Especial Mundial
Qatar 2022: la última oportunidad para que Messi y Cristiano Ronaldo cumplan el sueño de alzar la Copa del Mundo
Cristiano Ronaldo y Lionel Messi tienen cuatro semanas, según como vayan los resultados, para cumplir su único sueño pendiente. ¿Qué tan cerca están de lograrlo?
El ocaso de una figura del fútbol requiere responsabilidades compartidas. Del jugador, en primer lugar, pero también de un entorno que puede resultar tan difuso como antipático. Durante la década anterior, Cristiano Ronaldo y Messi –que cada cual elija su favorito– establecieron una pugna sin igual por el reinado mundial.
En estas cuestiones, el fútbol prefiere a los indiscutibles de uno en uno –Pelé, Maradona, Ronaldo– o deja un escenario abierto a buenos, pero no rotundos aspirantes. Cristiano y Messi desdeñaron esa ley no escrita con una bicefalia tiránica.
Los dos están cerca de la puerta de salida y fuera de su elemento natural: el poder. Messi juega en el PSG, donde nadie le reclama el liderazgo. Si resuelve sus conflictos con Neymar, de eso se ocupa Mbappé. Al astro argentino se le pide que recuerde de vez en cuando a Messi. En París está más cómodo que Cristiano Ronaldo en Manchester, a donde regresó convencido de que era Cristiano Ronaldo y no su versión humana.
Se les reprocha estos días su incapacidad para someterse a las exigencias actuales del fútbol. No se esfuerzan en el capítulo defensivo y condicionan las ideas de los entrenadores. Por donde han circulado Messi y Cristiano en los últimos años se observa un largo rastro de entrenadores despedidos, efecto que empieza a disiparse. El Manchester United está más dispuesto a desentenderse de Cristiano que a destituir a su nuevo técnico, el holandés Ten Haag. La prioridad del PSG es lidiar con las quejas de Mbappé, no con los fastidios de Messi.
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Son las señales propias del declive, territorio inconcreto al que no se accede en riguroso orden. Benzema (35 años en diciembre), Modric (37) y Lewandowski (34) se mantienen vigentes y elogiados, beneficiados por el rol secundario que cumplían: fenomenales jugadores sin el peso de la púrpura. Dos gigantes les tapaban el sol. Messi y Cristiano han abandonado ese lugar, ejercicio durísimo para el ego y bien conocido por el fútbol, caracterizado por la fragilidad de su memoria y la ausencia de compasión. De esos déficits se ocupan dirigentes, periodistas y demasiadas veces los aficionados, responsabilidad real, pero inevitablemente rechazada.
Constatado el declive de los dos, no la irrelevancia, Messi y Cristiano se beneficiarán esta vez de las peculiaridades del fútbol contemporáneo, industria de feroces intereses comerciales y políticos. Son los que explican la elección de Qatar como sede del Mundial.
Ocurrió hace 12 años, en medio de la mayor crisis financiera desde el crack de 1929. La Fifa no dudó en acudir a Putin (Mundial 2018) y al Golfo Pérsico para alimentar la máquina de billetes, no sin consecuencias geopolíticas.
El Mundial se disputará en noviembre y diciembre. Por lo visto, los sesudos dirigentes de la Fifa olvidaron que el calor de Qatar es insoportable en verano, así que tiempo después cambiaron fechas, trastornaron calendarios y enviaron el fútbol a una aventura inédita. A Cristiano y Messi les viene de perlas. Solo les queda una cima por conquistar, la más alta y prestigiosa: la Copa del Mundo. Les llega cuando se encuentran en la última estación de su carrera, pero en el momento perfecto.
Desposeídos de su liderazgo en los clubes, mantienen la jefatura en sus selecciones. Y no son selecciones cualquiera. Argentina ha reunido su mejor y más compacta colección de jugadores en mucho tiempo, dispuestos además a preservar a Messi y favorecer su talento. En el caso de Portugal, Cristiano se acompañará de una generación excepcional de futbolistas, varios de ellos entre los cuatro o cinco mejores del mundo en sus puestos –Bernardo Silva, Bruno Fernandes, Ruben Dias, João Cancelo– y numerosos jóvenes destinados al estrellato: Nuno Mendes, Rafael Leão, Matheus Nunes, además de João Felix, que por desgracia vive la juventud con etiqueta de declinante.
En términos objetivos, a Cristiano y Messi les queda un desafío breve, cuatro semanas, de tres a siete partidos, según como vayan los resultados. Importa poco o nada la situación que atraviesan París y Manchester. Gobiernan donde desean, en sus selecciones, y donde quieren cumplir el único sueño que les traiciona.