DEUDAS DE SANGRE
El hombre dinamitado en Medellín es una víctima más de una cadena de venganzas que SEMANA reconstruye
El crimen más espectacular del año se cometió hace unos días en Medellín: el 20 de agosto Luis Fernando Giraldo, de 30 años, era amarrado a un poste y dinamitado, y su cuerpo, en pedazos, se esparcía por el vecindario.
El joven Luis Fernando, ex estudiante de antropología, había sido detenido por la policía 4 días antes de su muerte, por conducir un carro sin papeles de propiedad ni pase, según informaron a la prensa las autoridades.
Tras el escándalo que produjo su asesinato, el director general de la Policía, Víctor Alberto Delgado Mallarino, sostuvo que el muchacho sólo había estado detenido 24 horas, de tal manera que había quedado en libertad 84 horas antes de volar por los aires.
El día de la muerte, su padre, un ex policía, envió una carta al Presidente denunciando que, al momento de ser asesinado, su hijo aún se hallaba detenido. Las pruebas que aportaba eran el testimonio de la madre, quien había permanecido en la puerta del F-2, pendiente de la salida de Luis Fernando, recibiendo permanentemente informes de funcionarios y detenidos puestos en libertad, que le aseguraban que éste aún se encontraba adentro.
Según la señora, era imposible que sus interrogados se confundieran, por los rasgos sobresalientes de su hijo, que era rubio y bizco. Las acusaciones de la carta del padre se vieron reforzadas al día siguiente. El general Delgado, director general de la Policía, había dicho que Giraldo había sido puesto en libertad ante la presencia del Procurador delegado para la Policía Judicial, Domingo Cuello, quien sin embargo desmintió por radio haber sido testigo presencial de la puesta en libertad.
Dijo que lo que había sucedido en realidad era que, ante la insistencia del padre, él habia ido personalmente a preguntar por el detenido, y había sido informado que ya estaba libre, de lo cual no podía dar constancia personalmente.
El padre de Giraldo divulgó a la prensa parte del contenido de su carta al Presidente, y la otra parte la dejó en reserva: en ella daba los nombres de dos tenientes, un cabo y un agente de policía, quienes, según investigaciones que él realizó a través de ex compañeros suyos de servicio, serían los responsables de la operación que culminó en asesinato.
APARECE EL E.L.N.
Simultáneamente, circuló la versión de que Luis Fernando Giraldo pertenecía al Ejército de Liberación Nacional, y que había muerto al estallársele en las manos una bomba que se disponía a colocar. SEMANA averiguó en Medellín que ni murió con la bomba en la mano, ni cuando fue dinamitado en el poste. Héctor Abad Gómez, presidente del Comité de Derechos Humanos de Medellín, le aseguró al reportero de la revista tener evidencias de que Giraldo había sido amordazado y estrangulado con una cuerda horas antes de la explosión que destrozó su cuerpo ya sin vida.
El lunes 29 el Ejército de Liberación Nacional atraca una sucursal del Banco de Bogotá en Medellín, roba $100.000 y comunica que el comando que ha realizado la acción se denomina "Luis Fernando Giraldo", reivindicando así al muerto como miembro de su organización.
Quedaba así establecida la vinculación de Giraldo a las actividades guerrilleras, dato que le daba un marco a una serie de antecedentes extraños en su vida: a pesar de estar matriculado en la universidad, su asistencia era muy irregular desde hacía más de un año; el 1° de mayo de 1982, en una manifestación, recibió un disparo en una pierna, después de lo cual sus familiares y amigos no volvieron a verlo durante meses; pocos días después de este accidente, la residencia de su padre fue allanada; por la misma época, su hermano Gabriel fue detenido y sometido a interrogatorios en el Batallón Bomboná. Compañeros universitarios de Giraldo informaron al redactor de SEMANA que periódicamente eran visitados por miembros de los servicios de inteligencia que averiguaban sobre su paradero.
El martes 30 de agosto, el comando "Luis Fernando Giraldo" del ELN hace una acción doble: coloca su bandera roja y negra en la esquina de la muerte de Giraldo y simultáneamente se toma Los Jardines de la Fe, donde están enterrados sus restos, coloca flores y una bandera sobre su tumba e inunda el cementerio con volantes anunciando venganza: "Las deudas de sangre se pagan con sangre".
LA VENGANZA
Al día siguiente de la amenaza, es asesinado Francisco Ramiro Pedraza, de 40 años, jefe de Seguridad y Control de la misma ciudad, en un atentado a sangre fría hecho por seis individuos que detuvieron su automóvil y lo barrieron con ráfagas de metralleta. El ELN se reivindicó autor del crimen, cerrando el círculo sangriento. Pedraza, quien desempeñaba su cargo por segunda vez, era hombre clave de los servicios de inteligencia.
Sin embargo, no estaba directamente comprometido en la lucha antisubversiva. Su trayectoria estaba asociada más bien al ejercicio del derecho, y de el dijo Héctor Abad, presidente de la Comisión de Derechos Humanos de Medellín, que se trataba de un jurista ecuánime y de una persona de criterio amplio. Si había tenido enfrentamientos durante el desempeño de su trabajo, no era precisamente con la guerrilla. Por el contrario, sus subalternos en la oficina hablaron de roces entre él y 30 funcionarios del propio departamento de seguridad, a quienes él destituyó al demostrarles fallas éticas en el cumplimiento de sus funciones, y que muchos de sus compañeros caracterizaban como "matones".
Son insólitos los pasos previos al asesinato dados por el ELN. Los seis responsables tomaron un taxi, entraron a la universidad hicieron descender al chofer, lo obligaron a entrar con dos de ellos a la biblioteca y a permanecer allí durante una hora, simulando leer un libro. Mientras tanto, los otros cuatro se desplazaron en el taxi hacia la casa de Francisco Pedraza y dispararon alocadamente sobre su automóvil con dos metralletas, asesinando a Pedraza con tres impactos de bala e hiriendo a su chofer en la cara.
LA ESQUINA DE LAS VENDETTAS
En la esquina de la calle 93 con carrera 49 del barrio Aranjuez, exactamente la misma donde fue dinamitado Giraldo, y justamente un mes antes habían sido asesinados los agentes de policía motorizada Celio Cortés, Irme Cobo y Parmenio Sepúlveda, quienes se encontraban desayunando en el Restaurante Colt, ubicado en esa esquina. En esa ocasión, ocho miembros del ELN irrumpieron en el establecimiento y, sin pronunciar palabra, acribillaron a los tres agentes. Al retirarse, dejaron volantes firmados por el comando Nevardo Alonso Ramírez, guerrillero que había aparecido muerto días antes en extrañas circunstancias.
A todas luces, los recientes asesinatos del estudiante Giraldo y del funcionario Pedraza aparecen como los dos capítulos más recientes de la larga y sangrienta historia de vendettas entre el ELN y la policía.-