Entrevista
“En un mundo feliz no habría literatura”: Javier Cercas y la tiranía del poder
El escritor español habla en esta entrevista sobre su más reciente novela, titulada ‘Independencia’, pero también comparte su opinión sobre política, filosofía, el dolor y la furia. “La literatura es el lugar del mal”, dice.
Más allá de un reconocido escritor español, columnista y autor de obras de la magnitud de Soldados de Salamina o Anatomía de un instante, Javier Cercas es un apasionado de la literatura de la que dice “es placer y conocimiento, como el sexo”.
Cita a Borges, Tolstoi, Josep Fontana e incluso al Lazarillo de Tormes, no para demostrar que es un lector insaciable, sino para explicar el argumento, y no de su novela sino, según dice, “de todas las novelas”.
Como la estructura de su libro Terra Alta (ganador del Premio Planeta 2019) y su continuación, Independencia, Cercas cree que “toda novela es una novela policíaca”. Lo afirma con total seguridad al revelar que su propia furia y dolor lo motivaron a elaborar la arquitectura de Melchor Marín, el personaje principal de su nuevo ciclo novelesco.
Cercas confiesa que Marín, un policía catalán que busca hacer justicia a su manera, nació “de un estado de ánimo creado por la crisis catalana del año 2017 (…) Este es un personaje al que lo define la furia, el dolor y la violencia en ocasiones. A mí no me queda más remedio que decir que Melchor Marín soy yo, es mi parte oscura”.
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Tras el lanzamiento de su más reciente novela, Independencia, Javier Cercas disecciona las fuerzas que lo motivan a escribir lo que él llama “la gran novela de Terra Alta”, una tetralogía de libros que inició hace dos años con la novela homónima, en la que presentó al inspector Marín y cuyas luces y sombras bien podrían ser retratos de lo bello y lo oscuro del alma humana.
Esta vez, el policía llega a Barcelona para resolver “un caso espinoso” cuando la alcaldesa de la ciudad es chantajeada con un video sexual. Para resolver el enigma, Marín debe adentrarse en los círculos del poder político y económico de la ciudad, enfrentarse a quienes manejan el poder en las sombras.
Javier Cercas compartió con SEMANA y varios medios de Iberoamérica un espacio a la distancia en el que reflexionó sobre la política del siglo XXI, la literatura como fuente de placer y conocimiento, así como el dolor y la furia.
¿Por qué en Terra Alta aborda la política actual como un entramado maquiavélico?
La política maquiavélica es la que hoy nos domina por completo; en ella, el fin justifica los medios. Yo soy completamente contrario a esa política, soy partidario de la política camusiana: no es el fin el que justifica los medios, sino los medios los que justifican el fin.
Unos medios corrompidos corrompen el fin más noble y justo. Una buena causa bien defendida es una buena causa, una buena causa mal defendida puede convertirse en una mala causa. Esa es una representante conspicua de ese modo de hacer política en el mundo, en España y en occidente.
Melchor Marín es todo esto, lo es en Independencia, en Terra Alta y en el ciclo completo. Esta es una novela autónoma, independiente, se puede leer por sí misma. Si alguien no ha leído Terra Alta no importa, pero también es la segunda parte de Terra Alta, de manera que quienes la han leído tienen ese valor añadido.
El desafío de esto es escribir novelas autónomas, que se puedan leer solas, pero que al tiempo formen parte de un ciclo, de una novela mayor que se titulará, probablemente, Terra Alta, y que estará centrada en Melchor Marín.
Esto no es un ciclo policiaco. Adelanto que el personaje en la tercera parte va a dejar de ser policía, ya se anuncia al final de esta segunda parte.
¿Cómo ha estructurado un personaje con tantas luces y sombras?, ¿en qué se inspira?
Siento que Melchor Marín surge casi de golpe, surge de alguna anécdota concreta, pero sobre todo creo que surge de mi propia furia, de un estado de ánimo creado por la crisis catalana del año 2017.
Yo vivo en Barcelona, he vivido siempre aquí. Nací en el sur de España, pero desde los cuatro años vivo aquí, y lo ocurrido aquí desde 2012, sobre todo en 2017 cuando se produjo una crisis brutal, a la que yo no creí que íbamos a llegar y que situó este lugar de España en una atmósfera que el historiador Josep Fontana llamó “pre bélica”...
Yo jamás creí que eso iba a ocurrir. Este es uno de los lugares más privilegiados del mundo en todos los sentidos, por eso nunca creí que iba a vivir eso y para mí fue un shock de unas dimensiones descomunales.
Entonces, como persona y articulista, intento ser razonable, civilizado, pero soy un ser humano, no un ángel. Por dentro llevo una furia terrible y esa furia es la que me parece que creó a Melchor Marín, ese dolor.
Este es un personaje al que lo definen la furia, el dolor y la violencia en ocasiones. A mí no me queda más remedio que decir que Melchor Marín soy yo, es mi parte oscura.
No somos ángeles, todos llevamos dentro una bestia, la parte maldita llena de furia, de dolor, de ansias de venganza, de violencia y todo eso está dentro de nosotros. La literatura da expresión a eso porque, si eso aflorara en la vida cotidiana, destruiríamos a los demás y a nosotros mismos.
Así que la literatura es el lugar del mal, pero el tema de estas novelas no trata lo ocurrido en Cataluña, pero el carburante sí es eso.
Estas novelas surgen de esa furia, de esa crisis porque los novelistas somos así. Somos como animales carroñeros que nos alimentamos de lo malo, de las crisis. En un mundo feliz no habría literatura, al menos no habría novelas.
Somos los alquimistas, en el mejor de los casos, que intentamos convertir el hierro en oro y los mejores de nosotros convierten eso, la crisis, el dolor, la violencia y la oscuridad, en belleza y en sentido. Por eso la literatura es útil, siempre y cuando no se proponga ser útil; en el momento en que se proponga ser útil, se convierte en propaganda o en pedagogía y deja de ser útil y deja de ser gran literatura.
El protagonista hace justicia por propia mano, ¿los ejes de esta novela son la búsqueda de la verdad y la justicia?
Ese es el corazón de la novela. La búsqueda de la verdad y de la justicia están unidas. La búsqueda de la verdad es el eje de toda novela, no solo de toda novela policial.
Borges decía que toda novela es una novela policial, tenía razón. Al menos todas mis novelas y las novelas que yo amo, que me parecen importantes, son novelas policiales en la medida en que en todas hay un enigma y alguien que intenta descifrarlo.
Entonces, esa búsqueda de la verdad es algo sustancial de la novela y la justicia, efectivamente, va unida. La justicia y su sombra, que es la venganza.
La pregunta central de esta novela (y creo que de todo el ciclo narrativo Terra Alta, que constará de cuatro volúmenes, seguramente) es: ¿Es legítima la venganza cuando la justicia no puede hacernos justicia?
Por supuesto, en la vida real todos diríamos que no, la venganza nunca es legítima, pero las novelas no funcionan así. En las novelas la cosa está mucho más complicada.
La literatura es un placer, como el sexo, pero también es una forma de conocimiento, como el sexo. Por eso a la gente que no le gusta leer solo se me ocurre darle el pésame.
La literatura nos obliga a cuestionar nuestras certezas más arraigadas. A poner en solfa aquello que creemos. Nos saca de nuestras casillas, nos obliga a empatizar con comportamientos, con personajes, que en la vida cotidiana nos parecerían horribles, abominables, con actitudes grotescas.
Somos capaces de empatizar con monstruos como Ricardo III, de Shakespeare; como Raskolnikov, que es un asesino; como Michael Corleone, que ha sido capaz de matar a su hermano.
Uno se alegra de cosas que en la vida cotidiana no se alegraría. Lo que en la vida no se puede, en la literatura sí. Aquello que en la vida nos parece monstruoso, en las novelas nos parece maravilloso, lo celebramos incluso.
Por eso la literatura es útil. ¿Qué más útil hay que el placer y el conocimiento? Tal vez lo que no es útil es nuestro concepto de utilidad. La literatura es capaz de sacar esa parte maldita y, de alguna manera, dominarla.
Diría entonces que la furia lo motiva a escribir y también es la motivación de Melchor Marín…
Esta novela habla de la búsqueda de la justicia, pero también habla del funcionamiento de las élites, ese es el corazón. Es decir, a partir del ejemplo catalán, esta novela reflexiona acerca del funcionamiento de las élites, de cualquier élite enquistada en el poder.
A mí, si me piden que resuma está novela, diría que esta es la historia de un tipo que se llama Ricky Ramírez, que es la contracara de Melchor Marín, el protagonista. Es una especie de protagonista secreto que busca la independencia individual, económica, de manera equivocada.
Arrímate a los buenos, le dice su padre -que por cierto, es lo que dice la madre de Lázaro a Lazarillo de Tormes cuando se va de casa-, y lo que él hace es arrimarse a los ricos y poderosos, a la élite económica barcelonesa.
Y esa élite hace lo que suelen hacer las élites con los desgraciados o los arribistas que se acercan: utilizarlos para sus propósitos perversos y luego usarlos como papel higiénico, digámoslo así.
Esa es exactamente una metáfora de lo que ha ocurrido en Cataluña en los últimos años y el modo en que las élites operan habitualmente. En Cataluña lo que ocurrió a partir de 2012 es que había una crisis monumental en todo occidente. Para salir de ella de la mejor manera posible, lograron presionar al gobierno central para que los sacase a ellos.
¿Cómo los presionaron? Sacando a la gente a la calle o contribuyendo decisivamente a sacarlos. Esto, usando la furia e indignación de la gente, ambas justificadas, y por otro lado ofreciéndole a cambio lo que alguien ha llamado “utopía disponible”, diciendo que crearían un sitio maravilloso llamado Cataluña Independiente, donde todos seremos ricos, altos y guapos, y además nos libraremos de estos pesados españoles que nos oprimen desde que el mundo es mundo.
La gente se lo creyó, porque si tienes los medios de comunicación y las redes sociales, la gente se lo cree. El problema es que, como la gente se lo creyó, ahora las élites no quieren que la gente siga, pero la gente se lo ha creído. Ahora las élites están asustadas y quieren que la gente vuelva a casa, pero eso ya no es posible. Sacar a la gente de su casa es muy fácil, si tienes los medios adecuados, pero devolverla es muy complicado.
Esta novela, entonces, contiene un retrato muy duro de la élite económica catalana. No es muy duro, es muy realista y diría que casi es amable. Es un furioso alegato contra la tiranía de los dueños del dinero y los amos del mundo. La literatura convierte lo particular en universal, pinta tu aldea y pintarás el mundo, decía Tolstoi.