DEPORTES
Dopaje: la sombra que nunca se disipa
El caso Froome tiene en vilo al deporte que lleva al límite la fuerza, resistencia y estrategia de los deportistas. El ciclismo, parece, la tiene muy difícil para cumplir su promesa de limpieza.
Las dudas sobre Chris Froome no son algo nuevo ni personal. En el ciclismo, una racha de triunfos como la que el británico nacido en Kenia ha enfilado estos años, con cuatro triunfos en el Tour de Francia y uno más en la Vuelta a España, despertaría suspicacias sin importar el origen del corredor o su particular carisma. En septiembre 7 de 2017, el ciclista sometió una prueba de orina tres días antes del final de la Vuelta a España que ganó. La muestra reveló 2,000 nanogramos de salbutamol por mililitro de orina, dos veces el nivel permitido para el medicamento para el asma. Ahora, inevitablemente, se ha puesto en duda su integridad y la de su equipo, el Sky. Como anota Philippa York en el diario The Guardian, “cuando Dave Brailsford formó el equipo Sky hace ocho años, tenía la meta de ser ético, limpio, claro y más transparente que el resto, pro con el paso de los años ha virado hacia el gris oscuro”.
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Las aguas venían calmadas en estos últimos años. El año 2016 pasó en limpio, pero creer que un escándalo potencial escapaba las posibilidades era demasiado inocente con los antecedentes de dopaje rampante y largos engaños en el ciclismo. La UCI (ente rector del ciclismo a nivel mundial) le notificó la situación a Froome el 20 de septiembre, y desde entonces su equipo de relaciones públicas trata de matizar la situación haciendo énfasis en su condición de enfermo. Sky aseguró que, el día en cuestión, Froome inhaló salbutamol de más y el equipo notificó a las autoridades del hecho, pero no imaginaban que ese consumo iba a disparar sus niveles tan drásticamente. Sumaron además que la concentración de salbutamol en la orina puede variar dependiendo de su interacción con la comida u otros medicamentos. Él, por su parte, asegura haber seguido el protocolo.
Como informa el diario The Times, el salbutamol sirve para aliviar síntomas del asma como la tos y la falta de aire. Así, en teoría, podría otorgar ventaja a un deportista al aumentar la cantidad de oxígeno en sus pulmones. En el caso de esta sustancia, el “descubrimiento analítico adverso” (como la UCI categoriza el descubrimiento en la muestra antidopaje de Froome del 7 de septiembre), no da para una suspensión inmediata, pero eso no significa que no pueda suceder. De hecho, si sus explicaciones no satisfacen a la UCI puede enfrentar una suspensión y perdería el triunfo en la Vuelta a España 2017, la última que ganó desde entonces.
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Para muchos se trata claramente de un test fallido, para otros, los niveles de salbutamol son fácilmente descartables como doping una vez se establezca su condición de asmático. La UCI tiene las cartas sobre la mes y pronto dictará su veredicto, pero desde ya varios analistas como Michel Rieu, ex consejero científico de la Agencia Francesa de Lucha contra el Dopaje, consideran que el asma, como condición, es una gran zona gris. “La dosis por inhalador, es relativamente chica, por eso es difícil de creer que pueda producir efectos generales, dopantes. Ahora, hay otras maneras de utilizar el medicamento. Por perfusión, inyección, por supositorio. Ahí, ya se entra en la ilegalidad”.
Siempre ahí, mutando...
El ganador de una gran vuelta debe cantar victoria mientras puede, pues años -o en este caso, meses- después puede perder lo ganado. Desde 2015 se guardan muestras de los 5 primeros corredores de la clasificación general, para poder revisarlas años después si es necesario. Si no se puede mantener el deporte limpio en ‘tiempo real’, al menos se toman pasos para que quede la constancia y el escarmiento de la sanción retroactiva.
Se emita o no o una sanción sobre el ciclista más exitoso del presente, la sospecha siempre está y estará por cuenta de tantos ciclistas y equipos tramposos. Entre estos, el siete veces ganador Lance Armstrong, a la cabeza de quienes incurrieron en trampa y sacaron ventaja sin ser detectados en el momento clave. Armstrong está lejos de ser el primero o el único. La historia del deporte está ligada a atletas que han dicho, repetidas veces que es “imposible ganar tal competencia sin ayudas”, razón por la cual desde sus primeros días la competencia está, desde sus primeros días, ligada al dopaje. Y este ha mostrado distintas facetas con el paso del tiempo.
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En épocas de la preguerra hay casos registrados de ciclistas que consumían cocaína, incluso estricnina, que complementaban con grandes sorbos de brandy. Vinieron luego las anfetaminas, y en los años ochenta los esteroides. Como anota el periodista británico y fanático del ciclismo Henry Jeffreys, “los controles antidroga se establecieron en 1966, pero no eran ejercidos con mucho rigor. Esto no era un problema, porque ni drogas como la cocaína o los esteroides daban una ventaja real en una competencia de largo aliento, de tres semanas”.
Pero en los años noventa el EPO pateó el tablero. La sustancia permitía a los ciclistas cargar más oxígeno en la sangre y, así, producir más poder por más largo rato. En su momento, aquellos que venían triunfando en los ochenta, Greg LeMond y Laurent Fignon, vieron como una nueva generación los dejó mordiendo polvo con actuaciones que ellos calificaron de “extraterrestre”. Esa burbuja estalló en 1998, con el equipo Festina en el medio del huracán. Desde ahí se promulgó el inicio de una nueva era limpia, que además parecía haber encontrado una historia inspiradora… la de un corredor estadounidense de nombre Lance Armstrong, determinado a vencer luego de haber superado un cáncer testicular.
Ni Chris Froome, ni Nairo Quintana, ni Vincenzo Nibali han escapado a rumores, y nadie puede tildar de paranoicos a los incrédulos, no después de estas últimas décadas de profundas decepciones. El fenómeno, además, ya llegó en masa a la Vuelta a Colombia, competencia que arrojó ocho muestras positivas sancionables provenientes de siete colombianos y un boliviano.
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Además, ahora, a los controles de sangre y orina de los atletas se han sumado pruebas para bicicletas, dada la tecnología descubierta recientemente que permitía integrar motores ocultos a los caballitos de acero. A esto se suma otro estados el del dopaje biológico, con base en terapias genéticas y nutrición. El doping y los controles anti-doping se balancean entre dos imágenes: el gato que persigue al ratón y el perro que persigue su cola. Ambos escenarios tan eternos como las mascotas mismas.
Después de abordar el tenis, el comediante Andy Samberg estrenó en junio uno de sus falsos documentales humorísticos. Se llama ‘Tour de Pharmacy’, y se basa en la premisa que por décadas ha perseguido al deporte de las bicicletas: el dopaje es rampante, si no necesario. Como bien dijo el doctor Michele Ferrari, conocido doctor ligado a muchos escándalos, “solo hay doping cuando lo descubren”.