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Dejando huella
La industria emblemática de 'La ciudad bonita', el calzado, exporta a Estados Unidos, Venezuela, Ecuador, Francia, Panamá e Italia.
Diez minutos se tarda un bumangués en armar un zapato de mujer que tres semanas después se vende en Nueva York por 200 dólares. Las zapatillas salen, de las fábricas San Francisco y Ciudad Norte de Bucaramanga, zonas en las que se encuentra la mayoría de empresas de calzado con 204 almacenes y una propia filosofía de cortar suelas que data de los años 50.
Justo allí, en esa selva de dedos encargados de pegar, doblar, enhebrar, clavar, hilvanar, pintar y empacar, está Germán Pinzón Flórez, acomodando su última colección de zapatos para mujer que muy seguramente lucirán, en noviembre, las reinas de belleza en Cartagena, gracias a un convenio que tienen los artesanos locales con los organizadores del certamen de belleza nacional.
Germán es un hombre de 47 años, estatura baja, rostro bonachón, moreno y bigote poblado, cuya historia de exportar zapatos a países de América y Europa comenzó en 1979, cuando salió de su natal Charta, desilusionado porque la finca de la familia sólo dejaba pérdidas.
En Bucaramanga no tuvo más opción que trabajar como mensajero en una modesta fábrica de zapatos, industria artesanal que sostiene a 15.000 familias en la ciudad, según la Asociación Colombiana de Industriales del Calzado, el Cuero y sus Manufacturas.
Las noches que no asistía a la validación de su bachillerato se quedaba en la empresa aprendiendo del oficio, de cueros, texturas, diseños y demás detalles de una industria nacional que el año pasado facturó en ventas en el exterior 62 millones de dólares.
Cinco años después, Germán organizó en su casa una empresa de fabricar y arreglar calzado, con la única ayuda de su madre. Remontadora El Che, escribió en un cartel pegado en la fachada de su vivienda, ubicada en San Rafael, uno de los humildes barrios de la llamada Ciudad Norte, donde hoy viven 130.000 bumangueses.
En el barrio se hizo famoso por su buena mano para los zapatos, especialmente los botines de los futbolistas. "Compraba guayos viejos en 2.000 pesos, los desbarataba, los arreglaba, los pintaba y salía a venderlos en 10.000 pesos en las canchas".
Germán decidió también elaborar zapatos para niña. Diariamente fabricaba 10 pares, que vendía cada tres semanas en Boyacá y la Costa Atlántica. Salía con un maletín y unas muestras a recorrer la Costa, aprovechando la temporada de final de año.
Pero Germán no ha corrido con suerte siempre. Hace 11 años recibió un pedido de 720 pares con destino a Barranquilla, un encargo especial que debía ser hecho con un cuero graso, por lo que tuvo que conseguir dinero prestado. Pero las ganas pudieron más que la experiencia.
"Yo hice todo normal, pero cuando llegó el zapato a Barranquilla, estaba despegado. Me puse a llorar. Perdí lo que hoy serían 200 millones".
En esas épocas de vacas flacas, Germán Pinzón Flórez recurría a un negocio en el mercado de las pulgas, centro de 160 comerciantes que están rodeados por un paisaje de antigüedades, cachivaches y buenos recuerdos, dignos de esculcar.
"Duré dos años. Si sabía que iban a derrumbar una casa, compraba todo y lo revendía en el mercado de las pulgas. Pagué mis deudas y seguía fabricando zapatos en bajas cantidades. Me especialicé en zapato para dama".
Un 70 por ciento de los zapatos que se producen en Bucaramanga son de mujer, mientras que 15 por ciento cubren el mercado de calzado infantil, 8 por ciento de manufactura responde a las necesidades de los hombres y 7 por ciento atiende a la producción de marroquinería e industrias dedicadas al desarrollo de cuero como principal materia prima.
Desde hace seis años, Calzado Paraíso, la fábrica de Germán Pinzón Flórez, con 120 empleados y una producción de 500 zapatos diarios, exporta a Estados Unidos, Venezuela, Ecuador, Francia, Panamá e Italia.
En total, 107 fábricas bumanguesas exportan calzado a otros mercados como las Antillas Holandesas, Arabia, Martinica y Reino Unido, por un valor de 7,5 millones de dólares.
Germán Pinzón Flórez y otros tantos exportadores salieron de pequeñas 'famiempresas' de la llamada Ciudad Norte de Bucaramanga, donde el zapato reina en sus más de 40 barrios. Incluso cambió las costumbres de la invasión de Altos de la Transición, en cuyas mañanas las bisagras de estos ranchos rechinan dulcemente y una aguja es siempre un arma útil contra la pobreza.