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Así fue la resurrección de Wilder Medina, la estrella del fútbol que tocó fondo por las drogas: ‘Dios me salvó de la muerte’
Wilder Medina contó cómo llegó al mundo de la droga y cómo salió de la adicción. Antes de ser futbolista fue pandillero. La pérdida de su papá marcó su vida, y hoy es un ejemplo para sus hijos.
SEMANA: Se ve diferente. ¿Superó sus problemas de adicción?
Wilder Medina: Sí, tema superado y estoy muy feliz con mi cambio. Le doy gracias a Dios porque el fútbol me salvó la vida, ¿qué hubiera sido de mí sin este deporte? Las recaídas que tuve me han ayudado a crecer y a valorarme. Mi mayor victoria es verme como estoy. Voy a disputar el torneo sénior máster en el que he sido goleador en dos ediciones. Voy a jugar con el Quindío, aunque me querían Tolima, Cundinamarca y Antioquia. Es muy lindo volver a demostrar buen fútbol, jugadas y goles.
SEMANA: Que se peleen los equipos habla de su recuperación…
W.M.: Eso es bonito. Voy al gimnasio, hago tres horas diarias de ejercicio. No volví a tomar ni a fumar porque me estaba matando. No soy santo, pero máximo me tomo dos cervezas. Doy charlas deportivas, motivacionales y de superación personal. Pero aquí no se habla solamente y hay que dar ejemplo. He ido hasta Putumayo, Casanare, Pereira, Cúcuta, Bucaramanga para hablarles a estudiantes con problemas de drogas.
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SEMANA: El fútbol le salvó la vida, pero le mostró los caminos de tentaciones…
W.M.: El fútbol te trae fama, dinero, mujeres, oportunistas y supuestos amigos. Yo les hablo de eso a los jóvenes en las charlas porque te hacen sentir como el rey, el mejor, pero a su conveniencia. Preparo a los colegas que pasan de ganar un mínimo a tener millones de pesos en la cuenta. Eso enloquece. A mí me pasó. Yo jugaba sin zapatos, descalzo, vendía mazamorra, cocadas y enyucados. Pero cuando empiezo a coger un montón de plata, no supe qué hacer. No pensé en el futuro. Me faltó quien me guiara desde joven.
SEMANA: ¿Usted pudo llegar más lejos? ¿De qué se perdió?
W.M.: De la selección Colombia, de llegar a Europa, de ganar mucho más dinero. Aunque me pregunto qué hubiera sido de mí con millones de dólares en la cuenta, sabiendo que tenía muy malas amistades. Cuando me quedé pelado, se fueron. No eran amigos. Tal vez estaría en la cárcel porque hasta un arma compré y casi me vuelvo bandido. Dios me salvó de la muerte.
SEMANA: ¿Cuánto fue lo máximo que tuvo en la cuenta?
W.M.: Más de un millón de dólares.
SEMANA: ¿Por qué dice que casi se vuelve un bandido?
W.M.: Después de que me retiré del fútbol me fui para mi comuna en Medellín. Yo antes de goleador fui pandillero, dejé parceros, y muchos se murieron. Llegué con camioneta, armado, con billete. Me respetaba todo el parche de ‘Manrique el desierto’, un lugar muy duro. Yo me sentía respaldado, con poder. Me ofrecieron hasta manejar un sector de ahí. Nadie me iba a tocar. Estuve como un mes en esa vuelta. Mi mamá sufrió mucho y oró tan fuerte que me salió un equipo en Bolivia y fue la única manera de salir de la comuna. Seguramente me iban a matar.
SEMANA.: ¿Por qué lo iban a matar?
W.M.: Nos fuimos para Aranjuez a dar una vuelta. Había una chica con la que la había pasado bien en una discoteca, la vi entre un grupo de muchachos y yo llevaba dos días tomando. Me las di de bravo y le dije: “¿Vos qué haces ahí?, te me vas para la casa”, mientras apuntaba con el arma. Uno de ellos era el hijo de un duro. Me tocó ir a hablar con él, me disculpé. Donde hubiera sido otro, no estaría contando el cuento.
SEMANA: Cuando era pandillero, ¿qué le tocaba hacer?
W.M.: Yo manejaba moto. Me enseñaron a cuidar cosas, a ayudar en vueltas y me ganaba la platica. No robé, pero cargaba armas. El duro del parche me enseñó a disparar. Veía más plata con ellos que en el Deportivo Rionegro. Hacía vueltas grandes. Mi papá había fallecido, éramos seis y las necesidades eran muchas. Mi mamá vendía frutas afuera del hospital, y le quería ayudar, pero no era la forma.
SEMANA: ¿Cómo llegó a la droga?
W.M.: Primero probé el cigarrillo a los 16 años. De tanto estar en el parche jugando micro me insistían con el cuento de que no pasaba nada. Lo hice por aceptación, lamentablemente, me gustó y me quedé. Fue un parcero que fumaba bazuco y también se recuperó después de que le metieron 27 puñaladas. Yo nunca probé el bazuco, pero sí la marihuana. También probé el perico en Ibagué, justo el año que me suspendieron. Caí en la depresión, me perdí 10 días en una ‘olla’, un barrio al que no entraba nadie.
SEMANA: ¿Qué mensaje envía a los jóvenes?
W.M.: Yo tengo una frase que dice: una cosa es invocar al ave fénix y otra es verla alzar el vuelo desde las cenizas. Yo soy un ave fénix y hay muchos que pueden serlo también.