DEPORTES
Racismo contra Balotelli recuerda al lado feo del fútbol
Una vez más el racismo asoma su fea cabeza en el fútbol europeo. El delantero italiano Mario Balotelli, hijo de inmigrantes de Ghana, fue abucheado durante un amistoso entre Italia y Rumania.
El delantero italiano Mario Balotelli, hijo de inmigrantes de Ghana, fue abucheado e insultado por hinchas italianos y rumanos durante el amistoso (1-1) que Italia y Rumania jugaron en Klagenfurt, Austria, el miércoles.
Un grupo de aficionados italianos, conocidos como "Ultra Italia", desplegó una bandera con leyendas en contra de una "Italia multicultural". Y éste es el contexto político en el que se debe examinar este tipo de manifestaciones.
Balotelli, que ahora vive en Inglaterra, donde juega para el Manchester City, puso el dedo en la llaga al declarar que si sus detractores quieren impedir una Italia multiétnica, "llegan tarde al baile, porque esa sociedad ya existe". Agregó que "donde yo vivía, en Brescia, ya hay una Italia multiétnica".
Balotelli es una de las víctimas preferidas del racismo italiano, precisamente porque es un símbolo de ese multiculturalismo que los "ultras" tanto desprecian.
Nacido en Palermo, sus padres naturales lo entregaron en adopción a la familia italiana Balotelli, de Brescia, que lo crio como propio.
El joven rebelde
El futbolista, de 20 años, tiene una personalidad provocadora, rebelde e insolente. Estas características lo malquistaron con su exentrenador, José Mourinho, que lo marginó en el banquillo durante su paso por el Inter de Milán.
A diferencia de Mourinho, que le reprochaba su displicencia e indisciplina, los racistas se concentran ahora en el color de su piel y en su importancia como símbolo de la integración de los inmigrantes en la sociedad anfitriona.
Los motivos atávicos tampoco pueden estar muy lejos de la superficie: si en vez de citarse con modelos despampanantes, blancas blanquísimas, Balotelli se conformara con mujeres de su mismo color de piel, deben mascullar los ultras.
Los racistas más agresivos fueron los ultras del Juventus, tradicional rival del Inter (sus partidos son conocidos como "Derby d’Italia"), que ahora han trasladado sus atenciones a Samuel Eto’o, el internacional camerunés.
Balotelli no cree que los partidos deban suspenderse o abandonarse, o que los clubes responsables deban jugar partidos a puertas cerradas, como debió hacerlo Juventus el año pasado y es la recomendación de muchos activistas antirracistas.
"La mayoría no debe pagar la culpa de una minoría", dice. Y agrega que se debe buscar la forma de "cambiar la mentalidad de esa gente", pero no sabe cómo.
La situación en Inglaterra
En Manchester, donde vive ahora, el racismo está en retroceso, aunque sigue presente.
Pero a diferencia de otros países, donde el problema se barre debajo de la alfombra, en Inglaterra se han registrado esfuerzos organizados para combatirlo.
En 1993 fue lanzada la campaña 'Chutemos al racismo fuera del fútbol'. Dos años después comenzó otra, 'Mostremos la tarjeta roja al racismo', y más tarde otra, 'El fútbol une, el racismo divide'.
Los puntos en común de estas campañas es la expresión colectiva del repudio, en tribunas, medios de comunicación, campos de juego y oficinas de gobierno. Este ejemplo fue recogido luego a nivel europeo.
En Europa
Uno de los logros es una resolución del Parlamento Europeo, condenando el racismo en el fútbol y exhortando a la UEFA a introducir severas sanciones a los clubes o asociaciones responsables, ya sea en la forma de deducción de puntos o su expulsión de los torneos europeos.
El problema es que sobre la pretendida severidad existen numerosas dudas.
Se dice, por ejemplo, que cerrar estadios o expulsar de torneos es una victoria táctica de los racistas y una penuria económica para clubes que, a veces, están haciendo esfuerzos para combatir el problema en una forma orgánica. También se propone acentuar la fuerza del repudio.
Cesare Prandelli, el seleccionador italiano, dijo después del partido en Austria que se necesita "un poderoso gesto simbólico al finalizar cada partido; por eso abracé a Balotelli y, si se repite, todos en el plantel lo haremos".
Problema insidioso
Uno de los problemas con el racismo es que es muy insidioso, ya que también se refleja en cosas que pueden parecer mínimas, pero que causan ofensa.
Otro obstáculo es que muchas personas tienen actitudes que pueden parecer racistas, pero que ellos mismos no interpretan como tales.
El caso más conocido se registró en el 2004, cuando Luis Aragonés, entonces seleccionador de España, quiso motivar a José Antonio Reyes, diciéndole en privado que era mejor que "ese negro de mierda", aludiendo a Thierry Henry, compañero en ese entonces de Reyes en el Arsenal.
Una cámara de televisión grabó la conversación, sin saberlo Aragonés.
En Francia e Inglaterra se consideró esto una muestra indudable de racismo, mientras que en España muchos lo interpretaron como una expresión coloquial, "muy castiza", sin verdadera intención de ofender a Henry.
El hecho de que Aragonés se negara a disculparse debilitó bastante esta justificación, pero todavía es la interpretación predominante en España.
Pequeña minoría
La cuestión, ahora, no es tanto que en Italia (o cualquier otro país) haya manifestaciones racistas contra Balotelli: el problema es que se niegue que haya un problema de racismo, atribuyéndolo a una "pequeña minoría".
¿Cuán pequeña debe ser una minoría para no reflejar un verdadero problema social? ¿Cuatro o cinco personas? ¿Cuatrocientas, cuatro mil?
Algunos comentaristas aconsejan restar importancia al asunto, porque la reacción hace el juego a los racistas, al demostrar que sus agresiones dan en el blanco.
Dicen que, a fin de cuentas, la mayoría de los aficionados que gritan "mono", arrojan bananas, o abuchean a jugadores negros no son racistas endurecidos, sino oportunistas que quieren socavar la confianza de un jugador adversario.
Lo prueba, dicen, que estos supuestos racistas no abuchean ni insultan a los jugadores negros (o árabes, o judíos, o turcos) de sus propios equipos.
El problema con este tipo de lógica es que, si lo tomamos al pie de la letra, la inmensa mayoría de los actos racistas deberían ser tolerados, ya que el agresor seguramente tiene consideraciones con otras posibles víctimas de su racismo.
Así, no habría problemas si insultamos y arrojamos una banana a Fulano en la cancha, porque nos abstenemos de incendiar el puesto de Mengano en el mercadito, cuando lo podríamos hacer si "fuésemos racistas de verdad".
En esto, los italianos deberían escuchar a Prandelli: "no olvidemos que durante décadas fuimos el país con más emigrantes en el mundo; los italianos estamos en todas partes, en todos los rincones del planeta". Bien lo sé yo. Mi abuelo fue uno de esos emigrantes.