INEQUIDAD
La pobreza aumenta el riesgo de contraer coronavirus
Un estudio de McKinsey demostró cómo las inequidades terminan por aumentar el riesgo de contagio; en Colombia, expertos demostraron que los hogares pobres de Bogotá tienen mayor tasa de contagio y de sanciones por no cumplir las normas de bioseguridad.
Distintas entidades internacionales y locales han advertido cómo la pandemia y las medidas para contrarrestarla, inevitablemente, aumentarán el número de hogares en condición de pobreza o vulnerabilidad. Pero, además, esas mismas condiciones generan un riesgo más alto de contagio del virus.
En Bogotá, por ejemplo, el Grupo de Investigación en Macroeconomía de la Facultad de Economía de la Universidad de los Andes demostró en agosto cómo para los ciudadanos en estratos bajos resulta hasta 10 veces más probable terminar en el hospital o fallecer por covid-19.
El cálculo, para el que usaron las cifras de la Secretaría de Salud, también muestra que “la presencia de personas mayores de 65 años, que son quienes más alto riesgo tienen, es menor en estratos más bajos que en los altos”, lo que descartaría que, por lo menos en los estratos bajos, no sería cierto que a mayor edad, mayor riesgo de contagio.
Fuente: Facultad de Economía de la Universidad de los Andes.
Los demás datos también descartan otras teorías como una posibilidad de mayores comorbilidades o de menor acceso a la salud, por lo que finalmente el grupo advierte que esta situación podría ser consecuencia de una menor posibilidad de permanecer en casa para estas familias, ya que su sustento depende del trabajo diario.
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En una línea similar, el economista y socio fundador de la firma Inclusión, Roberto Angulo, destacó que entre los factores que aumentan el riesgo para esta población está, precisamente, la localización.
“Las familias pobres, como están en la periferia, para acceder a servicios de salud o al comercio para proveerse de bienes de consumo para el hogar tienen que desplazarse, porque hay segregación socioresidencial […]. Es decir, para efectos del equipamiento de sus necesidades sociales, los pobres tienen menos ciudades de 15 minutos de distancias a pie”, advirtió.
Otro de los factores que aumenta su contagio es la condición de la vivienda. Un estudio de McKinsey basado en la población afro e hispana en Estados Unidos identifica a este como el mayor factor que puede incrementar la posibilidad de muerte por coronavirus entre las poblaciones vulnerables.
Fuente: McKinsey & Company.
Según este estudio, este puede ser un riesgo 4,5 veces mayor para la población vulnerable, mientras el desempleo le representa un peligro 2,4 veces mayor que para el resto de la población y la pobreza lo hace en 2,5 veces.
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De vuelta en Colombia, Angulo explicó que, además de la ubicación de la vivienda, su falta de ventilación adecuada y un espacio reducido, característicos de muchas de estas viviendas, generan un riesgo más alto. El otro escenario en el que esta situación aumenta el riesgo de contagio es cuando se trata de casas grandes, pero habitadas en un nivel de hacinamiento.
Esto sin contar con las viviendas, en su mayoría rurales, en las que las estufas todavía funcionan con leña, carbón u otros métodos de combustión que representan un riesgo para la salud respiratoria, tanto de quienes cocinan como para los demás habitantes de casa.
Estas mismas viviendas tienen un riesgo en el acceso a agua potable y saneamiento básico que “ya tiende a ser alta en algunos centros urbanos, pero intermitente y, por otro lado, hay algunas manzanas, barrios o urbanizaciones que no tienen acceso a acueducto domiciliario; entonces, sigue siendo una variable urbana que puede aumentar el riesgo de contagio”, destacó el economista.
Empeorar la alimentación, el otro riesgo
Blanca Cecilia Zuluaga, directora del Doctorado en Economía de los Negocios del Icesi advirtió que, “para algunos hogares, el tipo de pobreza que van a experimentar con la crisis será transitoria —podrán superarla una vez la economía vuelva a reactivarse—, pero para otros hogares la condición de pobreza podría ser permanente, dependiendo de qué tanto se hayan fracturado sus posibilidades de generar ingresos que les permitan obtener buenas condiciones de vida”.
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Y recordó que “investigadores en Fedesarrollo estiman que la pobreza va a pasar de 26,9% a 38%. Este incremento se dará incluso considerando las ayudas que el Gobierno ha activado para la población vulnerable”.
Una de estas posibilidades para generar mejores condiciones de vida, como han demostrado expertos en todo el mundo, es una adecuada nutrición. Los ganadores del Nobel de Economía en 2019, Esther Duflo y Abhijit Banerjee, demostraron cómo una alimentación deficiente en los niños genera no solo retrasos en su educación, sino que, a futuro, su ingreso será inferior al de sus pares generacionales, que sí obtuvieron una adecuada alimentación.
Al respecto, “Colombia presenta un fenómeno llamado la doble carga de malnutrición. Esto significa que, a pesar de su capacidad productiva, es un país con pobreza alimentaria, que se manifiesta en la coexistencia de la desnutrición y las enfermedades crónicas asociadas a la obesidad a nivel poblacional, pero también a nivel familiar e individual”, advirtió Ana María Narváez, investigadora de Dejusticia.
Y añadió que, “según datos oficiales arrojados por la Encuesta Nacional de la Situación Nutricional (Ensin) de 2015, el 54% de las familias presentan inseguridad alimentaria, mientras el 56,1% de la población adulta y el 24,4% de la población infantil (5 a 12 años) tiene sobrepeso u obesidad”.
Soluciones necesarias
“En Colombia, la pobreza afecta en mayor medida a las mujeres que a los hombres: por cada 100 hombres pobres en el país existen 118 mujeres en la pobreza. Esta brecha de género en los indicadores de pobreza se va a incrementar debido a la pandemia, puesto que las mujeres sufrieron el 62% de las pérdidas de empleo que ocurrieron durante el confinamiento”, advirtió Zuluaga.
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Para la experta, esta situación debería ser “una señal para el Gobierno, en cuanto a la necesidad de darle un enfoque de género a las ayudas que seguirán siendo necesarias para hacer frente a la pandemia y a sus secuelas”.
Una de las soluciones podría ser, en palabras de Angulo, la reapertura de jardines infantiles y colegios, que ya tienen protocolos de reapertura gradual. “Pero el gran detonante de una reactivación es ese, porque mientras estén cerrados van a estar comprometidas 4 variables de 15 que tiene el [Índice de Pobreza Multidimensional] (IPM)”.
La razón es que, además de afectar estas cuatro variables, la falta de jardines infantiles y colegios impide el regreso al trabajo de muchas mujeres, lo “que seguramente se va a transformar en un desempleo de largo plazo o en inactividad en muchos casos”, añadió el experto.
Para Narváez, por otro lado, “definir la seguridad alimentaria ahora es más complejo que antes, porque la pandemia ha generado una disrupción en el alimento, desde el campo a la mesa. Esto deja en mayor vulnerabilidad a aquellas familias que ya estaban en condiciones de vulnerabilidad antes de la pandemia, familias desplazadas, migrantes y aquellas que perdieron su fuente principal de ingreso”.
Y, finalmente, el país tendrá que evaluar nuevamente la sostenibilidad del sistema subsidiado de salud en los próximos años, ya que, como consecuencia de la pandemia, muchos trabajadores dejaron el sistema contributivo y tuvieron que pasar al subsidiado por el desempleo. Y con una población mayor para atender, el país podría ver en riesgo la cobertura en salud.
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