RUIDO Y EMOCION
Futuros pilotos del automovilismo colombiano se preparan en nuevos escenarios deportivos.
La Sabana de Bogotá, la de los sauces llorones al borde de los meandros de un río amarillento, no sólo es el escenario de interminables filas de automóviles que recorren lentamente sus carreteras cada fin de semana en busca del verde perdido o de los lejanos cementerios.
Dos de sus pueblos antaño más apacibles son ahora testigos no sólo del ritual bogotano del paseo dominguero, sino también de un espectáculo de ruido y emoción que ni sus habitantes ni don Tomás Rueda Vargas hubieran imaginado tiempo atrás. Un kartódromo construido en Cajicá, la ciudad que se hizo famosa por sus tapetes y sus empanadas, y un autódromo que está resucitando el nombre de Tocancipá, un pueblito situado al borde de la línea del tren, son los escenarios que domingo tras domingo reúnen a los aficionados al automovilismo.
Por la Autopista del Norte, no sólo transitan ahora las atiborradas flotas, los Buicks 57 destino Sopó o los camiones vacíos que regresan a la provincia en busca de mercancía. También se ven de repente impacientes Renaults 4 de carreras llenos de letreros que ruidosamente tratan de avanzar entre las despreocupadas filas. También aparecen de pronto, remolcados en un trailer, los coches de Fórmula Colombia que horas después estarán girando a 150 kilómetros por hora en la pista de Tocancipá. Son ellos y sus pilotos quienes le han cambiado la cara a los domingos bogotanos. Tras el cierre del autódromo de don Ricardo Mejía, el automovilismo colombiano tuvo que superar innumerables obstáculos para no desaparecer. Escenarios improvisados en las principales ciudades del país fueron adaptados en un intento casi desesperado para cumplir los distintos calendarios de competencias. Parecía que la crisis era inevitable: mientras los pilotos corrían en las centrales de abasto, las vacas pastaban en el autódromo internacional de Bogotá. Fue entonces cuando los pilotos colombianos comenzaron a buscar nuevos horizontes: las competencias de duración en los Estados Unidos. Los pilotos se asómaron tímidamente a aquellas pistas y poco a poco mejoraron sus actuaciones.
Mauricio de Narváez, Ricardo "Cuchilla" Londoño, Honorato Espinosa y Diego Montoya ya han logrado resultados importantes y sus nombres son respetados al igual que el letrero de Colombia que domina el parabrisas de sus autos. En Inglaterra otro colombiano superó incontables dificultades de todo tipo para hacerse piloto de carreras. Roberto José Guerrero compitió en el campeonato inglés y europeo de fórmula tres, este año pasó a la fórmula uno, donde realizó una campaña que si bien no satisfizo las ansias tropicalistas de los colombianos, fue lo suficientemente valiosa como para que varias escuderías importantes estén interesadas en contar con Guerrero para la temporada de 1983.
El automovilismo está de moda. Un ejemplo de los consagrados lo están siguiendo nuevos pilotos que participan en la Copa Renault, ganada este año por Mauricio Cortés, en la Copa Fiat y en la Fórmula Colombia. Pero otra disciplina está tomando fuerza. El kartismo, que aparecía y desaparecía intermitentemente en la pista del viejo aeropuerto de Techo, en los parqueaderos de los centros comerciales o en lugares de ese estilo, ahora tiene un escenario que sin duda va a garantizar su continuidad. El kartismo es la escuela que forma a los futuros pilotos de pista y en Colombia nunca existió un calendario consistente que le sirviera a los kartistas para seguir una carrera en esta disciplina. Ahora, con los kartódromos de Cajicá y Duitama funcionando, esta disciplina tiene, al menos para los bogotanos, un futuro muy promisorio.
Y el automovilismo será el gran beneficiado, porque ahora los pilotos comenzarán por el principio, y no estrellando el carro de la casa en rallies imaginarios o en carreras ye-ye, como ocurría en los años sesenta.
El próximo paso que deben dar los dirigentes de este deporte es el de lograr descentralizar el automovilismo. Si el calendario nacional se sigue cumpliendo exclusivamente en el autódromo de Tocancipá, los pilotos de otras ciudades tendrán muchas dificultades para participar en los distintos campeonatos. Se verán obligados a radicarse en Bogotá y la afición por este deporte será exclusividad de los bogotanos.
Del Buick 57 que conoció de un modo doloroso los baches de la Pepe Sierra y que sus nuevos dueños llevan hoy día a Sopó cada domingo, al Ensign de Guerrero, hay toda una historia escrita por hombres que convirtieron con su entusiasmo las noches clandestinas de los sábados en un deporte lleno de promesas pero también de realidades.
Una historia que también ocurre en el garaje de Mauricio de Narváez allá en Daytona, donde reposan silenciosos los trescientos caballos de un Porsche Turbo, el del parabrisas cubierto con ese letrero que dice, bien grande: Colombia.