CICLISMO

Nairo y el sacrificio de un grande en los momentos difíciles

Quintana ha luchado hasta el límite de sus fuerzas para escribir su nombre en la historia del Tour. Así ha sido el recorrido de un indiscutible campeón que no se rinde, aunque le llueven críticas entre quienes no dimensionan la grandeza de sus éxitos.

Jaime Flórez*
19 de julio de 2017

En 2013, Nairo Quintana era un relativo desconocido en el ciclismo mundial. En Boyacá, quienes lo vieron pasar la adolescencia montado en su pesada bicicleta de hierro, atravesando la vía entre Tunja y Moniquirá, esa que pasa por su casa familiar, ya sabían de la potencia que guardaba ese cuerpo menudo de 1,67 metros de altura y 58 kilos de peso.

Pero en Europa, esas mismas condiciones físicas y sus rasgos indígenas lo hacían parecer un rival insignificante, al que los demás competidores, blancos de más de 1,80 metros menospreciaban, insultaban y hasta trataban de apartar a codazos en plena competencia.

"¿A mí cuando me van a respetar?", les preguntaba Nairo a sus compañeros de filas en Movistar.

Él mismo se encargó de que esos agravios terminaran.

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Nadie esperaba mucho de Nairo en su primer Tour de Francia, en 2013. Estaba llamado a ser gregario de Alejandro Valverde, a cortarle el viento durante los ascensos, y a aprender cuanto pudiera entre el pelotón conformado por la élite del ciclismo. Y jugó ese papel hasta la etapa 15, cuando llegó el momento de escalar el Mont Ventoux. Entonces el debutante se paró sobre su bicicleta y puso tanta potencia en los pedales que nadie más se atrevió a seguirle el ritmo. El mismo grupo de ciclistas que llegó a irrespetarlo apenas pudo verle la espalda.

Nairo rodó solo varios kilómetros, hasta que Christopher Froome, la máquina, el portento del ciclismo mundial, apareció en la estela del colombiano con la intimidante camiseta amarilla del líder. El gigante de 1,85 metros también empezaba a escribir su leyenda. Pese a que el año anterior había quedado subcampeón, era la primera vez que llegaba al Tour como líder de su escuadra. Hasta entonces había sido el gregario de Bradley Wiggings, pero su sed de triunfo lo había llevado a desafiar a su jefe de filas en plena competencia.

Froome alcanzó a Nairo cuando faltaban siete kilómetros para la meta. La leyenda de los grandes deportistas suele escribirse desde la relación con sus rivales más poderosos: Federer y Nadal, Messi y Cristiano. En ese instante nació una nueva dupla de firmes contrincantes para el ciclismo. Ambos pedalistas avanzaron juntos durante un trecho largo en el que se alternaban la punta de la carrera.

En contexto: “Nairo es el único ciclista colombiano capaz de ganar un Tour”

Cuando solo faltaba un kilómetro para la meta, Froome atacó. El esfuerzo había alcanzado dimensiones agónicas para el colombiano, que parecía un cadáver sobre la bicicleta. Con la mandíbula desencajada, dejaba colar el aire por la boca seca: su señal particular de agotamiento.

El novato cruzó la meta en segundo lugar, y apenas lo hizo, dejó de pedalear y avanzó con el impulso que traía hasta la zona en donde lo esperaban los periodistas. El desconocido era ahora el foco de las cámaras. Todos querían registrar las palabras del principiante que le plantó la cara al líder. Pero Nairo no podía hablar, apenas respiraba. Un miembro de su equipo lo agarró por el lomo y él se desplomó. Lo sentaron en el asfalto, con las piernas estiradas, los brazos desgonzados y la mandíbula clavada en el pecho. Estuvo inconsciente durante varios segundos.

Pero el colombiano sabía que esa demostración no era suficiente para posicionarse en el pelotón. Tenía que probar que no solo era un debutante temerario, sino un escalador de raza, un ciclista de talla mundial. Seis días después, ya vestido con la camiseta blanca que lo acreditaba como el mejor joven de la carrera, atacó de nuevo a Froome, que esta vez no pudo seguirlo. Ese día, el británico conoció la sombra de Nairo. Y el colombiano ganó la etapa, el título de la montaña y se instaló en el segundo puesto de la clasificación final, un escalón más abajo que el británico.

No era la primera proeza de Nairo en Francia

En 2009, cuando aún competía en las vueltas nacionales y apenas soñaba con vivir del ciclismo, su compañero de entrenamientos en la infancia, su amigo de la vida, Cayetano Sarmiento, se coronó campeón del Girobio (el Giro de Italia de los juveniles). Nairo lo llamó desde Colombia para felicitarlo.

Sarmiento recuerda las palabras que le escuchó a Nairo por teléfono: "ojalá yo también pudiera correr en Europa algún día", dijo un Quintana ilusionado.

No tuvo que esperar mucho. Al año siguiente fue convocado a la Selección Colombia para disputar el Tour del Porvenir (el Tour de Francia de los juveniles). Entonces Nairo recorrió los Alpes y las carreteras francesas por primera vez. Ganó las dos últimas etapas de la ronda, trazados que terminaban en montaña, y quedó campeón. En apenas dos años, la pareja de amigos había pasado añorar el profesionalismo en Boyacá a ser los reyes juveniles de Europa.

Tras esa presentación en Francia, el entorno del ciclismo nacional supo que había nacido un campeón. El resto del mundo no tardaría mucho en enterarse.

Cuando volvió era otro

Cuando Nairo volvió a Francia en 2015 ya era otro ciclista. En apenas dos años había pasado de ser un gregario debutante al líder del Movistar, jefe incluso de Alejandro Valverde, uno de los ciclistas más relevantes del siglo XX. El colombiano acababa de ganar el Giro de Italia y varias clásicas. La ingenuidad que podía aún notarse en aquel ataque suicida en Mont Ventoux, era ahora una madurez sorprendente para sus 25 años.

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A estas alturas ya era impensado que algun ciclista del pelotón se atreviera a meterle el codo a la revelación de ese deporte. Pero aún faltaba mucho por aprender.

Ese año, la segunda etapa del recorrido fue definida por vientos que a ratos parecían el anuncio de un tornado. Una de esas corrientes partió el pelotón y cogió a Nairo mal ubicado en el grupo. El colombiano quedó rezagado, mientras Froome y Alberto Contador jalaban la fuga y le metían tiempo en el llano, donde Nairo tenía pocos argumentos para defenderse.

Las consecuencias de ese descuido las cargó durante el resto de la ronda, acentuadas por un estado de forma implacable de Froome. Solo hasta la penúltima etapa, en el mítico puerto del Alpe d‘Huez, el nuevo jefe del Movistar pudo sacudirse. Junto a Alejandro Valverde y Winner Anacona, su compatriota y gregario en la montaña, se fugaron del campeón. Al final, el colombiano entró segundo a la meta y le descontó 1:25 minutos a Froome. No le alcanzó para destronarlo. Quedó a 1:12 del campeón pero le sacó más de 5 minutos a leyendas como Nibali y Contador, los dos únicos corredores activos que han ganado las tres grandes vueltas del ciclismo.

El llamado a ocupar el trono

Luego de superar a las leyendas, Nairo se convirtió en el hombre llamado a plantarle la cara a Froome, ya consolidado como el corredor más completo del planeta.

Anacona cuenta que para el Tour del 2016 el equipo se había preparado muy bien. Incluso se concentraron en los Alpes meses antes, para llegar adaptados a la carrera. Pero arrancó la vuelta y pronto se empezó a rumorar que el colombiano no andaba bien. Él mismo, frente a los medios, lo reconoció y dijo que sufría una alergia. Sin embargo, dentro de las filas de Movistar, el mensaje era otro. "Nairo aún estando enfermo intentaba mostrarse sólido ante el equipo. Y eso nos transmite coraje", recuerda Anacona.

Froome, por el contrario, estaba entero y lo demostró desplegando las habilidades que lo hacen único. Sobre el final de la octava etapa, el británico se lanzó en un descenso inverosímil. Recostó su pecho sobre el manillar de la bicicleta, adelantando su cuerpo sobre el vehículo tanto como era posible. Nunca se había visto a un ciclista descender así y nadie pudo seguirle el ritmo.

En la etapa 12, de nuevo el Mont Ventoux fue el escenario del duelo entre el británico y el colombiano. Nairo, tal vez recordando la hazaña, atacó dos veces a Froome, pero el jefe del Sky resistió y respondió con un arranque al que solo le pudieron seguir Richie Porte y Bauke Mollema. Nairo, doblegado quizá por los padecimientos físicos, quedó rezagado, mientras su último hombre y su gran amigo en las filas, Alejandro Valverde, lo jalaba para que las diferencias en el cronómetro no se volvieran irreversibles.

Y cuando parecía que Nairo iba a quedar sepultado, incluso que perdería las posibilidades de quedar en el podio, sobrevino el incidente que quedó en la historia del tour. Porte se chocó contra una moto de la organización y generó una caída entre la triada que lideraba el grupo. Froome fue el más afectado. Su bicicleta se quebró y el británico -en una escena que se volvió icónica- corrió por la carretera en busca de una nueva. Cuando finalmente la consiguió, era evidente que no se ajustaba a sus medidas de gigante.

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La organización decidió decretar el final de la etapa con los tiempos previos al accidente, y así Nairo evitó una pérdida de tiempo que, por las energías mermadas que se le veían en la etapa, pudo ser mayor.

En el resto del recorrido, la supremacía de Froome fue indiscutible. Al final, el colombiano logró el tercer puesto en la general, un gran resultado en un recorrido tan sufrido para él. Como si escribieran juntos la leyenda, esa fue la tercera vez que Froome ganó la gran vuelta, y la tercera vez que el colombiano estuvo a su lado en el podio. El británico ha corrido seis veces el tour, y hasta ahora solo había tiunfado en aquellas ocasiones en las que Nairo ha estado allí para desafiarlo.

El desquite para el boyacense llegaría esa misma temporada, cuando ganó la Vuelta a España y por primera vez se subió un escalón más alto que Froome en el podio definitivo. Demostrar que lo puede derrotar en una de las grandes vueltas fue sin duda un hito en la carrera de Nairo Quintana.

El Tour más difícil

Para 2017, la apuesta de Movistar fue por el Giro centenario, mientras que Froome, como ya es costumbre, se guardó para el Tour. El colombiano se batió en Italia contra un inspirado Tom Dumoulin, que corrió como nunca antes en su carrera y le arrebató la camiseta rosada. Fue, sin embargo, una gran presentación la de Nairo, que se montó en el podio de una gran vuelta por tercera vez consecutiva (Tour 2016, Vuelta 2016 y Giro 2017). Una hazaña que solo han alcanzado tres hombres más en la historia del ciclismo.

Nairo llegó al Tour, esta vez, sin un rótulo tan claro de favorito. El mismo Froome, que ya lo veía como la amenaza firme, no lo tuvo en cuenta entre sus rivales principales. Se anticipaba que luego del duro desgaste en Italia, solo una proeza haría que Quintana sobresaliera entre el pelotón. Pero la esperanza estaba entera. Nairo es hombre de hazañas.

La primera etapa, una contrareloj pasada por la lluvia, se encargó de dar el primer golpe de realidad. El asfalto castigó a Valverde, la diestra de Quintana, y puso a tambalear sus posibilidades de luchar contra un Froome cobijado por un equipo lleno de gregarios prodigiosos que, como Mikel Landa o Sergio Luis Henao, podrían ser con facilidad las cabezas de otros equipos élite.

En adelante, los hombres que mostraron mayor fuerza fueron los mismos que no disputaron el Giro, a excepción de Landa que, sin embargo, se retiró de la carrera en Italia. Pero al colombiano le alcanzó la energía para dar muestras de un gran nivel, como lo hizo en la etapa 13, en la que protagonizó una fuga endiablada en un puerto de primera categoría y cruzó segundo la meta, sacándole dos minutos a Froome y su grupo.

Hay una afición que apenas empieza a conocer el ciclismo y que, acostumbrada a sus rendimientos asombrosos, solo espera que él arrase. Pero en el entorno ciclístico saben que hay miles de corredores que lo dieron todo por arañar un centímetro de gloria sin conseguirla, que añorarían estar en tan solo uno de los repetidos podios que Nairo ha conseguido durante su carrera. A estas alturas del Tour, Froome es el campeón virtual y Nairo ocupa la casilla 12 de la general.

Sin embargo, el mito de Quintana, el Cóndor, estará completo cuando pueda batir a Froome en el Tour, en la ronda que el colombiano ha acariciado tantas veces, la única grande que le falta, la que lo desvela. "El Tour es por lo que siempre ha trabajado. Y si no es este año, lo seguirá intentando hasta que se baje de la bicicleta", dice Anacona sobre su líder.
En 2018, Nairo llegará a esa competencia con 28 años, la edad que se considera como la de la plenitud de la madurez y la fuerza de un ciclista, la misma con la que Froome ganó su primer Tour. Quizá, en la construcción de sus historias paralelas, al colombiano le llegará entonces el momento de repetir los pasos del británico.