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Grave problema pone en jaque los Juegos Olímpicos 2024; París, en el ‘ojo del huracán’
Este es un problema latente en las sedes de las diversas competencias mundiales. Hay inquietud en París.
Como bien se sabe, el año 2024 está repleto de competencias deportivas al más alto nivel. Una de ellas, por ejemplo, es la Copa América, que se va a llevar a cabo en Estados Unidos. Otra es la Eurocopa, que se jugará en Alemania, y otra es la justa de los Juegos Olímpicos, que tendrán lugar en Francia, en su capital, París.
Los Juegos Olímpicos se llevarán a cabo desde el 26 de julio hasta 11 de agosto. Pero a tan solo meses del inicio de la justa olímpica, cabe mencionar, hay un gran problema que tiene en el ‘ojo del huracán’ a París. Se trata de los servicios de transportes ilegales.
A tres meses de los Juegos Olímpicos, los taxis clandestinos son uno de los primeros desafíos para los millones de espectadores que viajarán a París. A pesar del refuerzo de la señalización y de los llamados de advertencia contra estos conductores sin licencia, que pueden cobrar tarifas desmesuradas, el fenómeno se mantiene, al igual que el pulso con los agentes.
“Nos hacemos pasar por pasajeros para detectar a cualquiera que no encaja en el lugar. En un aeropuerto no se espera a nadie durante 5 o 6 horas”, explica a AFP el capitán Patrice Desbleds, de 47 años. En sus oficinas del aeropuerto de Orly, un grupo de “Boers” (unidad policial) observa a los conductores de taxis clandestinos en una pantalla de videovigilancia. “Este conoce mi cara de memoria”, dice un agente señalando a un individuo.
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En medio del atasco de vehículos que intentan dejar a sus pasajeros en la zona de salidas, como ejemplo, los agentes se dirigen de repente hacia una furgoneta con las ventanillas ahumadas y matrícula checa. Mientras se colocan un brazalete naranja fluorescente de “policía”, los agentes obligan a la furgoneta, que carece de los símbolos de taxi o de vehículo de transporte con conductor, a estacionar a un lado.
Tras inspeccionar a su conductor, comprueban que es un ciudadano georgiano que no tiene licencia, pero tampoco permiso de conducir ni seguro para el vehículo. Dentro, los clientes británicos entran en pánico al ver a los policías. “Es una pesadilla”, susurra la madre de familia.
El conductor debía cobrar 140 euros (150 dólares) por un trayecto de unos 50 kilómetros entre Disneyland y Orly, un precio en la parte alta del propuesto normalmente por los transportistas legales. Mientras los turistas corren con sus maletas de ruedas hacia el mostrador de la aerolínea, una policía les sigue para tomarles declaración en una hoja de papel.
Tras comprobar sus documentos, los agentes detienen al conductor y conducen al resignado hombre a comisaría en un vehículo de policía sin distintivos. Las sanciones suelen ser multas de entre 800 y 1.500 euros (entre 855 y 1.600 dólares), pero pueden llegar hasta la comparecencia ante un tribunal.
Este tipo de dispositivos se suele saldar últimamente con medio centenar de detenciones por mes, según policía. Creada en 1938, la unidad de control del transporte de pasajeros, como se la conoce oficialmente, emplea a cerca de 90 policías.
La leyenda atribuye su apodo de “Boers” a los rusos que huyeron de la revolución bolchevique de 1917. Reconvertidos en cocheros en París, no sabían pronunciar la palabra “bourre”, policía en la jerga de entonces.
Durante los Juegos Olímpicos, además de su presencia en estaciones de ferrocarril y aeropuertos, estos policías también estarán presentes en las sedes olímpicas. “Vamos a mantener la experiencia de esta unidad (…) hemos tomado disposiciones, nos estamos adaptando al acontecimiento”, afirmó el capitán Desbleds.
*Con información de AFP.