MUNDIAL RUSIA/2018
Así se vive la emoción dentro de un avión con latinos que viajan a Rusia
SEMANA ya está en Rusia donde este jueves, en el estadio Luzhniky, comenzará el Mundial de fútbol 2018. Tras casi 23 horas de viaje, los latinos ya empiezan a prender la fiesta en las frías tierras moscovitas.
“Vamos Colombia hijuep…”. El espontáneo grito que salió de las entrañas de uno de los tantos pasajeros de camiseta amarilla fue acogido entre risas y ovaciones por los cientos de fanáticos colombianos a bordo del vuelo UX 194 de Air Europa. Se escuchó apenas las luces de la cabina se apagaron y el Airbus A330 tomó velocidad para despegar de la pista del aeropuerto El Dorado de Bogotá. “Vamos por esa copa”, respondía otro fanático con sombrero vueltiao en la mano. Aunque el vuelo tenía como destino final Madrid, la capital española, para la mayoría de viajeros apenas era la escala de un sueño, ese mismo que comenzará este jueves 14 de junio en el estadio de Luzhniki, en Moscú. 64 partidos de fútbol y 30 días después una de las 32 naciones se podrá coronar, en ese mismo estadio, a la espalda de una impresionante estatua de Lenin, en la nueva campeona del mundo. Los partidos hay que jugarlos. ¿Por qué Colombia no puede soñar con la copa dorada que levantaron Maradona o Ronaldo? El sueño apenas comienza.
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Parecía que el vuelo iba a ser una chiva rumbera, pero el otro sueño, el de los brazos de Morfeo, contagió a los viajeros tan pronto como el avión alcanzó más de diez mil pies de altura. Casi siete horas después del vuelo trasatlántico, y cuando las llantas besaron territorio europeo, en la pista del aeropuerto de Barajas de Madrid, un grito similar al del despegue volvió a arrancar aplausos y chiflidos. Primera estación. Eran las 12 del mediodía, hora local.
La mayoría de viajeros colombianos fueron a recoger sus maletas para estar un par de noches en la capital española, los demás, tras presentar sus pasaportes y el resto de documentación, arrancaron presurosos a la puerta B23, donde abordarían el vuelo SU206 de Aeroflot. No había cómo perderse en Barajas. Las camisetas de la selección de España, las de Perú, las de Uruguay, las de México, y hasta las vinotinto que portaba un grupo de venezolanos, era el santo y seña para llegar a la sala de abordaje. El sueño de la Copa no es exclusivo de Colombia.
Los mexicanos y los colombianos hablaban de Juan Carlos Osorio, el entrenador de Santa Rosa de Cabal en el que poco confían. También se les vio preocupados por la indisciplina del plantel de jugadores. Desde hace una semana, la prensa del país centroamericano viene dando cuenta de una supuesta orgía en la que habrían participado varios futbolistas con 30 mujeres, con motivo de la fiesta de cumpleaños de su principal estrella, Javier ‘Chicharito’ Hernández (Vea lo último del escándalo sexual de México). “Chinga a tu madre, pero van a jugarse un Mundial”, no se explicaba uno de los fanáticos, con un tradicional sombrero de paja al estilo del penacho de Moctezuma, al recordar que al futbolista Héctor Herrera su esposa no le contesta el teléfono desde que se destapó el escándalo. Los aficionados mexicanos no podían creer que Colombia no hubiera convocado a Edwin Cardona, al que calificaban como un auténtico crack (allá le pusieron Crackdona), por su reciente y exitoso paso por los rayados de Monterrey.
Los uruguayos insistían en que si Luis Suárez no hubiera sido sancionado por los “hijos de p… de la Fifa”, como dijo Pepe Mujica hace cuatro años en el Mundial de Brasil, ellos, y no los colombianos, se hubiesen enfrentado a los anfitriones en los cuartos de final, y que hubieran repetido el Maracanazo, como en 1950, cuando se ganaron su segunda copa mundial. La historia fue otra, y las camisetas amarillas con el 10 en el dorsal y el nombre de James ayudaban a hacer memoria.
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Para ilusión la de los peruanos, las camisetas con la banda roja cruzada en el pecho eran mayoría. Desde España 1982 Perú no participaba en un mundial, y 36 años después, los jóvenes que nunca habían visto a su selección en la máxima fiesta del fútbol, eran los más impacientes en el aeropuerto de Barajas para abordar el vuelo con destino a la capital rusa.
El avión, un Boeing con dos filas de tres asientos poco reclinables, sin pantallas ni audífonos, parecía más de las épocas de la Unión Soviética. Las azafatas trataban de complacer a la mayoría de tripulantes con un “Hola” o un “Buenas tardes” con un acento particular. No hubo necesidad de practicar ruso. “¿Chicken or Beff?”, preguntaban al ofrecer el almuerzo. “Coca cola” se entiende en todos los idiomas.
Y aunque había un buen número de colombianos, no hubo aplausos ni ovaciones ni chiflidos a las 9 de la noche, hora local, cuando el vuelo de Aeroflot aterrizó en el aeropuerto internacional Sheremetyevo. Seguramente atendiendo las recomendaciones de la Policía Nacional, que en Bogotá fue clara en advertir que no se permitirán ni concentraciones, ni ondear banderas extranjeras en plazas históricas o cerca a edificios del gobierno, como tampoco tomar licor en vía pública, atravesarse las calles en cualquier lugar, o echarse una siesta en algún parque. Si en Colombia hubo protestas por el nuevo código de Policía, el equivalente en Rusia es más estricto y los oficiales, con cara de pocos amigos, lo hacen cumplir al pie de la letra.
Fila preferencial para periodistas acreditados, rostros amables entre los voluntarios y los oficiales de Policía. Tras recoger los equipajes, los latinos en aprietos para llenar el formato de ingreso al país, tomaban fotografías para traducir el alfabeto cirílico, y así certificar su verdadera clasificación al mundial. Paso obligado por la ventanilla de cambio de moneda, por 100 euros se entregan 3.040 Rublos, moneda local, unos 340.000 pesos colombianos, aproximadamente. Apenas para el trayecto de una hora en taxi del aeropuerto al hotel, para comprar la SIM card con internet ilimitado por tres meses y tener para los tiquetes de metro: un viaje cuesta 55 Rublos.
A los latinos Moscú los recibió con frío y viento, como el de las noches de Bogotá. Pero la noche fue corta. A las 3:00 de la mañana empezó a salir el sol en la capital de Rusia, aunque este 12 de junio lo hizo por poco tiempo. Desde el mediodía el cielo es tan plomizo como el que a veces cubre el cerro de Monserrate, y llueve como si se tratara de la ciudad colombiana que pregona estar 2.600 metros más cerca de las estrellas. SEMANA ya está presente en la fiesta del Mundial de Fútbol, más cerca de las estrellas del balón.