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¿Mito o realidad? El día que Pelé logró un alto al fuego en sangrienta guerra civil de África
En la cúspide de su fama, el hombre reconocido por muchos como el mejor futbolista de la historia, logró lo impensable: detener uno de los más intensos conflictos en el continente más pobre del planeta.
Corría enero de 1969 y Nigeria se desangraba a borbotones por una cruda guerra interina que se desató tras el fin de la colonización británica. Desde 1967, varios estados del suroriente del país se declararon en rebeldía, comandados por el coronel Odumegwu Ojukwu, formando un estado separatista conocido como la República de Biafra.
El gobierno central, en aras de recuperar el control del territorio, en especial la estratégica infraestructura petrolera, desató una furiosa ofensiva militar que provocó una hambruna y miles de muertos y refugiados. En esas estaban, cuando se anunció que el mejor equipo del mundo, el Santos de Brasil, encabezado por el mismísimo Pelé, ofrecería un partido de exhibición en medio de su gira por el continente negro.
En un astuto movimiento político, el gobierno invito a O’Rei, quien por esa época se alistaba para vivir la cúspide de su gloria en el Mundial México 70, para que disputara el cotejo en Benin, una de las ciudades más devastadas por la guerra, que alcanzó a dejar cerca de dos millones de muertos. De hecho, la gira del Santos por África ya había concluido con un amistoso en Mozambique, pero los empresarios, presos de la avaricia, pensaron más en el dinero que en la seguridad del equipo y de su máxima estrella.
En ese momento, el buen Pelé solamente sabía de patear balones y la geopolítica no estaba dentro de sus cuentas, así que viajó sin miramientos, acompañado de otras leyendas que ganarían dos Copas Libertadores y dos Intercontinentales y eran considerados como una máquina de buen fútbol y goles.
Una vez llegaron, el gobierno nigeriano ordenó la suspensión de actividades militares para que Pelé y su séquito pudieran desplazarse con plena seguridad entre el hotel y el estadio para el tan anhelado partido. Y aquí comenzó la leyenda. Mientras unos dicen que las tropas rebeldes también ordenaron una tregua unilateral para suspender la sangrienta guerra y disfrutar de la presencia del mejor futbolista del momento, otros, entre ellos un académico que se tomó el trabajo de elaborar un tratado completo sobre el famoso cotejo, afirman que no hubo tal pausa en la guerra civil.
Lo único cierto es que todos los diarios del mundo, entre ellos el influyente The New York Times de Estados Unidos -donde el fútbol por esa época no despertaba la mínima pasión- registraron con grandes titulares que Pelé había logrado lo impensable. Durante 72 horas los fusiles callaron y el ruido incesante del llanto de miles de huérfanos y viudas cesó para maravillarse con el hombre que, paradójicamente, no anotó ese día, pese a que su equipo venció 2-1 al modesto conjunto local.
Mientras algunos observadores políticos del momento le sumaron otro ingrediente a la receta de la leyenda, asegurando que el gobierno le pagó una millonaria cifra al Santos para provocar un alto al fuego que permitiera mejorar sus posiciones militares, otros dicen que no pasó de una simple anécdota; sostenían que muchos nigerianos, más preocupados por sobrevivir en medio del fuego cruzado, ni se inmutaron porque, sencillamente, no tenían idea de la importancia de Pelé.
Lo único cierto es que, por una razón u otra, en la práctica las balas dejaron de flotar en el ambiente durante 72 horas. Y el Santos, con O’Rei a bordo, salió al otro día de Nigeria, dispuesto a regar la leyenda en América, donde creció como espuma con el correr de los años, al punto que hace pocos meses el club lanzó al mercado una camiseta para conmemorar “el día en que Pelé detuvo una guerra”.
“Só o Santos parou a guerra” 🎶
— Santos FC (@SantosFC) September 14, 2022
🐳🇳🇬 pic.twitter.com/TBMekfa4t2
Mientras los académicos siguen enfrascados en la discusión sobre si lo hizo o no, mientras los nigerianos siguen cargando con la cicatriz del recuerdo de una guerra tan espantosa como fratricida, lo único cierto es que el tiempo les dio la razón a los que apostaron por el astro.
De hecho, Edson Arantes logró lo que ni siquiera artistas de la talla de Jimmy Hendrix y John Lennon, o el mismísimo Papa Paulo VI, pidieron con ahínco durante casi dos años sin desmayo: que los nigerianos dejaran de matarse sin sentido para rendirse a los pies de la magia del hombre que, para muchos, fue el verdadero inventor del fútbol.