparecían espacios para los que buscaban estar más cerca del escenario, en el que en ese momento tocaba el trio bogotano de Diamante Eléctrico, quienes tuvieron la dura tarea de anteceder a los canadienses y calmar los ánimos de un público que ya empezaba a aclamar por ellos en vista de un cronograma que avanzaba con retrasos y de la lluvia que empezaba a caer. A las nueve de la noche algo increíble ocurriría. No sólo se detuvo la llovizna y apareció el tan esperado logo de Sum 41 en la tarima después de quince minutos en los que técnicos optimizaban el sonido, sino que comenzó a sonar la canción TNT de AC/DC, convirtiendo a esta banda de australianos en los teloneros de Sum 41, aun sin estar presentes en Rock al Parque. Y después todo fue pogo… Es curioso como la multitud parecía determinada a desafiar las leyes de la física, a comprobar que dos cuerpos si podían ocupar un mismo lugar en el espacio, logrando abrir sitio, donde no había, para que los asistentes más decididos bailaran en círculos de pogos al ritmo de homenajes a Metallica y de éxitos de la banda como Fat lip, Walking Disaster, Still Waiting  y Welcome to Hell. Cientos de asistentes se quedaron con las ganas de corear grandes éxitos de la banda como With me y Pieces. En su primera presentación en suelo suramericano los canadienses despertaron con su rock punk a un escenario Plaza que hasta ese momento se había limitado a cantar tímidamente. Y de la misma manera intempestiva que llegaron se fueron, sin despedirse, y sin dejarle al público la oportunidad de pedir otra canción. La experiencia para los más puristas había terminado por este año. Junto con la banda partieron cientos que se habían dado cita en el Simón Bolívar para corear y poguear a partes iguales. Llegó la chilanga banda El Rock al Parque 2015 tenía las horas contadas, pero no se fue sin darle gusto a todos. Café Tacvba salió al escenario ataviado con sus mejores sombreros a cantar El fin de la infancia para darle comienzo al fin del festival. El 'Simón' las coreó todas: Ingrata, Las persianas, Las flores, Eres, Chilanga banda, y se convirtió en el principal soporte para los mexicanos, a los que el sonido les jugó un par de malas pasadas. “Menos mal ustedes se las saben y así se las pueden imaginar”, le dijo al público Rubén Albarrán, la voz principal de los tacubos, sin perder la buena onda que lo caracteriza ni su marcado acento defeño. A pesar de los percances fue una noche emotiva para estos mexicanos. Su presentación estuvo llena de invitaciones a participar de la consulta antitaurina del próximo 25 de octubre y no faltó la referencia al caso de los 43 estudiantes de Ayotzinapa desaparecidos y al reciente asesinato del fotógrafo Rubén Espinosa y cuatro mujeres en la colonia Narvarte, a quienes la banda les dedicó la canción Déjate caer. Pusieron a bailar, cantar y a saltar a los bogotanos, quienes bajo una lluvia gritaron pidiendo otra hasta donde la garganta aguantó. Gargantas que llevaban tres días gritando, pies que llevaban tres días saltando, en una jornada maratónica que congregó más de 80.000 personas que aplastaron el lánguido debate de ¿qué es rock? cuando cientos de colombianos se reunieron para disfrutar de la variada oferta cultura que traía el festival en sus 21 años.