ENTREVISTA
La asombrosa historia del colombiano que conquistó la dirección de prestigioso teatro en Argentina
Se trata de Hadrian Ávila Arzuza, quien ha cosechado importantes logros a lo largo de su carrera artística, dentro y fuera de Colombia.
El Teatro del Libertador General San Martín es reconocido como el principal teatro de la ciudad de Córdoba en Argentina, pero además es una de las salas más importantes de la escena artística de ese país. Este escenario convoca a cientos de espectadores que gozan de la majestuosidad de un concierto, de la ópera y del ballet.
Hace dos años, el colombiano Hadrian Ávila Arzuza conquistó uno de los puntos más altos de su historia en este escenario. El pasado 7 de febrero de 2020 fue nombrado por la Agencia Córdoba Cultura como el nuevo director del Teatro Libertador General San Martín, en reemplazo de Maximiliano Olocco, quien ocupaba el cargo desde 2016.
SEMANA tuvo la oportunidad de hablar con él y esto nos contó.
“Se coronaba esta trayectoria con el cargo máximo”, afirma Ávila. “El Teatro del Libertador San Martín de Córdoba es el más antiguo del país y tiene una historia muy importante, ha sido el lugar donde he trabajado desde el año 2004″, agregó.
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Ávila ya se había desempeñado como director artístico y titular de la Banda Sinfónica de la provincia de Córdoba, entre 2004 y 2007. Desde ese último año y hasta 2017 ocupó el cargo de director artístico de la Orquesta Sinfónica de la mencionada ciudad argentina, donde tuvo la oportunidad de interpretar un repertorio sinfónico de gran nivel, con obras de artistas reconocidos como Stravinsky, Respighi, Bartók, Debussy, Ravel, Poulenc, R. Strauss, S. Prokofiev, Mahler, entre otros, según reseña en su currículum.
La Agencia Córdoba Cultura del @gobdecordoba informa que a partir de la fecha el Maestro @HadrianAvila Arzuza asume la dirección del @TdelLibertador General San Martín.
— Cultura CBA (@AgCbaCultura) February 7, 2020
Ver comunicado completo: https://t.co/PA2c1tHfUJ pic.twitter.com/1G0MBO9gjK
La trayectoria de un director
El camino de su vida artística ha estado cruzado por experiencias asombrosas que le permitieron consolidar su carrera y alcanzar logros destacables. Su historia inicia en la ciudad del Carnaval, de las cayenas y el mar. Nacido en Barranquilla en 1974, Hadrian Ávila Arzuza ha sido un apasionado de la música desde pequeño.
Creció en medio de la alegría, la guachafita y la musicalidad que caracteriza a la costa norte de Colombia, donde tuvo sus primeros encuentros con la música clásica. “Iba a los conciertos del Teatro Amira de la Rosa, que funcionaba en ese entonces”, cuenta Ávila, quien además asegura que no se perdía ni uno solo de los conciertos del mes.
Fue en ese mismo tiempo que se interesó por el teclado y comenzó a tomar clases de piano, así como a vincularse a los coros de su ciudad natal. Y, aunque sus pasos lo llevaron por la senda de la música clásica, afirma que le llama la atención todo tipo de música, siempre que sea buena, en especial la salsa vieja.
Para él, la música siempre fue un asunto de pasión. Cuando debió escoger una carrera profesional, dudó un poco ante las posibilidades que tenía, pero en el fondo sabía que era la música la forma en la que podía expresarse. “Yo no tenía ningún objetivo de ser profesional y simplemente lo disfrutaba, pero después me fui encariñando con eso, sin tener tampoco una dirección clara, usando la misma palabra de mi profesión, pero sí quería aprender”, cuenta el artista.
“Esa era la característica de esos años y de ahora. Siempre estoy buscando aprender”, agrega.
Luego de terminar la secundaria, en 1991, el barranquillero emprendió su viaje a la ciudad de Cali para estudiar en el Departamento de Música de la Universidad del Valle, donde adquirió conocimientos sobre el piano, análisis, armonía, orquestación y composición. Solo tres años más tarde, recibió una de las oportunidades más significativas de su historia.
Tenía 19 años cuando llegó a Rusia. En 1994, ingresó al Conservatorio Estatal Rimsky-Korsakov de San Petersburgo, academia de grandes directores como Y. Mravinsky, Y. Temirkánov, M. Jansons y V. Gergiev.
“Estuve seis años y me encantó poder recibir toda esa formación, en ese contexto, con tan buenos conciertos, óperas, ballet, obras de teatro, museos, una vida cultural que se mantiene muy alta hasta ahora”, relata Ávila.
Tras una larga época de estudios, de la mano de grandes profesores, Ávila se graduó como director sinfónico y operístico en el año 2000. Siendo reconocido, además, con el Diploma de Honor Krasny Diplom.
Al recordar sus épocas en Rusia, Ávila comenta que trajo consigo valiosos aprendizajes, inclusive más allá de lo técnico. Precisamente, comparte una de las reflexiones que le dejó dicha experiencia: “Por más que el mundo sea vertiginoso, uno tiene que tomarse el tiempo para admirar un paisaje, la naturaleza, y eso los rusos lo inculcan mucho, no tener prisa para hacer las cosas. Y así es en la música, se necesita tiempo para prepararlo, para ensayarlo y para que alguien lo entienda cuando lo escuche”.
¿Qué le conquistó de Argentina?
“Uno termina buscando lo que la vocación a uno le da”, cuenta Ávila, quien agradece infinitamente la manera en que ha sido valorado en Argentina a lo largo de estos años.
Después de volver a Colombia y trabajar un tiempo en Cali, como director titular de la Orquesta Filarmónica de Bellas Artes, recaló en Córdoba, Argentina.
“Conseguir oportunidades como director de orquesta, para cualquiera que quiere desarrollar esta profesión, es bastante difícil, porque creo que hay más directores que orquestas en el mundo. Por eso, cuando se abre un espacio donde uno siente que se pueden hacer buenas cosas, con buenos instrumentistas, creo que hay que aprovecharlo”, responde ante la pregunta de qué le conquistó del país suramericano.
“Dirigí por primera vez acá en 2003, dos programas: uno con la orquesta y otro con la banda. Ambos conciertos me causaron gran satisfacción, pude realizar la música que tenía en mi mente”, continúa.
Además, destaca que Córdoba tiene algo que le recuerda a Barranquilla, donde la gente tiene muy buen humor, picante y rápido, de ese que le gusta y que se conserva en algunos barrios de La Arenosa.
Argentina y, en especial, Córdoba le abrieron sus puertas para que él pudiera explotar su talento, para que tuviera un escenario con la posibilidad de demostrar todo su potencial, y así lo ha sabido aprovechar el colombiano, quien está a punto de cumplir dos décadas de su llegada a dicho país.
No niega que extraña muchas cosas de Colombia, a su familia, principalmente. También recuerda con un tierno aprecio los valores que le inculcaron sus padres y el espíritu trabajador de los colombianos. “El colombiano siempre es muy trabajador, como que tiene una fuerza de voluntad que es admirable; eso también es una de las cosas que yo poseo y que hacen que uno sea valorado también. Eso lo llevo siempre con mucho orgullo”, dice.
El futuro de la música clásica
El mundo vive en una evolución constante, en el que ciertas cosas dejan de tener un lugar y, en cambio, otras permanecen por su valor, como es el caso de la música clásica. Sin embargo, es inevitable preguntarse qué será del futuro de este tipo de expresiones artísticas a medida que pasa el tiempo y se van transformando las generaciones.
Para él, cada concierto representa una oportunidad para generar y transmitir ideas capaces de conquistar a los otros. Además, no cabe duda de que es importante irse adaptando a las nuevas realidades, sin perder, por supuesto, la esencia de la música clásica.
“Manteniendo un pie en el pasado, porque el pasado es también lo que somos, son nuestros genes; caminando en el presente y con la mirada en el futuro”, resume Ávila.
Al preguntarle cómo se siente la música clásica en el cuerpo, Ávila es contundente en que no es posible describir a cabalidad cómo la vive cada vez que está en contacto con ella. “Lo vivo muy intensamente siempre, es físico, espiritual y, no sé si esotérico. Justamente, la magia está en que no hay palabras para describir el momento y ser justos con la sensación”, dice mientras se le escapa una sonrisa.