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Mutilación genital femenina: un cuento infantil para crear consciencia
Cuando era niña, Ntailan Lolkoki fue víctima de mutilación genital femenina (MGF). Ella guardó silencio durante años. Hoy lucha contra esa cruenta tradición escribiendo obras para niñas y niños.
De niña, Ntailan Lolkoki jugaba con sus hermanas en el norte de Kenia, cuidaban cabras, se bañaban en el río y, al anochecer, regresaban a su “manyatta”, la vivienda tradicional del país. Fue una vida sin preocupaciones hasta que cumplió doce años. Siguiendo la tradición de las tribus del país, a ella y a sus hermanas les mutilaros el clítoris. Esa experiencia traumática no solo mutiló su cuerpo, sino también su alma infantil.
Cada once segundos se mutila a una niña
En un total de 28 países de África, en la Península Arábiga y en partes de Asia se practica la mutilación genital femenina, conocida como MGF, Mutilación Genital Femenina, o Ablación Genital Femenina. También en Europa, el número de ablaciones genitales femeninas aumenta debido a la migración. Alrededor de 200 millones de mujeres en todo el mundo viven con genitales mutilados o extirpados. En muchas culturas, esto simboliza la transición de niña a mujer, es decir, cuando es “pura” y puede casarse. Pero el ritual también se realiza cada vez más en bebés.
En Kenia, la mutilación genital femenina está prohibida desde 2011, pero se sigue realizando, casi siempre, con material sin desinfectar, como cuchillos, hojas de afeitar o cristales, y sin anestesia. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), el 25% de las niñas fallecen durante o tras la mutilación genital.
Es una tradición cruel, que deja a las mujeres sumidas durante todas sus vidas con problemas físicos y traumas psíquicos.
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En la lucha contra la tradición centenaria
La artista Ntailan Lolkoki quiere salvar a niñas y mujeres de vivir una experiencia tan horrorosa. Para ello ha escrito “The Kingdom of Watetu and Songaland” (El reino de Watetu y Songaland), su segundo libro, donde relata la historia de dos tribus que viven en paz entre sí, hasta que la princesa Watetu se opone a la tradición de la mutilación y huye.
Su libro muestra la realidad en África, donde conviven muchas tribus con tradiciones muy diferentes: “Crecí con la tribu Samburu cuando era niña, y entonces los samburu odiaban a los turkana. ¿Y por qué? Porque ellos (los turkana) no mutilaban (a las niñas)”.
La novela de Lolkoki tiene fuertes rasgos autobiográficos. A diferencia de su personaje femenino principal, la autora no pudo evitar la mutilación, pero al principio también le dio la espalda a su país y a su cultura. En Nairobi conoció a un soldado británico con el que vivió en la campiña inglesa, y luego en Dülmen, en la década de los 80. El matrimonio fue infeliz, sobre todo, porque Lolkoki perdió el contacto con su propio cuerpo debido a la extirpación del clitoris y a la consecuente falta de placer sexual. Ese entumecimiento físico también afectó a su estabilidad emocional.
Reconciliación con la propia cultura
Tras el divorcio, Lolkoki vivió en Berlín y trabajó como modelo, y en la industria de la moda. Sin embargo, tampoco era feliz hasta que “en 1989, cuando tenía poco más de veinte años, me di cuenta de que tenía que regresar a Kenia para buscarme a mí misma y buscar el sentido de mi vida”, escribió Lolkoki en su autobiografía “Wings for the Butterfly”. Tuvieron que pasar años y varios viajes entre su tierra natal, Kenia, y su hogar adoptivo, Berlín, hasta que Lolkoki logró reconciliarse con su propia cultura.
“Creo que las personas son fuertes cuando están conectadas con sus raíces culturales”, dice Lolkoki en retrospectiva. Se da cuenta de que valora muchos aspectos de su cultura: los bailes, la comunidad, el vínculo con la naturaleza. Y también sabe lo que puede hacer para luchar contra la parte cruel de su cultura: su objetivo es que su libro actual, “El reino de Watetu y Songaland”, se incluya en el plan de estudios de las escuelas africanas.
Con el apoyo de la embajada de Kenia, actualmente planea un viaje por ese país para hablar con los escolares sobre su libro: “Si dejamos de hablar sobre ello, sería un desperdicio, por el dolor que he pasado o por el que están pasando muchas otras personas. Es algo de lo que hay que hablar, una y otra vez”.
En su primer libro, “Alas para la mariposa”, narra su sufrimiento a causa de la mutilación genital . En él también relata que a los 50 años descubrió su sexualidad. En el hospital berlinés Waldfriede le practicaron una reconstrucción de clítoris. “En el tiempo tras la operación, me sorprendió mi propia sexualidad y la descubrí con gusto”, describió en esa obra.
Sin embargo, no se ha recuperado del todo del trauma vivido. “No sé si seré capaz alguna día de enfrentarme del todo a esto”, reconoce Lolkoki, porque intenta borrar de su mente lo sucedido: “En cierta manera me he anestesiado”, confiesa.
La tradición está muy arraigada y se transmite de generación a generación. Lolkoki pudo evitar que sus sobrinas fuesen mutiladas. Y quiere seguir evitando que otras niñas pasen por esa terrible experiencia.