TOUR DE FRANCIA
Froome: un indestronable que parece venido de otro planeta
El ciclista de 32 años ganó su cuarto Tour de Francia y está a uno solo de llegar al olimpo del ciclismo mundial. Esta es la historia de su vida.
El maillot amarillo del Tour de Francia es una de las prendas más codiciadas en el mundo del deporte. Todos los ciclistas del pelotón sueñan con vestirla, al menos por un día, pero está al alcance de muy pocos. Christopher Froome (Nairobi, Kenia; 20 de mayo de 1985) es uno de esos privilegiados. Este año completó un registro que solo unos cuantos pueden contar. Llegó a 50 días consecutivos con la amarilla puesta, desde que la vistió por primera vez, en 2013. Y así, vestido de amarillo, llegó por cuarta vez a París.
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Froome, jefe de filas del Sky Team, un equipo a su medida, ha quedado a un solo Tour del olimpo del ciclismo, ese que comparten, de momento, cuatro corredores históricos, los que han ganado cinco tours. Los franceses Jacques Anquetil y Bernard Hinault, el belga Eddy Merckx, y el español Miguel Induraín. Si ganar un solo Tour es una proeza, la historia del deporte no sabe cómo calificar cinco. Y cuando se creía que no habría nuevo héroe, un africano con alma blanca, está a poco de repetir la gesta, llegar por quinta vez a los Campos Elíseos con la malla amarilla.
Pero lo particular de la historia es que la primera vez que Chris se subió a una bicicleta nunca apuntó sus pedalazos a la camisa amarilla, ni trepar las grandes cimas de los Alpes o los Pirineos. La bicicleta solo era felicidad y libertad, como lo confesó en 2013 en una entrevista en El País de España. "Decidí correr en bici porque para mí era la mejor manera de alcanzar la felicidad. Me hace feliz explorar, ir por ahí a ver cosas. Era lo que hacía desde pequeñito. Nací en Nairobi y di vueltas y vueltas por la ciudad, sus alrededores y la campiña con mi bicicleta hasta los 14 años”.
Ahora el explorador de la bicicleta tiene 32 años y es el ciclista más completo del mundo. Duro de roer por sus numerosos retadores en la montaña, y apabullante en las pruebas contra el cronómetro. Cualidades que sorprenden para un ciclista que dio sus primeros pedalazos en África, donde tuvo cara a cara la muerte. Froome ha contado la anécdota de cómo un árbol lo salvó de un hipopótamo cuando pedaleaba por ahí. Sus padres sí nacieron en Inglaterra, y por motivos de trabajo llegaron a la capital keniana.
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Años después, en 2015, cuando buscaba su segundo Tour, disputó una contrarreloj con el dibujo de un rinoceronte en el tubular de su bicicleta. Froome se convirtió en embajador de la lucha contra la extinción de los animales como rinocerentes, hipopótamos y elefantes. En aquel entonces dijo: “Seré padre en diciembre y quiero que mi hijo crezca en un sitio en el que los animales y la vida salvaje sean respetados”
Froome tuvo como inspiración, mentor y entrenador a David Kinjah, uno de los ciclistas kenianos más exitosos de la historia. Sin embargo, hacia el año 2000, Chris y su familia se fueron a vivir a Johannesburgo, Sudáfrica, en donde continuó con el ciclismo de ruta. Incluso, el primer equipo al que perteneció era de ese país: el Konica Minolta, al que llegó en 2007.
Allí apareció un italiano, Claudio Corti, muy conocido en Colombia pues ha sido varias veces director de escuadras colombianas y en el mundo ciclístico tiene fama de caza talentos. Fue quien descubrió a Froome y quien le enseñó el sueño amarillo.
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“Le vi en una Vuelta al Cabo. Era una carrera de cinco-seis días. Recuerdo que en la etapa con llegada en alto, en una subida bastante dura a Stellenbosch, llegó junto a los míos, aguantó el ritmo de Cárdenas, de Sabido... el ritmo de gente que ya era profesional. Iba bien en la montaña y tenía ritmo y agilidad en las contrarrelojes. Como en el equipo tenía que alinear a algún surafricano, pensé que Froome era la mejor opción”, recordó Corti en 2013, cuando era director del Colombia Coldeportes, durante una charla con el periodista Héctor Urrego.
En el año 2008 Froome debutó en el Tour de Francia, sin ser sobresaliente en el pelotón. Un gregario más en el equipo británico Barloworld. En su debut quedó en la posición ¡84! No se desanimó. Volvió al Tour cuatro años después, en el 2012, y ganó su primera etapa en la competencia, y días después llegó de amarillo a París.
Froome representó primero a Kenia que a Gran Bretaña a nivel internacional. Sucedió en el 2006 y 2007, en los campeonatos mundiales sub-23. Hacia final de ese año y a principios del 2008, empezó su historia directa con Gran Bretaña. Primero terminó cambiando el equipo surafricano por el Barloworld británico y después, en mayo del mismo año, Chris se convirtió oficialmente en británico, adoptando la nacionalidad con la que se le reconoce mundialmente.
El 2009 fue un año difícil para Froome. Aunque nunca supo cómo la bicicleta dejó de ser un camino a la libertad, y convertirse en su oficio, plagado de sacrificios y sufrimiento. Ese año fue diagnosticado con bilharzia, también conocida como esquistosomiasis. Esta enfermedad es muy frecuente en África, se contrae en los ríos y consiste, fundamentalmente, en que las larvas entran al cuerpo y reducen la cantidad de glóbulos rojos. El ciclista duró cerca de cuatro años con la enfermedad y, en el 2013, por fin se libró de ella.
Sería como un nuevo comienzo. Desde entonces Froome se convirtió en imbatible. Ganó el Tour en 2013, 2015, 2016 y se coronó por cuarta vez en los Campos Elíseos, este domingo 23 de julio. En 2014 era máximo favorito pero una caída lo obligó al retiro.
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Dentro de su palmarés, también cuenta con ¡dos medallas olímpicas! Las dos son de bronce y fueron obtenidas en la prueba de contrarreloj; la primera en los Juegos Olímpicos de Londres 2012 y la segunda en los de Río de Janeiro 2016.
Adicionalmente, ha ganado tres veces el Critérium del Dauphiné, los mismos años en que se quedó con el Tour, y ha obtenido el segundo puesto en la Vuelta a España en tres ocasiones: 2011, 2014 y 2016.
Pero Froome también ha tenido que soportar el peso de la amarilla. Una extraña mezcla de amor y odio rodea a la camiseta de ganador del Tour. Quien se la pone se lleva la admiración y la idolatría, pero quien la luce a diario despierta antipatía.
Froome ha sido uno de esos campeones que con frecuencia recibe insultos, escupitajos, y hasta empujones en las carreteras, o sufre por las dudas sobre su rendimiento y por las insinuaciones de tramposo, o que se declara víctima de un ambiente agresivo en su contra. Pero el amarillo también es el color del villano. La gente quiere que un retador lo destrone. Pero este nada que llega.
La primera vez que consiguió el Tour el keniata se declaró sorprendido. El año pasado, cuando consiguió su tercer título, dijo que era una obligación. Probablemente también sea una obligación el próximo año, pues de ganar su quinto Tour conseguirá su pasaporte al olimpo del ciclismo. A su favor una histórica coincidencia. Los cuatro ciclistas que ganaron cuatro tours, como Froome, consiguieron la quinta victoria. El africano de alma blanca y que soñaba con ser un explorador en bicicleta, tiene un reto con la historia, y seguramente desde mañana empezará a prepararse para el Tour 2018.
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