PERFIL
James Rodríguez: el superhéroe que quiere renacer
El domingo, a las 10:30 a. m. hora colombiana, el Everton jugará su primer partido de la temporada 2020-2021 contra el Tottenham. Más allá de si James es titular o no, será el comienzo de una temporada donde el colombiano podría tener una redención en el fútbol.
No sería exagerado decir que James Rodríguez metió uno de los goles más caros del mundo: costó 80 millones de euros, los pagó el Real Madrid y puso a celebrar a millones de colombianos. Sucedió en Brasil 2014, en octavos de final, cuando con una volea desde fuera del área venció al arquero uruguayo. La pelota pegó en el palo y picó dentro del arco. Fue el mejor gol de ese Mundial, el remate de la clasificación a los cuartos de final y, probablemente, el mejor negocio económico que tuvo James Rodríguez.
Justo cuando se acabó el Mundial, el equipo madrileño concretó el negocio con el Mónaco, donde James había jugado un año. En solo 12 meses el jugador se había valorizado por 30 millones de euros. Era el mejor momento de su carrera: en Colombia era un superhéroe que, sin embargo, también podía llorar. Nadie olvida sus lágrimas, transmitidas en vivo, cuando Colombia perdió ante Brasil con aquel episodio del “gol de Yepes”. Al mismo tiempo, era un jugador que cumplía, a los 23 años, el sueño que tenía desde niño: jugar en el que, para él, era el mejor equipo del mundo. Al menos eso era lo que repetía en las entrevistas cuando le preguntaban con qué equipo le gustaba jugar cuando se divertía en PlayStation: el Real Madrid.
Sin embargo, mucho cambió para él en los últimos cinco años. Es cierto que se ganó el cariño de la hinchada de Madrid, que agotaba sus camisetas y lo ovacionaba cuando salía de la cancha. También es cierto que tuvo una relación cercana con todos sus compañeros: el croata Luka Modrić, por ejemplo, cuando se enteró de su salida, puso un tuit diciendo: “Mucha suerte, ‘panita’”, algo que demuestra el nivel de confianza que él tenía con el grupo. Sin embargo, nunca cumplió su verdadero sueño: si en el año en que estuvo en el Mónaco hizo 9 goles y 12 asistencias, en su última temporada con el Real Madrid solo hizo un gol, contra el Granada. Fue en octubre del año pasado y lo celebró como si fuera un regalo especial. Además, aunque levantó con alegría las dos copas de la Liga de Campeones que ganó el Real Madrid mientras jugó con ellos, fue un actor tras bambalinas, más acostumbrado a estar sentado en la banca que creando jugadas en el centro del área. Aparecía en las fotos de celebración, pero solo en los costados.
Su relación con Zinedine Zidane, el técnico del Real Madrid desde 2016, se fue deteriorando. Cuando llegó, James dijo que Zidane era su ídolo –lo había visto jugar desde que era niño con el uniforme blanco–, pero poco a poco el 10 de Colombia fue desapareciendo de las alineaciones titulares. Zidane, fiel a su estilo parco y correcto en las ruedas de prensa, simplemente defendió sus planteamientos tácticos sin llegar a hablar mal de ninguno de sus jugadores. Y aunque James resistió bien, terminó por estallar: “Es frustrante no jugar. Sé que tengo las condiciones para hacerlo siempre, pero por otras personas no puedo”, dijo a principios de septiembre.
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Claro, hay que decir que en Colombia su aura de superhéroe nunca desapareció y, al contrario, sus hinchas se unieron alrededor de una crítica despiadada contra Zidane porque no aprovechaba al 100 por ciento el talento de un futbolista capaz de hacerlo todo en la cancha. Y, sobre todo, de no darse por vencido.
James nació en Cúcuta en julio de 1991, pero creció en Ibagué, al lado de su mamá, María del Pilar Rubio, y su padrastro, Juan Carlos Restrepo. El papá de James, Wilson James Rodríguez, fue un mediocampista, creativo y armador de juego, que hizo carrera en varios equipos colombianos, pero que se separó de la madre cuando James apenas tenía tres años. Doña María del Pilar siempre ha dicho que su hijo nunca quiso jugar con nada que no se pareciera a un balón y su padrastro se aseguró de que James convirtiera su amor por el fútbol y su obsesión por ganar en una exitosa carrera profesional.
De hecho, es tanta la obsesión de James por ganar, que en un principio asumía las derrotas con rabia: Mateus Uribe, por ejemplo, dijo una vez en una entrevista que cuando compartió apartamento con James en Argentina y salían a jugar a los bolos, James siempre perdía. Cuando eso ocurría, le dejaba de hablar. Después, aprendió a controlarse y a enfocar la energía en su juego: recién llegó al Real Madrid circuló un video en el que los futbolistas hacían un ejercicio de recuperación de balón, algo que en términos coloquiales sería como “jugar al bobito”. James, en la mitad de un círculo, fue víctima de Cristiano Ronaldo, que le pasó el balón entre las piernas. Cristiano celebra, mientras que James se pone molesto y con una maniobra agresiva, pero limpia al final, recupera el balón como diciendo: “Se acabó el jueguito”.
Ese rigor en su manera de jugar estuvo presente desde siempre. Comenzó en la Academia Tolimense cuando tenía alrededor de 10 años. Allí, en una de las primeras fotos que se conocen de él, fue el líder de su equipo para ganar el torneo Pony Fútbol de 2004, en el que hizo un gol olímpico. Tenía 13 años y comenzó a escalar posiciones en el mundo del fútbol: dos años después llegó al Envigado; a los 16 se fue a vivir a Argentina, donde se convirtió en la estrella del título que el Banfield consiguió en 2009; a los 19 llegó al Oporto, en Portugal, donde ganó la Europa League; luego al Mónaco, donde jugó en la Champions League; y, finalmente, al Real Madrid y al Bayern Múnich, donde fue una de las estrellas del equipo de 2017 a 2019, cuando estuvo a préstamo en el conjunto bávaro.
Pero no es un momento fácil para James. Las noticias relacionadas con su nombre, en los últimos años, estuvieron más centradas en la separación con su esposa, Daniela Ospina –con quien tiene una hija, Salomé, de 7 años– y en su nuevo hijo, Samuel, que tuvo hace un año a través de un vientre de alquiler. Su Instagram, de hecho, está dedicado a ellos en una buena parte: “Son lo mejor que me ha pasado”, dijo en un post que publicó en julio.
Por eso, fiel a esa personalidad que no se rinde y que no resiste perder, hizo todo lo posible para volver a ser protagonista en las canchas. Su llegada al Everton, de Liverpool, puede ser esa oportunidad.
“No tuve que dedicarle tiempo a convencerlo, él ya estaba convencido”, dijo Carlo Ancelotti, el técnico que logró llevarlo al equipo inglés por un valor mucho menor que el que el Real Madrid pagó hace seis años. El contrato, de hecho, ha sido objeto de controversia y mientras que la información difundida desde la mayoría de medios en Inglaterra habla de que fue de 25 millones de euros, otras fuentes, como la BBC y el portal especializado Transfermarkt, han reportado otras cifras o modalidades de negocio.
Lo cierto es que este fin de semana todo Liverpool apareció lleno de murales y vallas con la cara de James. La gente no se olvida de su valor como jugador. Y aunque personajes como Faustino Asprilla dijeron que su llegada al Everton era un paso en falso –"hace todo al revés, dijo el Tino"–, para James llegar a un equipo sin la tradición del Madrid o del Bayern Múnich, no es un sacrificio: seguirá ganando su inmenso sueldo de ocho millones de euros anuales, tiene la oportunidad de conquistar otra ciudad como un ídolo y, sobre todo, quiere volver a ser protagonista en las canchas.