Especial Mundial
La prohibición no las detiene: así se preparan miles de mujeres iraníes para el Mundial de Qatar
En su país no pueden asistir al estadio porque pueden oír obscenidades o estar cerca de hombres que visten pantalones cortos. Algunas hasta se disfrazan para poder entrar. Así planean disfrutar de la Copa del Mundo.
La presión de la Fifa había funcionado por fin. Después de años y años en los que las mujeres pedían una y otra vez –siempre pegándose contra una pared– que le exigieran al gobierno de Teherán el acceso a las mujeres al estadio, Gianni Infantino hizo el milagro.
Era el 10 de octubre de 2019, partido clasificatorio para el Mundial. Rival: Camboya. Sí, cierto, no era el partido más atractivo de las eliminatorias. Las iraníes también lo sabían. Pero, ¿realmente importa cuando por décadas se te ha negado el derecho a ver en vivo a la selección nacional? ¿Cuándo nunca se ha podido visitar un estadio?
Fue así como la noticia corrió como un tsunami y miles de mujeres colapsaron la página de la Federación de Fútbol de Irán en busca de los billetes puestos a la venta. Por un lado, tenía que satisfacer las exigencias de la Fifa o de lo contrario serían excluidos de competiciones internacionales, pero también el de las diferentes autoridades de la República Islámica.
Hablo de un sector de clérigos que controlan el país desde 1979 y que les niegan a las mujeres el acceso a las competiciones masculinas en los estadios. Y mucho menos que tengan que oír las obscenidades de los hombres desde las tribunas; al menos así justifican su decisión.
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¡El patriarcado siempre pensando en el bien de las mujeres! A ellos se suman los servicios de seguridad e inteligencia del Estado que no estaban cómodos con la decisión. ¿Cómo hacer que mujeres y hombres no se mezclen en las tribunas? ¿Qué hacer con los periodistas, especialmente con los fotógrafos? Las mujeres y los hombres no pueden trabajar juntos en la cancha ni tampoco en las tribunas de prensa. Pueden mezclarse en cualquier evento social o político nacional, menos en un estadio. Y menos fútbol.
Una “política” para evitar que periodistas, fotógrafas y camarógrafas estén cerca de un hombre con pantalones cortos. ¿Cómo controlar que las mujeres no se dejen caer el velo? Los servicios de seguridad tenían que resolver dudas muy acordes a las incoherencias de la República Islámica donde ninguna verdad, especialmente sobre el comportamiento de las mujeres, es absoluta.
Llegó el día y las mujeres se pusieron su camiseta blanca de la selección iraní, desempolvaron los gorros y las trompetas que solo utilizan en las celebraciones callejeras cuando Irán clasifica a un Mundial o gana un partido importante. Con todas las restricciones posibles –y siempre con la supervisión de los enviados de la Fifa– entraron a un sector del estadio Azadi, o “libertad”, destinado solo para ellas.
Y hacia allí se dirigieron todas las cámaras. ¿Quién quería perderse el espectáculo de tener a miles de iraníes en la tribuna? ¿Quién estaba interesado en un partido en el que los integrantes de la selección iraní –en un gesto que parecía un homenaje a las mujeres–, no paraban de anotar? 14 goles en total fueron celebrados por las mujeres como si fueran los más importantes de la historia del fútbol de su país.
Esa parte de la tribuna –la masculina estaba casi vacía– era un carnaval donde nadie paraba de gritar, hacer la ola, darse abrazos y tomarse selfis para recordar el día en el que la mayoría de esas mujeres, especialmente jóvenes, cumplían un sueño. El sueño de ir al estadio, el sueño de ver a su selección en territorio iraní. Y mejor aún, un sueño donde hubo goles. ¿Qué más pide una fanática del fútbol que pisa por primera vez un estadio?
“Voy a morirme de la emoción”, confesaba aquel día Fátima, una estudiante de economía que entonces tenía 22 años. Quiso contar su historia a pesar de que varias mujeres de la seguridad querían a las fanáticas lejos de los periodistas para que no fueran protagonistas. Pero lo fueron y encontraron la manera de romper la barrera de seguridad para dar sus testimonios.
Como muchas otras mujeres en Irán a lo largo de muchos años, Fátima había intentado un par de veces entrar al estadio sin éxito. Su ambición siempre había sido asistir a un partido del Persépolis, el equipo rojo de la capital iraní.
En varias ocasiones intentó pasar como un hombre: fajó sus pechos, cortó su pelo, cubrió su cabeza con una gorra, tal como lo registró la película Offside (Fuera de juego) del director iraní Jafar Panahi, que reconstruye la obsesión de las mujeres en Teherán que quieren ir al estadio.
Un dolor de cabeza
Fátima siempre fue descubierta por los agentes de seguridad que chequean los cuerpos de los asistentes al estadio. Cada jornada futbolera los policías pillan a un puñado de jóvenes que lo intentan. Algunas lo logran y publican fotos en las redes sociales desde las tribunas, un dolor de cabeza para las autoridades que sienten la presión de la Fifa para que las mujeres entren a los partidos.
En esas negociaciones estaban la entidad y las autoridades iraníes cuando llegó la pandemia. De cierta manera, el parón futbolero fue un respiro para la federación iraní. Pero la presión volvió cuando la Liga regresó y tuvo que dar permisos para que ciertas seguidoras fueran a algunos partidos locales por primera vez, siempre con complicaciones. La página donde se compran los billetes se cae, el número de boletas para mujeres es extremadamente pequeño y, algunas veces, deciden prohibirles el acceso, a último momento.
Para muchas son medidas para evitar que Irán sea castigado, especialmente ad portas de este Mundial donde todavía es una incógnita qué tantas mujeres asistirán a Qatar a apoyar a los integrantes de la selección nacional, en gran parte solidaria con su lucha.
Desde el 19 de septiembre pasado, miles de iraníes, liderados por mujeres muy jóvenes, se tiraron a la calle para protestar por la trágica muerte de Mahsa Amini, una joven kurda de 22 años que fue detenida por la llamada policía de la moral por, supuestamente, no ir vestida “correctamente”. Esto, en Irán, puede significar: llevar caído el velo, llevar la gabardina que cubre parte del cuerpo abierta, llevar el pantalón muy apretado. Nunca hay un criterio como en tantos otros aspectos. Miles de jóvenes en Irán, incluidas las que buscan ir a los estadios, han sido víctimas de esta policía.
De allí que el eslogan de las protestas haya sido “Zan, Zendegi,Azadi”, es decir, “Mujer, Vida, Libertad”. Un clamor que significa tener el poder de decisión frente a sus vidas, vestirse como quieran y hacer actividades tan simples como apoyar a su equipo de fútbol favorito. Catar será una oportunidad para muchas como lo fue el Mundial de Rusia, donde asistieron por miles.
Al fin y al cabo Doha, como lo estaba Moscú, está cerca de casa y será una ocasión para gritar y bailar como lo hicieron aquel 10 de octubre de 2019 en Teherán. Pero esta vez no tendrán que cubrirse la cabeza, ni estarán las fuerzas de seguridad evitando que la prensa internacional hable con ellas, que serán protagonistas en el Mundial.
En las últimas semanas han liderado un movimiento de movilización femenina que no se recuerda en Oriente Medio por su valentía para enfrentarse a las fuerzas de la represión. Y allí estarán, en Qatar, para seguir desafiando al régimen de Teherán que, sin duda, no mirará con buenos ojos el carnaval que sus mujeres liderarán al otro lado del Golfo Pérsico.