DEPORTES
Vendedores “de-ambulantes”.
El cierre de los estadios de futbol no solo representó un duro golpe para los jugadores y los hinchas que tuvieron que conformarse con ver a sus equipos por televisión, sino la quiebra para los pequeños comerciantes que viven de las fechas futboleras.
“Un compañero de nosotros se suicidó por la situación que estaba atravesando dejando una mamá y un niño de 5 años de edad”, dice con profunda nostalgia Helbeth Restrepo, presidente de los venteros y arrendatarios del Estadio Atanasio Girardot en Medellín, quién en sus 40 años vendiendo paquetes, dulces y gaseosas en los juegos de Atlético Nacional o el DIM jamás se imaginó que un virus mundial iba a dejarlos en posición irregular económicamente hablando a él y a 552 comerciantes más.
En Bogotá, 40 familias en 14 módulos, hicieron hace 60 años del colesterol su palacio cerca al Nemesio Camacho el Campín, pero 365 atrás días el trono les fue arrebatado por la covid-19 y de su majestad el chunchullo, el bofe, la morcilla o el chicharrón no queda ni el sabor ni el olor, irónicamente dos de los sentidos que puede arrebatar este virus.
El panorama ahora es de sillas arrumadas, mesas llenas de polvo o vitrinas empañadas por el abandono y así de tirados se sienten los hombres entre los 60 y 85 años que trabajaban en el lugar por el IDRD: “nuestra entrada se debe al fútbol. En un día bueno nos hacíamos 900 mil, ahora que no tenemos el dinero igual seguimos pagando servicios públicos estrato 4 y poniendo de nuestro bolsillo el vigilante y el mantenimiento del lugar”, dice Carlos Julio Parra Torres.
Blanca Durán Directora del IDRD, entidad que administra el lugar dijo a SEMANA que las personas que están en el Palacio del Colesterol, tenían un contrato de aprovechamiento económico con el Instituto y el año pasado para apoyarlos y no generar una carga por la pandemia no se les cobró. En 2021, asegura, han buscado alternativas: “este año se les ha venido ofreciendo espacios en otros parques de la ciudad para reactivar su actividad económica y ellos no aceptan la oferta y ya no depende de nosotros”, su testimonio es desmentido por los hombres y mujeres que preparan las delicias gastronómicas en los juegos de Santa Fe o Millonarios: “el arriendo no lo cobran porque no tenemos contrato desde abril de 2020, pero sí nos cobran las dos bodegas que usamos aquí”, dice el señor Torres quien es el líder de los venteros.
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Este medio pidió actas de las reuniones donde se plantearon dichas ideas y no llegaron. En nuestro poder tenemos una carta dirigida por los venteros al IDRD el pasado 10 de febrero con sello de recibido en la que se pide el regreso a su lugar original. Al cierre de esta edición no había respuesta alguna.
De tanto esperar, todas estas personas pertenecientes su mayoría al grupo de la tercera edad sienten el desgaste que se refleja a su vez en el alacio del Colesterol, tejas en mal estado o canales tapados la evidencia del abandono. Sin embargo se fortalecen entre ellos, hacen esfuerzos y están abiertos a asumir las condiciones de la “nueva normalidad”: elementos de bioseguridad, menos personas en su punto de trabajo, inversión en trajes, tapabocas, guantes y todo lo que sea necesario para volver a hacer lo que único que aprendieron en la vida: atender de la mejor manera a los hinchas y buenos comensales. Están listos para el pitazo inicial de la alcaldesa Claudia López, no quieren seguir sentados esperando las vacunas sino cuentan con la salud mental y emocional de sentirse útiles.
Y mientras en la capital de la república los comerciantes informales no se sienten en capacidad de cambiar de lugar o de ofrecer domicilios por ser personas de la tercera edad, en Cali Erik Alejandro Ortiz, vendedor de lechonas Qualy en el estadio Pascual Guerrero y Palma Seca aprovecha toda la vitalidad de sus 31 años para aplicar la palabra de moda durante la pandemia: “reinventarse”.
Pasar del espacio real al virtual y ponerle ruedas al cerdo, base de los 12 platos típicos que ofrece en su carta, para que llegue a cada rincón de la ciudad, le produjo un frenazo en seco en su empresa. De 15 empleados despidió a 5 y de devengar hasta 15 millones en un duelo clase A de los que disputan América de Cali o el Deportivo Cali, pasó a ganarse menos de la mitad: “somos un grupo de vendedores enfocados a lo del fútbol. Nos tocó reinventarnos, tomar el número de teléfono de los clientes y hacer mercadeo. Ampliamos la carta ya no solo vendemos lechona y cerdo horneado, vendemos 12 platos típicos. La situación adversa nos obligó a salir adelante”, dice el esposo y padre de un pequeño de 3 años.
En Barranquilla los venteros ambulantes parecen tener dudas o tal vez temor de hablar. SEMANA llamó a varios de ellos, todos nos referenciaron con quien dicen, es el líder de los comerciantes en el Estadio Metropolitano llamado Davinson y conocido como ‘Tato’ quién parece ser la única voz autorizada para referirse al tema. La insistencia con este vocero no fue suficiente pues pese a las contantes citas, fue imposible tener su testimonio.
Sin embargo de manera anónima y sin permitir mención varios relatos llegaron a nosotros. Según tres de los venteros informales de curramba, la Alcaldía de Barranquilla contrató un nuevo operador llamado Empresa Puerta de Oro para que maneje todo lo relacionado con las cafeterías y trabajadores ambulantes del escenario deportivo, lo que califican de medida impopular: “afectan más de 650 familias que devengan su sustento, con la venta informal de sus productos en los días de partidos del Junior de Barranquilla, queremos comunicar también que nunca hemos recibido ninguna ayuda o estímulo de ninguna entidad, lo que hace más difícil nuestra situación. Ayúdenos por favor a difundir por ese medio, la terrible situación por la que está pasando este grupo de luchadores que vemos con preocupación cerrarse la oportunidad de seguir luchando por nuestros ingresos” escribieron a vía WhatsApp.
Pero los cambios para los costeños no llegaron con la pandemia. Desde que fue inaugurado el Metropolitano Roberto Meléndez, en el año 1986, la mayoría de cafeterías fueron adjudicadas a personas que venían de vender en el estadio Romelio Martínez, quienes a su vez trabajaron con “metrofútbol” encargado de administrar el escenario deportivo. Tiempo después el manejo lo obtuvo el Distrito de Barranquilla, a quien se le cancelaban los permisos respectivos. El no tener intermediarios para los productos dejaba grandes dividendos económicos.
Después del Mundial Juvenil las cosas cambiaron y en una reunión con el Secretario de Deporte del Distrito de Barranquilla se decidió que Junior F.C. manejaría los puntos de venta como dueño del espectáculo futbolero y desde ese momentos las ganancias disminuyeron pero los productos para los aficionados subieron. De la firma Puerta de Oro se cansaron de esperar ayuda o soluciones a su situación: “hay compañeros que fallecieron esperando una ayuda estatal que ha brillado por su ausencia. Esperamos que la nueva administración del estadio no nos atropelle como lo han hecho las anteriores”, dijeron a SEMANA tres de los venteros informales.
Según el más reciente informe del Dane, en enero de 2021, el empleo informal en las 13 ciudades y áreas metropolitanas como Bogotá, Cali, Medellín, Barranquilla, Bucaramanga, Manizales, Cartagena y demás fue del 48,9%, lo que significa un incremento de tres puntos porcentuales en comparación con la cifra registrada en enero del 2020, cuando se ubicaba en 45,9%. Es decir, la informalidad subió en el año de pandemia.
Cabe resaltar que de las 9,5 millones de personas que están ocupadas en Colombia, 4.695.000 trabajan en empleos informales. En cuanto a la informalidad por género, se registra que en el primer mes de este año 2.618.000 hombres hacen parte de las labores informales, 2 mil más que en 2020. En el caso del género femenino, hay una variación negativa de 174.000 mujeres, pues en enero de 2021 el Dane reportó 2.078.000 mujeres en el empleo informal, cifra que dista de la registrada en el mismo periodo del año anterior, cuando era de 2.252.000.
En Medellín por ejemplo, los equipos paisas presentaron un plan piloto a la administración municipal, el gobierno nacional y los entes deportivos para permitir el ingreso de sus hinchas con todas las medidas de bioseguridad al estadio. El avance se vio en la final de la Copa BetPlay cuando la banda musical del equipo del pueblo ingresó al escenario deportivo y cuando la barra más representativa de los del verde estuvieron en la tribuna sur en el clásico entre Nacional y América. En ese plan piloto, los presidentes de los clubes aseguraron en entrevista con SEMANA que incluyeron a los venteros ambulantes para permitirles el regreso a su trabajo como un beneficio de ciudad.
Dos mujeres que agradecen dicha iniciativa en la ciudad y esperan literalmente sentadas en casa a que su local 1119 ubicado cerca a la cancha Marte. María Felipa Asprilla, de 82 años y quien tras dedicar 50 de ellos a las ventas en ese escenario deportivo, hoy sobrevive gracias a la solidaridad de sus vecinos: “estoy viviendo de lo que me da la gente de buena voluntad, no tengo más entrada”. Su hija Adriana María Pino Asprilla lleva acompañándola 37 de sus 57 años en esta labor y agradece a los clientes del negocio que hoy permanece inactivo, preocuparse por apoyarlas con mercados y aportes económicos.
Nancy del Socorro Hernández y María Elena Vargas pasaron de ser símbolo de preparar delicias con sus manos a convertirse en el rostro del drama. La situación de Nancy se puso tan difícil en lo económico que le generó estrés y un derrame posterior: “me da nostalgia hablar de eso porque la señora está postrada en una cama por el estrés que le dio un derrame, llevaba 40 años laborando en el estadio Atanasio Girardot. Situaciones que duelen porque son compañeros de la Unidad deportiva que es nuestra segunda casa, ahí dejamos nuestra juventud” dice Helbeth Restrepo, quien más que el presidente de los venteros y arrendatarios del Estadio Atanasio Girardot en Medellín siente que sus colegas son parte de su familia.
A más de 400 kilómetros de esta mujer que pasó de estar activa en su negocio a quedarse postrada en su cama, está una bogotana que encarna la segunda generación de su familia en el Palacio del Colesterol. María Elena Vargas, siguió con el piqueteadero María Luisa nombre que hace honor a su fallecida madre. Esta mujer de 66 años dice no temerle a la covid- 9, su cuerpo que tiene huellas de artritis se hizo fuerte para resistirlo todo, menos el quedarse quieta. Dice sentirse muerta en vida porque además para sobrellevar su enfermedad necesita un tratamiento biológico que incluye una ampolleta mensual de 7 millones de pesos: “por medio de mi trabajo me pago mi salud y eso que gané un porcentaje por medio de una tutela, pero si no me lo aplico quedo inválida” asegura esta vendedora informal que utilizó el garaje de su casa en el 7 de agosto para no dejar morir la herencia de su mamá.
“Nos hemos sostenido a medias, a mochas y a trancas pero nos hemos sostenido. Necesitamos ayuda.” Esta frase cierra perfectamente este compilado de historias de un grupo de personas que pasaron de comerciantes ambulantes a vendedores deambulantes.