La noche del jueves 29 de septiembre, el periodismo de América Latina, España y Portugal se dio cita en el Orquideorama del Jardín Botánico de Medellín, donde docenas de periodistas se reunieron en torno a la memoria del nobel colombiano Gabriel García Márquez para premiar a los mejores trabajos de los comunicadores de Iberoamérica. Con un auditorio lleno y en la presencia de más de 80 invitados de todo el mundo, entre quienes se encontraban grandes estrellas del periodismo global, la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano, que Gabo fundó en 1995, reconoció a los mejores trabajos en texto, imagen, cobertura e innovación. En la primera categoría ganó la brasileña Natalia Viana por un trabajo sobre una comunidad de indígenas del Amazonas que tiene la mayor tasa de suicidios de Brasil. En la segunda el ganador fue un grupo de reporteros brasileños, encabezado por el investigador Caio Cavechini, que documentó durante cuatro años las protestas que detuvieron la mayor obra de infraestructura del Amazonas. El tercer premio quedó en manos de la colombiana Juanita León, directora de ‘La Silla Vacía’, por su cubrimiento del punto de justicia acordado en La Habana, y el cuarto lo recibió un equipo de españoles, expertos en periodismo de datos, por una gigantesca investigación sobre el acceso a los medicamentos en el mundo. Hubo también dos galardones especiales: el de Excelencia Periodística para el portal ‘El Faro’ de El Salvador, y el Premio Clemente Zabala que recibió el editor general del diario ‘El Espectador’, Jorge Cardona. Pero las noticias no terminan aquí. Pues el evento dejó varias lecciones que vale la pena tener en cuenta: no solo para los profesionales del oficio, sino también para cualquier persona preocupada por el estado de la libertad de expresión y la democracia y por las preocupantes divisiones de las sociedades en Colombia y América Latina. SEMANA estuvo allá y llegó a cinco conclusiones. Se necesitan periodistas hoy más que nunca Sin excepción, todos los invitados al festival insistieron en la necesidad crítica y muy actual de una prensa libre y profesionalizada en el continente latinoamericano. Las quejas por el debilitamiento de las democracias en la región se repitieron una y otra vez, y vinieron no solo de las orillas más obvias: Venezuela y Ecuador. También los brasileños hicieron sentir sus preocupaciones a raíz de la muy criticada suspensión de Dilma Rousseff: a la ganadora Natalia Viana, incluso, se le vinieron las lágrimas, cuando habló de la situación en su país. De igual formar, el invitado estrella de la noche, el director del diario ‘Washington Post’, Martin Baron, denunció las políticas del gobierno de su país que con el tiempo han ido restringiendo la libertad de expresión y vapuleó, en especial, al candidato republicano Donald Trump por “amenazar” con castigar a la prensa si llega a la Casa Blanca. El periodismo está vivito y coleando La noticia más alentadora de la noche fue ver que, a pesar de todas las dificultades, el oficio de los comunicadores en América Latina no ha perdido su vigor. El fenómeno es asombroso: mientras más intentan los gobiernos minar la labor de los periodistas, estos encuentran maneras cada vez más creativas y audaces de hacer oír su voz y, en especial, de contar lo que los demás quieren ocultar. No solo los trabajos finalistas del premio, sino la mayoría de los más de 1.600 postulados eran el resultado de enormes esfuerzos por la verdad: investigaciones escritas, traducidas a imágenes o incluso plasmadas en caricaturas que buscaban lo más fundamental que los periodistas están llamados a hacer: denuncias. La crisis de los medios ya empieza a acabarseTras años de frustración ante la marcha arrolladora de internet, el periodismo ya hace rato ha venido encontrando salidas. Y hoy ya existen modelos que funcionan. Es decir, ideas de cómo hacer periodismo crítico, sostenible e, incluso, lucrativo en el mundo digital y en la vecindad de gigantes, muchas veces inmisericordes, como Google y Facebook. La fórmula ideal es la que presentó el director del ‘Washington Post’, Martin Baron, en su discurso de más de una hora durante la ceremonia. Desde que el multimillonario fundador de Amazon, Jeff Bezos, compró el periódico en 2013, las cifras antes deplorables en lo periodístico y financiero no solo han venido recuperándose, sino que hoy ya marcan récords en Estados Unidos. Con casi 90 millones de visitantes únicos al mes, el ‘Post’ es hoy más leído que ‘The New York Times’, y la base de suscriptores digitales crece de manera estable, generando así ingresos nuevos en un plataforma por años considerada exclusivamente gratuita. El ‘Post’ ha contratado ingenieros, visualizadores, expertos en datos y a toda una generación de jóvenes periodistas que han logrado llevar a cabo una revolución dentro del diario. Esta solo ha sido posible, sin embargo, por dos razones fundamentales: los más viejos han abrazado la red (han dejado de verla como una enemiga para entender que ofrece grandes oportunidades); y el dueño le ha impreso, desde arriba, una actitud de renovación a todo su equipo, el cual, comenzando por Baron, ha podido así concebir, diseñar y ejecutar con libertad un paquete de cambios cruciales para entrar al futuro. Sin embargo, el modelo de Baron exige músculo financiero. Por eso, en Medellín la tendencia más general fue más bien otra: la gran mayoría de medios que postularon trabajos, que enviaron reporteros y que participaron con más ánimo en las discusiones siguen un modelo de bajo costo, pero efectivo. Son fundaciones sin ánimo de lucro, o redacciones pequeñas e independientes que se financian con donaciones, con apoyos de la sociedad civil o con eventos y publicaciones estrictamente relacionadas con su causa nuclear: el periodismo crítico. Los pequeños les están ganando la carrera a los grandes El dato es contundente: salvo el premio especial que recibió el veterano editor de ‘El Espectador’ Jorge Cardona, todos los premios terminaron en manos de periodistas que trabajan para medios pequeños e independientes que deben trabajar, literalmente, con las uñas. Para entender la dimensión del logro, basta el siguiente dato: si uno toma las redacciones de los más ‘grandes’ entre estos pequeños, ‘La Silla Vacía’ (Colombia) y ‘El Faro’ (El Salvador), y reúne a sus miembros, la cantidad de personas no les llega ni a los tobillos a los de las grandes casas editoriales de la región. El hecho no solo es un logro para el nuevo periodismo independiente, sino un llamado de atención para los grandes. La fórmula del buen periodismo en el siglo XXI no depende del tamaño, ni del bolsillo. Más bien parece yacer en algo más fundamental: la independencia, la voluntad de transformar la sociedad y las buenas ideas. Colombia está lejos del castrochavismo Esto quedó anoche en Medellín más claro que nunca, por lo menos para el periodismo. El Premio Gabriel García Márquez de Periodismo es, en primera línea, el resultado de un muy loable esfuerzo de años de la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNPI), que lidera Jaime Abello. Sin embargo, su realización solo es posible gracias a una alianza entre esta organización, el sector privado y el gobierno de la ciudad. El triunvirato es un ejemplo de lo que significa el progreso en un país que nunca ha carecido de proyectos, pero al que siempre le ha faltado realismo y ejecución. Que empresas del tamaño del Grupo Sura y Bancolombia, junto a la Alcaldía de Medellín, se den la pela de invitar al país, con gastos pagos, a docenas de periodistas de todo el mundo es un triunfo para la sociedad. Y, sin duda, es una prueba que en Colombia, a diferencia de países como Cuba y Venezuela, la bandera de la libertad de opinión, a pesar de todas las dificultades, todavía se bate muy en alto.* Editor de SEMANA