CULTURA
Lea aquí un aparte del libro ‘Conversaciones fuera de la catedral’
Editorial Debate publicó un libro sobre la historia del derecho al aborto en Colombia.
Los años noventa: del silencio a la acción pública
El 17 de diciembre de 1994, un poco antes de que fueran las nueve de la mañana, diez hombres armados del CTI de la Fiscalía entraron sin pedir permiso en la sede principal de Oriéntame, una vieja mansión refaccionada para prestar servicios médicos y de orientación en salud sexual y reproductiva, que para Cristina Villarreal es la más bonita del tradicional barrio Teusaquillo, en Bogotá. Como era sábado ni Jorge Villarreal ni su hija estaban presentes. El director, de hecho, estaba de vacaciones en Argentina. Los agentes tenían orden, decían, de allanar el centro médico en búsqueda de supuestas pruebas de que allí se cometían gravísimos delitos, de que allí se obligaba a futuras madres a matar a sus hijos. En su desespero por encontrarlas, los policías retuvieron durante casi diez horas a los trabajadores del lugar y a las mujeres que en ese momento se encontraban en consulta, en las salas de espera o en las de procedimientos. Fueron violentos —uno de ellos le pegó un culatazo a una mujer embarazada—, se llevaron registros médicos, no escucharon razones. Las pruebas de los actos criminales y atroces nunca aparecieron. Pero eso era lo de menos. Cuando el sol ya se había puesto, junto con funcionarios de la Secretaría de Salud de Bogotá sellaron la puerta principal de la casa. El doctor Villarreal ya había enfrentado momentos muy difíciles —como una redada policial en la que los oficiales iban acompañados del cura de la parroquia de Santa Ana, la iglesia que está justo en frente de Oriéntame, y después de unas horas se fueron por donde vinieron, cansados de escuchar al médico explicar que allí sí se trataban abortos, solo que incompletos—, pero jamás había tenido que apagar un incendio como esos. Y Cristina llora hoy, al recordarlo. El panorama era bastante sombrío. La abogada le recomendó a Cristina que no apareciera por allá ese día, porque era importante poder gestionar todo lo necesario desde afuera. Y, sin embargo, para ella la revelación fue inequívoca: había llegado el momento de asumir la dirección de Oriéntame.
Los años noventa son claves en la historia de la lucha por el aborto en Colombia. ¿Por qué?
Cristina: Por varias cosas. Primero, porque en 1994 se realiza la V Conferencia Internacional sobre Población y Desarrollo de la ONU en El Cairo (Egipto), y a partir de ahí se comienza a hablar de derechos sexuales y reproductivos, el aborto se mete con fuerza en la agenda pública. Eso generó mucho alboroto mundial alrededor del tema. Pero además pasaba algo muy particular en Oriéntame y es que, si se hablaba de aborto en otro país, aunque fuera muy lejos, digamos en Bosnia, para dar un ejemplo, aquí automáticamente la prensa, la policía y los antiderechos se plantaban en frente de nuestra sede principal. Mejor dicho, cada vez que el aborto ocupaba las primeras planas de los periódicos había que perseguir a Oriéntame. Mi teoría es que tanto fue el alboroto generado por la conferencia de Naciones Unidas que eso les despejó el camino a los que nos querían hacer daño y entonces ordenaron el allanamiento. Y justo un poco antes de que nos cerraran, en noviembre de 1994, se realizó aquí en Colombia el primer Encuentro de Investigadores sobre Aborto Inducido en América Latina y el Caribe, que fue liderado por la investigadora y profesora Lucero Zamudio, de la Universidad Externado, otra mujer muy importante en esta historia. A esa reunión internacional vino gente de la Organización Mundial de la Salud (OMS) que además visitó Oriéntame y todos los expertos quedaron impresionados con nuestro trabajo. Incluso, dos semanas después de habernos visitado, la OMS nos envió una carta, preciosa, diciendo que consideraban a Oriéntame como un modelo a seguir para ofrecer servicios de salud sexual y reproductiva a las mujeres de otros países. Yo estoy convencida de que esa carta también le dio mucho despliegue publicitario a lo que hacíamos y sumó al alboroto generalizado.
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¿A qué crees que se debió ese éxito de Oriéntame?
Cristina: Es que las mujeres que necesitaban los servicios llegaban de muchas maneras porque había un voz a voz permanente. Por ejemplo, las orientadoras establecían una relación cálida y humanizada con ellas y les hacían ver que había un sitio de confianza donde las podían atender, sin ningún tipo de juicio moral o de reproche. También había publicidad. Mi padre mandó a hacer una cuña de radio, que me da tristeza que se nos perdió y nunca la pudimos recuperar de ninguna parte, pero yo la recuerdo bien, decía algo así como: «Mujer, si estás embarazada y no lo deseas y has iniciado un sangrado, no arriesgues tu salud, ven a Oriéntame, aquí te ayudamos». Después de eso las mujeres llegaban por montones, pero mi papá igual quería mantener los servicios tranquilos, controlados. Por eso en esa época las citas no se daban sino tres veces a la semana, algo así como de nueve de la mañana a doce del día, y siempre de forma personal. Lo de la cuña de radio fue todo un fenómeno, la fila de mujeres le daba la vuelta a la manzana.
Y obviamente esas filas llamaban la atención…
Cristina: Llamaban la atención, por supuesto, pero más que para las autoridades para los comerciantes, porque tú sabes que en Colombia si ponen la panadería que tiene éxito aquí, al otro día ponen una panadería nueva al lado, y luego la siguiente, y de repente hay diez panaderías alrededor. Entonces, en el barrio comenzaron a poner sitios que se publicitaban como si ofrecieran los mismos servicios que Oriéntame. Y a mí no me consta, pero mucha gente decía que en varios de esos lugares practicaban abortos inseguros, y el problema es que muchos se ponían nombres parecidos al nuestro. Por ejemplo, Unidad de Orientación Familiar. Nosotros nos llamábamos Unidad de Orientación y Asistencia Materna. Eso confundía muchísimo a las mujeres. En el año 94, el del allanamiento, nosotros alcanzamos a contar veinticinco sitios en cuatro cuadras a la redonda, era impresionante. Resulta que unos meses después, mientras dábamos la batalla legal para que nos permitieran reabrir porque duramos tres meses cerrados, nos enteramos de que a esos sitios los visitaba la Secretaría de Salud, y algún funcionario corrupto del área de vigilancia y control les pedía dinero para certificar que cumplían la ley y funcionaban bien. Antes de terminar su periodo, el alcalde Jaime Castro, que ya cuestionaba bastante lo que hacíamos, nombró secretario de Salud a un evangélico, Luis Gerardo Martínez, y como en la prensa había mucho bombo, se acababa de hacer el encuentro en el Externado, la carta de la OMS, que el aborto aquí y el aborto allá, que Teusaquillo es el barrio de los abortos en Bogotá, que dónde está el Gobierno, la presión se hizo insostenible. Mi hipótesis es que los funcionarios que vivían de las «mordidas» a los lugares que nos rodeaban resuelven atacar a Oriéntame como el símbolo de la lucha contra el aborto, porque en realidad nosotros éramos el símbolo.
Creo que ese allanamiento tan espantoso era la manera que tenía la Secretaría de Salud de decir «miren, sí estamos haciendo algo».
Ese día se llevaron presas a pacientes y aunque no detuvieron a ningún miembro del personal, sí vincularon al proceso penal a los médicos y orientadoras que estaban de servicio, y a las mujeres que estaban en la sala de procedimientos o en la de recuperación. Fueron los días más amargos de mi vida, pero cuando la tormenta pasó sentí que había llegado mi momento, es que no hay derecho que a mi papá le tocara enfrentar eso…
Es una paradoja, como si el allanamiento te hubiera empujado a dirigir Oriéntame…
Cristina: Fue lo que terminó de convencerme. Mi papá es del año 27, pero pues cuando lo creó tenía cincuenta años y para el momento del allanamiento ya tenía sesenta y siete. Yo sentía que él ya había dado la lucha que tenía que dar y era hora de que yo diera la batalla, incluso de otras formas. Ese día lo supe: estoy lista, tengo callo, asumo esto. Para ese entonces ya la junta directiva de Oriéntame había creado ESAR (Fundación Educación para la Salud Reproductiva, por sus siglas), una organización pensada para replicar nuestro modelo y formar a profesionales de otros países de América Latina con el fin de que pudieran establecer sus propias clínicas.
¿Y qué pasó cuando tu papá llegó al país?
Cristina: Casi se muere. Hicimos todo lo que había que hacer, nos vincularon a él y a mí, además de otras personas del nivel coordinador, al proceso penal y pasaron diez años, diez años muy difíciles. Es que el mismo día del allanamiento, con los medios de comunicación ahí, todas las cámaras, los reporteros, nos pusieron los avisos de sellamiento con el único argumento de que estábamos atentando contra la salud de las mujeres por las condiciones higiénicas y sanitarias del lugar, dijeron que eran deplorables, hágame el favor. En ese momento decidimos suspender servicios en todas las sedes aunque solo hubieran cerrado la principal, porque ya teníamos, además de las de Teusaquillo y Antiguo Country, una en el barrio Santa Isabel. Resolvimos cerrar por una semana mientras entendíamos bien qué era lo que nos había pasado, porque toda la vida supimos que ese riesgo existía, pero tomó forma justo cuando más crecíamos, en un momento inesperado. Por eso fue tan fuerte el choque, así que necesitábamos pensar bien las cosas, saber qué opciones teníamos. Lo terrible es que la semana de cierre fue fatal para muchas mujeres, los ruegos para que abriéramos no puedo ponerlos en palabras, se quedaban horas y horas en las puertas, lloraban, nos mandaban cartas. Recuerdo especialmente a una mujer de la sede de Santa Isabel que nos dejó una carta rogando que la atendiéramos y también nos dejó un anillito con una esmeralda. La carta estaba hecha a mano con mala ortografía y ahí, pegado, el anillo, como si fuera una especie de pago, suplicándonos. Fue horrible. Es ahí cuando decido montarme en el caballo del todo, y se lo dije con claridad a mi papá cuando volvió. Él estuvo de acuerdo, la junta también y desde entonces asumí la dirección (...)
* Con autorización de Penguin Random House