Catar 2022
Selección Colombia: sin goles, no hay Catar
La Selección dejó escapar una oportunidad de oro para encarrilar el sueño del Mundial de Catar. Aunque las opciones de clasificar siguen vivas, el juego del equipo deja muchas dudas: cero goles en más de 270 minutos.
Como si la máquina del tiempo nos hubiera devuelto a Rusia 2018, Yerry Mina, discutido defensor central, pudo haberse convertido en el héroe de la campaña a Catar 2014. En un entrevero en el área, en el último de los ocho minutos adicionados, empujó de manera poco ortodoxa el balón al fondo del arco de la Selección de Ecuador. El de Guachené salió corriendo y fue abrazado por todos los jugadores colombianos, como cuando empató agónicamente el duelo ante Inglaterra en el pasado Mundial.
Millones de colombianos también se abrazaron como si lo hicieran con el jugador del Everton. No era para menos. Se daba un paso gigantesco a la clasificación. Seis minutos (eternos) después, el VAR se encargó de despertar al país de ese microsueño, para enfrentarlo a una dura realidad. La Selección que dirige Reinaldo Rueda no encontró el camino del gol, el único que lo podía conducir a Doha en noviembre del año próximo.
Era vencer o morir. Ecuador, que llegó a Barranquilla de tercero en la tabla de posiciones con 16 puntos, había pinchado en su visita a Venezuela (2-1). Colombia, con 15 puntos y desde la quinta posición (la del repechaje), tenía a los de la mitad del mundo en la mira. De haber hecho respetar la cancha del Metropolitano, la Tricolor habría ascendido al tercer lugar de la tabla con 18 puntos y aventajaría en dos unidades a los de Gustavo Alfaro.
Más importante aún, supondría para los cafeteros afrontar la recta final de la eliminatoria dependiendo de sus propios resultados, con la “ventaja” teórica de que ganando los tres juegos que restan de local (Paraguay, Perú y Bolivia) se alcanzarían los 27 puntos, que en las recientes eliminatorias ha sido el número mágico de la clasificación.
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La Selección, que había conseguido “puntos de oro” ante Uruguay en Montevideo y Brasil en Barranquilla, se encargó de quitarle brillo a ese botín tras no pasar del empate a cero goles en el crucial juego ante Ecuador. Los soñados cinco puntos con los que se aspiraba a terminar esta triple jornada, se redujeron a tres.
Y aunque la cosecha supo a muy poco, parafraseando a Pambelé (“es mejor ser rico que pobre”), es mejor sumar a no hacerlo. Tanto, que el punto ante los ecuatorianos sirvió para igualar en 16 a Uruguay, y por mejor diferencia de gol, arrebatarle (parcialmente) el cuarto cupo directo. Francisco Maturana se hizo célebre con su frase “perder es ganar un poco”, y a la Selección le cayó como anillo al dedo, pues fueron los resultados de terceros los que le significaron el ascenso en la tabla.
Colombia, que se acostó siendo quinta, despertó de cuarta sin cumplir con su obligación de ganar.
Y aunque el empate sin goles del pasado jueves fue un auténtico baldado de agua fría, que empapó el renaciente fervor por el combinado patrio (en los dos juegos en Barranquilla, la casa de la Selección percibió ganancias por $25 mil millones, la capacidad hotelera fue del 100 % y el comercio incrementó sus ventas en un 30 %), no apagó las opciones de clasificar que Colombia tiene en sus propias manos.
Las cuentas son claras. De ganarles a Paraguay, Perú y Bolivia en Barranquilla alcanzaría 25 puntos. Para llegar a los 27 que pueden asegurar el tiquete a Catar, la Selección tendría que arañar mínimo dos puntos en los juegos fuera de casa que le restan: Brasil y Argentina (que se advierten imposibles), y Venezuela (que siempre se juega la vida contra Colombia).
Así como los resultados en casi todas las jornadas de la eliminatoria han favorecido a Colombia, la preocupación nacional radica en que se ha perdido la confianza de lo que pueda hacer el equipo en la cancha.
El margen de conquistar empates se ha terminado, y ahora se hacen imprescindibles las victorias. Pero estas solo se consiguen con goles, y Colombia completó más de 270 minutos (Uruguay, Brasil y Ecuador) sin marcar uno.
Para ello, Reinaldo Rueda ha manejado varias alternativas, y ha convocado jugadores con denostado poder ofensivo en sus clubes, como Duván Zapata y Luis Muriel, goleadores del Atalanta de Italia, y hasta ha recurrido a la reciente racha anotadora del goleador histórico de la Selección, como Falcao García.
Las carencias parecían haberse resuelto con el olfato de Miguel Ángel Borja, pero el delantero cordobés se lesionó con el Gremio de Portoalegre y fue el gran ausente de la triple jornada de la semana anterior.
Rueda también recurrió a Rafael Santos Borré, máximo goleador de la era del ‘Muñeco’ Gallardo en River Plate de Argentina; Roger Martínez, titular del América de México, y Luis Díaz, del Porto, el jugador colombiano con mayor proyección en Europa. Ninguno de ellos provocó el grito de gol.
No es porque tuvieran la pólvora mojada, aunque Zapata, Díaz y Sinisterra tuvieron oportunidades inmejorables para ganar los recientes encuentros. El fútbol de Colombia es tan pobre en generación de juego que muy pocas jugadas se hilvanan y dejan de cara a la portería a los delanteros nacionales.
En los últimos minutos del juego contra Ecuador, Colombia solo tuvo la alternativa de enviar centros para pescar una milagrosa cabeza colombiana, precisamente una fórmula desconocida y que históricamente pocos resultados positivos le ha significado.
Rueda tendrá apenas tres semanas (el próximo juego, contra Brasil, será el 11 de noviembre) para encontrar el camino del gol, el cual está obligado a recorrer contra Paraguay y Perú. Otros jugadores diferentes a los convocados habitualmente no se vislumbran en el camino, aunque todavía se extrañe a James, y muchos reclamen a un veterano de Brasil 2014, como Teo Gutiérrez, como alternativa para generar opciones de gol.
Lo que no existe es una máquina del tiempo que nos regrese a Brasil 2014, cuando Colombia contaba con una de las mejores generaciones de futbolistas de su historia y que llegó a marcar doce goles en ese Mundial. El equipo que aspira a llegar a Catar dista mucho de aquel que, conducido por José Pékerman, alcanzó el quinto lugar del mundo, aunque sí tiene nombres para pelear la clasificación.
Sin embargo, el tiquete no solo se conseguirá con las manos salvadoras de David Ospina. Rueda y los jugadores lo saben: sin goles no hay paraíso.