Literatura
‘Una conversación pendiente’, el libro en el que Santos y Betancourt hablan de guerra y paz
SEMANA revela un capítulo del libro de Juan Carlos Torres, en el que Juan Manuel Santos e Ingrid Betancourt definen como “héroe en común” al exacalde de Bogotá Antanas Mockus.
La editorial Planeta tiene listo el lanzamiento del libro Una conversación pendiente del escritor Juan Carlos Torres, con dos personajes opuestos pero emblemáticos para el país: el expresidente de Colombia Juan Manuel Santos y la exsecuestrada de las Farc Ingrid Betancourt.
Santos y Betancourt le cuentan a Torres cómo se ha vivido en Colombia, desde hace décadas, con las caras de la paz y la guerra. En este capítulo, los dos protagonistas del conflicto en el país hablan y describen a Antanas Mockus, quien nunca estuvo de acuerdo con el denominado acuerdo humanitario.
MOCKUS, UN HÉROE COMÚN
Ingrid Betancourt: Frente al tema del acuerdo humanitario había toda clase de posturas. Unos, como la mayoría de los allegados a los secuestrados y mi propia familia, abogaban por un intercambio entre presos de las Farc y secuestrados por la guerrilla que pusiera fin a nuestro drama. Pero había quienes, basados en principios de institucionalidad, no consideraban ético o aceptable este tipo de canjes, ni el chantaje al que se sometía al Estado. Uno de ellos fue el exalcalde de Bogotá, Antanas Mockus, cuya opinión era valorada por muchísima gente. Antanas afirmaba que hacer este tipo de acuerdos equivalía a validar la actividad del secuestro y a incentivar a los grupos ilegales a que siguieran capturando rehenes para luego negociarlos como si fueran monedas de cambio. Y no le faltaba razón. Él decía que debían exigirse liberaciones unilaterales, sin concesiones, o que debía intentarse el rescate militar, pero no ceder a las pretensiones de los secuestradores. Que una democracia tenía que estar dispuesta a perder unas vidas para salvar su legitimidad. Desde un punto de vista intelectual, filosófico si se quiere, su postura era irrefutable. Pero esos argumentos no podían calar en una madre que tenía a su hija cautiva o en unos hijos que tenían a su padre en la selva desde hacía años. Mi mamá me contó que por eso entró en controversia con Mockus y que alguna vez le dijo: “Dios quiera que nunca te encuentres en la disyuntiva de tener que escoger entre la democracia y tu familia. Que nunca la vida te ponga en esa situación”.
Juan Manuel Santos: Ese es un dilema muy hondo que nos ha tocado a muchos. ¿Es válido negociar para liberar un secuestrado, o hay que mantener una posición dura e inflexible para que el secuestro no siga prosperando? Como ya conté, cuando el grupo de los Extraditables, que lideraba Pablo Escobar, secuestró a mi primo Francisco, nosotros en El Tiempo teníamos la política de que, si a cualquiera de nosotros lo secuestraban, no íbamos a negociar. Era una posición familiar e institucional. Mi tío Hernando, en una actitud muy comprensible, pues se trataba de su hijo, cedió en esta posición y abrió las puertas a la negociación, y yo, como subdirector, escribí un editorial recordando los principios que habíamos establecido. Eso generó un cisma familiar que luego se acrecentó cuando acepté ser ministro de Comercio Exterior. Pero esto es solo un ejemplo de que, incluso dentro de una misma familia, siempre hay posiciones opuestas sobre el tema, y cada una tiene una lógica, una explicación. Es muy fácil ser inflexible y hablar de principios cuando se trata de la vida de los otros, pero cuando la situación involucra a un hijo, uno se puede quebrar.
IB: Sí, uno puede quebrarse, sin lugar a dudas. Por eso los terroristas lo hacen. Yo siempre le decía a mi familia que, si algo me pasaba, no quería que negociaran. Pero entendí, después de lo que me pasó, que yo no tenía derecho de imponerle a mi familia ese derrotero, pues les correspondía a ellos enfrentar ese imperativo como se los dictara su corazón. Y en realidad sé que, si se tratara de cualquiera de ellos, yo hubiera negociado hasta con el diablo.
Pero quisiera volver a Antanas, porque él y yo vivimos un momento muy fuerte precisamente en relación con este tema. Yo lo volví a ver hace unos tres años. Habían pasado casi dos décadas desde la última vez que habíamos hablado, había ocurrido de todo en nuestras vidas, y cada cual cargaba con sus propias heridas. Yo con las cicatrices de mi secuestro y él con las dificultades de su salud. Nos cruzamos en un corredor en la Feria del Libro de Bogotá y, sin pensarlo, nos fundimos en un abrazo, con los ojos llenos de lágrimas.
Unos meses después, quedamos de encontrarnos en su casa para hablar de las elecciones presidenciales que venían, las de 2018. Cuando entré, él me cogió de la mano sin decir una palabra y me llevó a una pieza de su casa donde tenía colgado, detrás de una puerta, un afiche con mi foto, de los que distribuyeron por el país abogando por la libertad de los secuestrados. “Mientras estuviste secuestrada, pensamos en ti todos los días”, me dijo. Descubrir que en su corazón él nos había acompañado, y había sufrido por nosotros, me ayudó a sanar muchas de las heridas que aún tenía abiertas.
JMS: Antanas Mockus ha sido un personaje muy interesante en la vida nacional, que siempre ha estado comprometido con la paz y con la defensa de la vida. Recuerdo que, siendo alcalde de Bogotá, asistió a la reunión que organicé, en 1996, en la Abadía de Monserrat, con Adam Kahane y varias personalidades del país, para empezar a pensar en una salida al conflicto colombiano. Luego fue mi principal rival en las elecciones presidenciales de 2010, y estuvo a punto de ganarme, gracias a su especial carisma, a su coherencia intelectual y a la popularidad que generó la llamada Ola Verde. Yo creo que la elección se decidió por los debates, en los que me tocó ser implacable con él, y también por la reacción equívoca que tuvo cuando quedó de segundo en la primera vuelta, y se dedicó a repetir eslóganes y estribillos en un momento en que la gente esperaba un discurso de fondo. Pero no cabe duda de que fue un contendor digno que nunca apeló al insulto, la mentira o la calumnia.
Ya luego, cuando lancé el proceso de paz con las Farc, Mockus, a pesar de haber sido mi contrincante, tuvo la generosidad y el patriotismo de defender el proceso de manera pública, y de apoyarme personalmente. Se volvió un verdadero soldado de la paz, convencido de la bondad del objetivo y totalmente desinteresado desde el punto de vista político. Aprecié mucho este gesto porque Mockus representa una forma de hacer política y de pensar muy transparente, que el país necesita y que ojalá se multiplique. Por eso me dolió que le quitaran su curul en el Senado, pues es una voz que hace falta y que siempre tiene cosas lúcidas e innovadoras para decir.
Generalmente, después de una confrontación en una campaña presidencial, quedan heridas y resentimientos, pero en el caso de Mockus fue todo lo contrario. Surgió una relación que aprecio mucho, y no tengo sino palabras de elogio, admiración y gratitud hacia él.
IB: Creo que Antanas ha sido un faro para Colombia. Desde el primer momento en que hizo irrupción en la política colombiana, nos dio la posibilidad de comprendernos como sociedad de otra manera. Él nos marcó a muchos con su pedagogía, con su obsesión por la cultura ciudadana. Cosas tan sencillas como cruzar las calles por las cebras, algo que nadie respetaba antes en el país. Me acuerdo de que, de viaje, cuando mis hijos intentaban cruzar la calle por fuera de la cebra, yo les decía: “¡No! No vamos a cruzar a la colombiana. Vamos a cruzar a la Mockus”. Y entonces seguíamos hasta la esquina y pasábamos la calle por el sitio correcto.
JMS: Esa cultura ciudadana ha sido el gran legado de Mockus. Hay una anécdota en este sentido que me ocurrió cuando estábamos en la campaña. Yo iba a dar un discurso en la plaza del Chorro de Quevedo, en el Centro Histórico de Bogotá, y me sorprendió ver que estaba llena de gente. Me acuerdo de que la presentadora del evento era Lina Marulanda, una joven muy bonita y muy querida que dos días después, en una situación de depresión, se quitó la vida. Eso fue algo muy triste. Pero bueno… el cuento es que estábamos en la manifestación, yo muy contento dando mi discurso ante ese escenario repleto, y de pronto la mayoría de los espectadores sacaron unos girasoles, que era el símbolo de la campaña de Mockus, y los levantaron. En un segundo, esa placita colonial se convirtió en un jardín de girasoles, algo muy hermoso. En lugar de abuchearme, en lugar de gritarme, en lugar de agredirme, como me ha tocado soportar en otras campañas, esa era la forma elegante y pacífica de los mockusianos de decirme “no estamos con usted”. Yo quedé muy impresionado.
IB: Eso es Antanas. Recuerdo que a mí me pareció de muy mal gusto la bajada de los pantalones cuando era rector de la Universidad Nacional, pero eso hizo que nunca pudiera olvidar su fuerza para comunicar. Y cuando se lanzó a la política, entendí su genialidad. Él nos lleva años luz de ventaja. Detrás de cada acto simbólico hay un pensamiento contundente y una crítica poderosamente libre a nuestra idiosincrasia. He admirado los riesgos que ha tomado para desnudar su corazón en aras de enseñar. Él ha terminado por educarnos a todos.
Cuando decidió apoyar a Gustavo Petro en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales de 2018, comprobé de nuevo las virtudes de su audacia. Apoyar a Petro no era fácil para ninguno, en especial para él, pues muchos de sus más cercanos amigos le rogaban que optara por la neutralidad entre Duque y Petro. Mockus se tomó un tiempo para reflexionar, pues la presión era intensa. Adriana, su esposa, sufría al ver cómo lo asediaban. Pero él estaba libre de cálculos y oportunismos. Tenía claro que se trataba de salvar la paz de Colombia, de fortalecer y darle continuidad al acuerdo con las Farc, que ha sido el activo más importante de nuestra generación. Y de darle voz a los que no la han tenido.
Antanas obró en consecuencia. Es realmente un fenómeno, el epítome de la libertad y una bendición para Colombia.
JMS: Nos identificamos ciento por ciento en nuestra apreciación de Antanas Mockus. Él es un héroe común de Ingrid Betancourt y Juan Manuel Santos.