A lo largo de la expansión paramilitar se transformó la política antioqueña. Las lealtades políticas tradicionales de ciertas regiones fueron arrasadas por la acción violenta y algunos viejos partidos se aliaron con el nuevo actor armado. Emergieron así los nuevos liderazgos y partidos de derecha que hoy caracterizan el departamento. Esto fue lo que encontró una investigación de la especialista Claudia López, publicada hace unas semanas en el libro Parapolítica: la ruta de la expansión paramilitar y los acuerdos políticos, editado por la Corporación Nuevo Arco Iris.
La izquierda, representada en los ochenta por la Unión Patriótica, pasó de ser el partido ganador en dos municipios entre 1931 y 1982, a triunfar en seis municipios en las elecciones de alcaldes en 1988. De éstos, dos estaban en la zona de Urabá (Apartadó y Mutatá), dos en la zona del Magdalena medio (Segovia y Remedios), uno en el Oriente (El Peñol) y otro en el norte del área metropolitana de Medellín (Barbosa).
Fue en Urabá, Magdalena Medio y el Nordeste donde a medida que avanzaba electoralmente la la izquierda (y también la guerrilla consilodaba territorio), como respuesta, se fue consolidando la alianza entre paramilitarismo y narcotráfico y con ella la barbarie de homicidios y masacres.
Una de las peores masacres de la historia de Colombia y punto de referencia histórica de lo que serían los métodos del paramilitarismo se produjo el 11 de noviembre de 1988 en el municipio de Segovia, Nordeste antioqueño. Esa noche, paramilitares dispararon indiscriminadamente contra la población civil y dejaron 43 muertos y 45 heridos.
Diez años más tarde, se dictó sentencia contra varios paramilitares, un mayor, dos tenientes y dos capitanes del Ejército por ser promotores y auspiciadores de la masacre de Segovia. El dirigente liberal de la zona, César Pérez (foto), fue investigado como presunto autor intelectual, pero nunca fue condenado por falta de pruebas.
Después del exterminio de la Unión Patriótica, el bipartidismo se tomó la política antioqueña. En Remedios, Segovia, Mutatá y Yondó, donde la UP había ganado alcaldías en el 88, en el 97, fue el Partido Liberal el ganador. En Puerto Triunfo ganó el Partido Conservador y coaliciones que ya no incluían a la UP ganaron en Barbosa y El Peñol.
En las elecciones para gobernación de 1997, perdió el Movimiento Nacional Conservador, presidido por Gustavo Rodríguez Vargas (foto). Sin embargo, siendo un grupo bogotano, ganó en Urabá, Nordeste y Magdalena Medio, zonas de dominio paramilitar. Dice la investigación que es posible que se trate de uno de los primeros ensayos de esas organizaciones criminales de hacer notar su influencia política en territorios donde tenían presencia militar.
Las elecciones del 97 y 98 fueron las últimas de primacía bipartidista. Las de 2002 y 2003 fueron las de consolidación de fuerzas emergentes y las de 2006, y las de 2007 –proyecta el estudio– las de reagrupación de esas fuerzas emergentes en los nuevos partidos uribistas. De las otrora huestes conservadoras, el partido emergente más poderoso es Equipo Colombia.
En su primera elección a Congreso en el 2000, el forjador de Equipo Colombia, Luis Alfredo Ramos (foto izquierda), obtuvo la primera votación de Senado. Ramos había sido un popular alcalde de Medellín. Al año siguiente, conquistó una de cada cinco alcaldías en Antioquia. “En 2006 sumó las Alas, producto de la alianza con Álvaro Araújo Castro (foto derecha) y eligió cinco parlamentarios, de los cuales uno está preso y otros dos son investigados en el proceso de la para-política”, dice el estudio.
Fabio Valencia Cossio (foto) fue por muchos años el líder conservador en Antioquia. El traslado de su poder hacia Luis Alfredo Ramos se dio por el desgaste que tuvo Valencia como negociador en el proceso con las Farc durante el gobierno Pastrana. Como lo han venido revelando los jefes paramilitares en las audiencias de justicia y paz, algunos miembros de las élites políticas y económicas buscaron el apoyo de paramilitares, asustados por los eventuales acuerdos en el Caguán y que irían contra sus intereses. Dice el trabajo, que optaron por buscar aliados políticos más confiables y reforzar su protección militar privada.
La región antioqueña que ha tenido un comportamiento electoral más irregular es Urabá. En las elecciones de 2002, se consolidó como fuerza emergente una coalición liderada por Rubén Darío Quintero (foto), de Cambio Radical. Obtuvo 12.598 votos que representaron el 45 por ciento del total de votación a Senado en esa región; una mayoría atípica. En la Cámara, la coalición sumó en la lista a cuatro candidatos, la mayoría ex alcaldes de municipios de la región, con el compromiso de que cada uno ejercería un año como representante a la Cámara.
El pacto político de Rubén Darío Quintero con otros políticos de Urabá fue producto de un acuerdo con el senador Humberto Builes y presuntamente incluyó también el respaldo de fuerzas paramilitares. Esa situación es actualmente objeto de investigación judicial con fuertes evidencias, como la declaración de alias ‘El Alemán’ (foto) y las altas atipicidades electorales logradas por la coalición de la región.
La segunda fuerza emergente en Urabá en 2002 fue el Movimiento de Renovación Acción Laboral (Moral), liderado por el senador Mario Uribe (foto), quien obtuvo 2.223 votos equivalentes al 8% de la votación de la región. Sumando este partido y Cambio Radical, también de línea uribista, juntos se quedaron con el 54% de la votación de Urabá para el Senado, el mismo porcentaje que años antes tenían el Partido Liberal y las vertientes conservadoras sumadas.
En el Bajo Cauca y el Magdalena Medio, la fuerza emergente dominante fue el Movimiento Convergencia Popular Cívica. El candidato al Senado de ese movimiento fue Carlos Arturo Clavijo (foto), quien logró obtener la mitad del total de la votación en el Magdalena Medio (8.409 votos) y el 9% del total de la votación en el Bajo Cauca (2.953votos). La fórmula a la Cámara del senador Clavijo fue la electa representante a la Cámara Rocío Arias (foto).
El estudio de López dice que son públicos videos y otras pruebas que demuestran que Convergencia Popular Cívica fue apoyado por el Bloque Central Bolívar. Es conocido, por ejemplo, un video donde Ernesto Báez (foto) dice en Barrancabermeja: “con el liderazgo de las Autodefensas Unidas de Colombia, estamos lanzando una lista única al Senado de la República por todo el Magdalena Medio unido. Una lista encabezada por el señor Carlos Clavijo y el doctor Carlos Higuera...dos hombres incontaminados de las perversidades de la política, dos luchadores del movimiento No al Despeje del sur de Bolívar, dos hombres antisubversivos...”.
En el Nordeste, una de las regiones donde el paramilitarismo golpeó y dominó, las mayores votaciones a Senado en 2002 las obtuvieron el Partido Liberal, con 7.187, equivalentes al 33% a favor de Guillermo Gaviria Zapata (foto); el movimiento conservador Fuerza Progresista, con 3.022 votos, equivalentes al 14% a favor de Juan Gómez Martínez; Equipo Colombia con 1.509 votos, equivalentes al 7% a favor de Luis Alfredo Ramos, y Moral, con 1.244 votos, equivalentes al 6%, a favor de Mario Uribe. Es difícil establecer hasta donde los triunfos electorales se deben a una tradición política de años, y hasta donde tuvieron el aval paramilitar.
La región del Nordeste había sido tradicionalmente liberal. Pero registra variaciones debido a los líos judiciales del cacique de la zona, César Pérez García. Su trayectoria ha sido turbia. Estuvo imposibilitado para regresar al Congreso, pero se lanzó a la Asamblea de Antioquia en 2003 con el aval del Movimiento Nacional y ostentando su condición de jefe político. Eso explica que a partir de ese año, ese partido empezó a tener marcada presencia electoral en las elecciones del Nordeste, Bajo Cauca y Magdalena Medio.
César Pérez es quizá el único diputado del país que dirige un equipo político que tiene senador, representantes, diputados, concejales y alcaldes. Con su respaldo, resultó electo en 2002 y reelecto en 2006 Carlos Arturo Piedrahita (foto) como representante y Guillermo Gaviria Zapata como senador.
El Norte de Antioquia ha sido tradicionalmente conservador. Pero en las elecciones de 2002 ese partido no tuvo listas a Senado en Antioquia. La fuerza emergente que capitalizó ese dominio fue Equipo Colombia. En las elecciones de 2006 se mantuvo la tendencia. Detrás de este triunfo en la región estuvo indudablemente la Cooperativa de Lácteos de Antioquia (Colanta), que tiene una extensa red de producción, procesamiento y distribución de leche en la zona, lo que la convierte en un sustento económico para la región. La investigación asegura que ha sabido cosechar políticamente su influencia económica.
En el Oriente antioqueño se disputaban el poder liberales y conservadores por igual. Pero esa situación cambió completamente en 2002 porque Rubén Darío Quintero no se lanzó por el Partido Liberal, sino por una coalición con Cambio Radical. Aunque este partido conservó su liderazgo en las elecciones de Congreso y Equipo Colombia quedó de segundo, en 2003 Equipo Colombia se consolidó como primera fuerza al ganar siete de las 16 alcaldías de la región.
La investigación encontró diversos modos en que el paramilitarismo contribuyó a la política: reducir o eliminar a los posibles competidores, agrupar la votación de varios municipios a favor del candidato escogido, agrupar a los escogidos en partidos de confianza, convencer o amedrentar a la población para que depositara su voto por el escogido, y en caso de que todo lo anterior no fuera suficiente o sólo para no perder la oportunidad, “ajustar” las planillas electorales a los resultados deseados. En gran parte, el éxito electoral de las fuerzas emergentes está relacionado con la combinación de alguno o todos estos elementos.
Entre 1997 y 2001 el departamento pasó de tener 3.758 desplazados a 75.749. Ese número se redujo en el 2002 a 52.271, para un total de 226.646 desplazados en seis años.
Según estadísticas del Observatorio de Derechos Humanos de la Vicepresidencia de la República se presume que entre 1998 y 2002, los paramilitares ejecutaron 101 masacres en Antioquia, con un promedio de 5,8 víctimas por masacre.
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