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2017: ¿El año de la recuperación?
Esa era la expectativa del Gobierno. Sin embargo, con los resultados de los tres primeros meses del año es difícil hacerse ilusiones.
Son muchas las preguntas que las autoridades, los expertos, los inversionistas, los empresarios y los hogares se hacen hoy sobre el futuro económico de Colombia. En un país donde hizo carrera la frase “la economía va bien, pero el país va mal”, cada vez crece más la preocupación porque ambos frentes se estén deteriorando; por eso, en ese nuevo estado de cosas es necesario pensar con cabeza fría cuál es el diagnóstico acertado sobre los riesgos y oportunidades que se le presentan al país hoy.
Varios ‘heraldos negros’ se levantan en el panorama. Todo indica que la economía empezó con el freno de mano puesto y por eso este primer trimestre podría ser peor que el primer trimestre de 2016. A esto se le suma el pesimismo que han originado los escándalos de Odebrecht, lo que genera muchas dudas sobre la gran locomotora de la infraestructura. Finalmente, es claro que la reforma tributaria golpeó a los hogares en los primeros meses, lo que afectó las finanzas de todos.
El primer trimestre va a ser un periodo de crecimiento mediocre. El propio Banco de la República tuvo como una de sus consideraciones para hacer un nuevo descenso en los tipos de interés los malos resultados en indicadores claves.
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Foto: Juan José Echavarría, gerente del Banco de la República.
En el comunicado emitido luego de la más reciente Junta Directiva de la entidad, el Emisor explicó que “indicadores recientes de actividad económica, como las ventas al por menor, la producción industrial y la confianza del consumidor, sugieren un debilitamiento de la economía en el primer trimestre del año. Si esta tendencia se acentúa, el pronóstico de crecimiento del equipo técnico para 2017 podría reducirse (2% en un rango entre 0,7% y 2,7%)”.
El anuncio es preocupante, pues se suponía que 2017 iba a ser el año de la consolidación, así que es necesario encender las alarmas. El exdirector de Planeación Nacional y hoy presidente de la Cámara de Comercio de Cali, Esteban Piedrahita, ratificó que, aunque el año pasado tuvo un comportamiento regular, lo que lo convirtió en la peor vigencia desde 2009 en crecimiento, “2017 arrancó peor que 2016; la tributaria generó una ola de pesimismo que llenó de zozobra a las empresas, que empezaron quejándose del consumo”.
Foto: Esteban Piedrahita, presidente de la Cámara de Comercio de Cali y Sergio Clavijo, presidente de la Anif
Andrés Pardo, director de investigaciones económicas de Corficolombiana, explicó que “estábamos esperando que comenzara mal por el menor gasto de los hogares por cuenta de la reforma tributaria. Ese cambio normalmente tiende a tener un peso importante en las ventas, que son las que se van a afectar; por eso, los datos que salieron de comercio al por menor con una caída no nos sorprenden, los estábamos esperando”. Según él, este mal resultado queda ratificado con los datos del Indicador de Seguimiento a la Economía (ISC) que registraron apenas un crecimiento de 1,2%, “el más bajo en más de un año, si se exceptúa el de julio pasado, cuando se sintió el impacto del paro”, comentó.
Aun así, el ministro de Hacienda, Mauricio Cárdenas, ratifica que este año la economía crecerá 2,5%, impulsada por los planes que anunció el Gobierno en su estrategia Colombia Repunta, que debe aportar 1,3 puntos porcentuales al crecimiento este año. ¿En qué radica su optimismo, justo cuando muchos piensan que se está disipando la ilusión de que 2017 sea el año de la recuperación? El debate está abierto.
Ajuste necesario
Para entender el tema, es necesario mirar los problemas en perspectiva. A Mauricio Cárdenas le ha tocado bailar con la más fea recientemente. Colombia enfrenta desde hace tres años el mayor choque externo de su historia, por cuenta de la caída de los ingresos fiscales, originada en el abrupto descenso de los precios del crudo. Eso significó que las finanzas públicas dejaron de recibir alrededor de $30 billones al año, un golpe sin antecedentes en la historia reciente. Eso ha exigido un duro plan de ajuste que implicó la reforma tributaria que acaba de entrar en vigencia.
El propio Cárdenas señaló en entrevista con Dinero que la caída en las exportaciones de Colombia en esta coyuntura es equivalente a la registrada en el periodo de la Gran Depresión mundial de la década de los 30 y en la Guerra de los Mil Días. En ambos casos, este choque vino seguido por una depresión que duró dos años en cada caso, explicó Cárdenas.
Así las cosas, la economía colombiana ha mostrado una enorme resiliencia. Así que haber mantenido la estantería en pie no es un logro menor; de hecho, hasta el propio Fondo Monetario Internacional (FMI) halagó el plan de ajuste que ha adelantado el país; el FMI no se caracteriza por ser políticamente correcto y cada vez que tiene que señalar los problemas de las economías de los países lo hace sin mayores eufemismos. Al finalizar la visita a Colombia, el FMI expidió un comunicado en el que señaló: “Colombia continúa adaptándose de forma gradual a una combinación de shocks internos y externos gracias a las pautas marcadas por un sólido marco de políticas. La oportuna adopción de una política económica más restrictiva el año pasado ayudó a reducir en cierto grado los desequilibrios macroeconómicos relacionados con el déficit en cuenta corriente y la inflación”.
Las Agencias Calificadoras también hicieron un guiño, al ponderar el plan de ajuste y su impacto en las finanzas públicas. Sólo una prueba de ello: Fitch mejoró la perspectiva de la deuda colombiana y, aunque no se adornó con elogios, reconoció los avances del país en el plan de ajuste, por logros como el menor déficit en cuenta corriente, la corrección en la inflación y la aprobación de la reforma tributaria.
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Los resultados del ajuste apenas empiezan a verse. Primero, este año habrá unos mayores ingresos fiscales por cuenta de la aplicación de la reforma tributaria; además, el déficit en cuenta corriente se alejó del 6,4% que registró a finales de 2015 y se empezó a acercar hacia niveles de 4,4%, que siguen siendo altos, pero que muestran una tendencia a la baja; las expectativas de inflación parecen haberse corregido y prueba de ello son los menores resultados del IPC en los últimos meses.
Nadie puede discutir que, hasta el momento, el plan de ajuste parece haber mostrado resultados. El propio FMI llamó a toda esta estrategia “un sólido marco de políticas”. Tal marco de política incorpora el ajuste en las tasas de interés para afinar las expectativas de inflación el año pasado y ahora una reducción moderada para impulsar de nuevo la economía; y la presentación de un presupuesto ajustado en términos de inversión para 2017, con la promesa de aprobar una reforma tributaria en el Congreso, para luego poner a consideración del mismo Legislativo una adición presupuestal para incorporar los mayores recursos generados.
¿Consumidor angustiado?
Pero que el ministro Cárdenas haya sacado adelante el ajuste necesario hasta el momento no significa que ya todo el trabajo esté hecho. Es evidente que lo más importante aún queda pendiente y los riesgos que va a enfrentar el país –o que de hecho ya está evidenciando– son tan o más graves que los enfrentados hasta el momento.
El primer punto de análisis es lo que está pasando con la confianza entre los consumidores. El clima venía lleno de incertidumbre desde el año pasado, cuando el triunfo del No en el plebiscito por la paz demoró la presentación de la reforma tributaria en el Congreso de la República, lo que llevó a que terminara siendo aprobada el 28 de diciembre. Eso significó que apenas tres días después, justo en el Año Nuevo, empezaran a aplicarse las nuevas normas tributarias que le generaron grandes impactos, tanto a las empresas como a los consumidores; todo ello exigió que muchos recalcularan sus presupuestos.
A la economía en plena desaceleración se le sumó el mal ambiente que han generado los escándalos de corrupción en torno del caso Odebrecht y una discusión pública atizada por la inminencia del debate electoral; el resultado es que hoy el gobierno Santos está enfrentando un duro momento de imagen y con buena parte de su principal gestión, el proceso de paz, pendiente de realizar; además de los desafíos tradicionales que se le presentan a un Gobierno con el sol en las espaldas.
Así, el sistema de preocupaciones de los consumidores se ha ajustado. Los resultados del Índice de Confianza del Consumidor así lo revelan. Hay suficiente literatura que demuestra una correlación entre este tipo de indicadores y los resultados finales de crecimiento de la demanda y, en consecuencia, del PIB: esto significa en términos generales que, cuando la confianza del consumidor cae, la demanda tiende a resentirse, y cuando la confianza crece, reacciona favorablemente; así, el PIB puede ir al vaivén de las expectativas de los consumidores, razón por la cual estos índices se convierten en predictores más o menos acertados sobre los resultados generales de una economía.
Sin embargo, desde febrero de 2016 en Colombia este indicador mostró caídas considerables: estuvo en terreno negativo casi todo el año anterior y en enero de este año mostró su nivel más bajo de la historia con un balance negativo de 30,2%. El asunto es que, a pesar de este crítico registro, la economía colombiana creció el año pasado 2%; si bien es un resultado mediocre, no fue negativo, como se podría concluir si se aplicara la regla general de correlación con el ICC.
Según el propio ministro Cárdenas (ver entrevista) este es uno de los temas que más preguntas está generando. “La correlación entre el ICC y el PIB se ha ido debilitando. Nadie ha podido entender eso, pues las variables están mejorando y esperamos que esto cambie”, explicó.
El asunto no es la típica disyuntiva entre percepción y realidad; pues, al fin de cuentas, el país todavía está sintiendo los coletazos del choque externo y los consumidores y actores económicos tienen que asimilar aún buena parte del impacto de la reforma tributaria. El problema realmente se refiere a la posibilidad de que los consumidores lleven el ajuste más allá de lo necesario, lo que generaría un círculo vicioso, pues al fin de cuentas el consumo es más de 60% del PIB.
La preocupación latente hoy es que la tendencia se agrave y que las expectativas negativas de los hogares se consoliden y eso los lleven a ajustar de manera excesiva el consumo; ese sí podría convertirse en un verdadero problema para la economía. Si los colombianos somatizan excesivamente las nuevas circunstancias del país, muchas cosas podrían salir mal.
Por eso las autoridades consideraron necesario empezar a enviar mensajes positivos a los ciudadanos; de ahí que la discusión central en el Banco de la República es hasta dónde se debe reducir la tasa de interés y a qué velocidad; ese debate se tomó las últimas juntas, tanto así que el propio Ministro de Hacienda llamó la atención sobre la necesidad de que los intereses “bajen por ascensor y no por escalera”.
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En este frente, la estrategia tiene límites. En su informe semanal 1353, la Asociación Nacional de Instituciones Financieras (Anif) advierte que el margen para la política monetaria también se podría estar reduciendo. Según el informe, “cabe señalar que la pérdida en potencial de crecimiento económico (tal como también ocurre en Colombia) tiende a sugerir menor espacio para que los bancos centrales (guiándose por sus Reglas de Taylor) puedan rebajar las tasas de interés y así realizar políticas monetarias contracíclicas efectivas. De hecho, en el caso de Colombia, la Regla de Taylor ahora arroja un espacio acomodaticio menor en política monetaria debido a que la brecha del Producto es negativa en solo cerca de un -1% (= 2,2% crecimiento - 3% potencial) frente al -2% (= 2,2% crecimiento - 4,5% potencial) que se habría observado de no haberse perdido el crecimiento potencial respecto de décadas anteriores”. Esto significa que, si al Banco se le va la mano en su reducción de tasas, podría haber nuevas presiones inflacionarias.
Así las cosas, el futuro de la economía también depende de convencer al ciudadano de a pie de que este año las cosas van a estar mejor y con ello reajustar su idea sobre hasta dónde puede llevar el consumo.
Pero esa no es una tarea fácil, más aún cuando el más reciente dato de desempleo pasó de 10% en febrero de 2016 a 10,5% en febrero de 2017. La perspectiva negativa de los consumidores es el resultado de una mezcla peligrosa: el mal ambiente creado por los escándalos de corrupción, las amenazas sobre el sector de infraestructura, los debates sobre el futuro de la minería y las dudas acerca de la capacidad del Gobierno para sacar adelante la carpintería del proceso de paz son elementos inusuales en la matriz de riesgo para los colombianos; cabe recordar que se está cerrando un ciclo de 50 años de conflicto y en dicha transición las incertidumbres son inéditas, así, todo se ha decantado en un ambiente general de pesimismo.
Juan Camilo Cárdenas, decano de la facultad de economía de la Universidad de los Andes, explicó que es necesario incorporar otro elemento de análisis. Según él, en distintas partes del mundo están preocupados porque de manera sistemática muchos sectores e industrias vienen mostrando problemas de ventas. Es el caso de la industria textil y los retailers de ropa. El análisis tradicional los lleva a pensar que la demanda está cayendo. Sin embargo, se ha descubierto que lo que ocurre es que las nuevas generaciones están reduciendo sus niveles de compra de este tipo de productos y se están moviendo hacia otras formas de consumo, como los servicios de bares y restaurantes. Así, es muy probable que muchos de estos indicadores sobre expectativas de consumo, que preguntan por ejemplo sobre la compra de bienes como carros y viviendas, no les están midiendo bien el pulso a los consumidores.
Es necesario ponderar los riesgos reales para la economía hoy. Los propios analistas consideran que, en este frente, si bien hay desafíos enormes, es claro que el país no está al borde del abismo, si mueve bien sus fichas. Aún así, algunos ya revisan sus proyecciones de crecimiento e inclusive están viendo en 2017 crecimientos por debajo de 2%.
El otro frente de preocupación de corto plazo es el desarrollo de los proyectos de infraestructura de cuarta generación (4G) que, tras el escándalo de Odebrecht, han estado en hibernación. Solo 8 de los 32 proyectos aprobados están con cierres financieros y los cierres de los otros 24 están a la espera de que esta etapa dura de cuestionamiento sobre la infraestructura que generó el caso Odebrecht se decante. De hecho, Cárdenas reconoció que, en recientes reuniones con representantes del sector financiero, los bancos se comprometieron a apoyar estas iniciativas y sacar adelante los cierres financieros. Esto es fundamental, porque en los cálculos del Gobierno este año deben invertirse cerca de $9 billones en este rubro, lo que representaría un crecimiento de 0,5 puntos al final del año.
Foto: Tras la liquidación del contrato de Ruta del Sol II, el Gobierno inyectará $200.000 millones. El nuevo proceso licitatorio durará cerca de un año.
La inflación, la relativa estabilidad del dólar, el cambio de tendencia en la cuenta corriente y la estabilización en los precios del crudo son señales de que las graves amenazas del año pasado ya quedaron superadas; todo ello podría ser una base para consolidar la recuperación; sin embargo, si se mueven mal las fichas, las historia podría ser otra. En ese caso, no habría que hacerse muchas ilusiones.
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