MONEDAS

Dolarizar, una idea descabellada

La propuesta lanzada en Forbes por el profesor Steve Hanke cayó como un balde de agua fría entre algunos economistas del país. Ellos, ofendidos, creen que la idea muestra ignorancia sobre las instituciones colombianas.

17 de agosto de 2019
| Foto: iStock

Una columna publicada el domingo en la revista Forbes, escrita por el profesor Steve Hanke, abrió un agrio debate en el país. El académico propuso allí que Colombia “tire el peso” y adopte el dólar como patrón monetario.

Defiende su idea con el argumento de que la moneda nacional ha tenido una fuerte pérdida de valor, pues de agosto de 2014 hasta la fecha se ha depreciado un 45 por ciento y solo en lo corrido del año ha caído 20 por ciento. Y dice que ya otros países de la región lo han hecho con éxito.

Para este profesor de economía aplicada de la Universidad Johns Hopkins y director del Proyecto Monedas en Problemas del Instituto Cato, la pérdida de valor de la moneda colombiana “habla de un robo” y se ha convertido en un elemento “desestabilizador y destructivo”. Considera al peso un perdedor a largo plazo y, por esa razón, asegura, los colombianos prefieren los billetes verdes.

En su columna destaca también los beneficios que ganaron los países que optaron por dolarizar sus economías. Menciona, entre las ventajas, lograr tasas de inflación más bajas y menos variables, así como mantener un crecimiento económico más alto y estable frente al que exhiben las naciones donde el banco central emite la moneda nacional. Concluye que ya es hora de que el gobierno de Iván Duque “les dé a los colombianos lo que prefieren: el dólar estadounidense”.

Esta idea sonó a música para los oídos para algunos colombianos que en los últimos días han visto cómo el valor de sus capitales e incluso de sus ingresos han caído estrepitosamente en dólares. Una dolarización mantendría sus valores intactos.

Sin embargo, varios de los integrantes de la tecnocracia colombiana y de los economistas más reconocidos del país no comparten ese planteamiento. Por eso, más tardó la prensa nacional en divulgar la propuesta del profesor Hanke que varios economistas del país y exfuncionarios del área de hacienda en salir a rechazarla de forma contundente.

La consideran una idea descabellada que no tiene en cuenta los avances obtenidos en consolidar unas instituciones económicas independientes. Y que estas han manejado con buen tino los desafíos en el plano cambiario y monetario en los últimos años. Estiman, en fin, que Hanke desconoce esta institucionalidad económica y que su propuesta resulta un insulto, pues implica tratar a Colombia como una banana republic.

En efecto, algunos economistas lo sintieron como una verdadera afrenta, especialmente en vísperas de cumplirse los 20 años de una decisión trascendental adoptada por la junta del Banco de la República. El Emisor decidió el 25 de septiembre de 1999 dejar flotar libremente el dólar y acabó con el control de cambios establecido en 1967.

El director de Fedesarrollo, Luis Fernando Mejía, y el exministro Mauricio Cárdenas califican de descabellada y poco seria la propuesta.

En privado, algunos economistas reprochan que a esta idea se le haya dado vuelo en los medios y lo atribuyen a que la lanzó un economista estadounidense, en un blog de Forbes. Dicen que, en realidad, no ameritaba ni siquiera considerarla.

¿Por qué ha generado tanta molestia e indignación entre la élite de economistas del país esta propuesta?

El exministro de Hacienda Mauricio Cárdenas Santamaría la rechaza tajantemente. Y se despacha contra ella al asegurar que se trata de “una columna irrelevante. Nadie sabe quién es el autor. No merece la más mínima atención, además, lanza la idea sin ningún rigor, evidencia o justificación. No es una propuesta seria”.

AUNQUE EL PESO HA PERDIDO VALOR, HAY MECANISMOS PARA ENFRENTAR EL DESAFÍO SIN DOLARIZAR LA ECONOMÍA

También, el economista Luis Jorge Garay, entrevistado en W Radio, aseguró que no es un buen momento para considerar esta posibilidad. “No hay condiciones para movernos hacia una dolarización”, dijo al explicar que hay razones internas y externas que hacen que no sea propicio.

En el ámbito externo hay gran turbulencia y mucha incertidumbre por la desaceleración global y la guerra comercial. Pero internamente hay otros dolores: el país tiene un déficit en cuenta corriente porque importa más de lo que exporta. A esto se suma que los ingresos fiscales no alcanzan para atender todos los frentes del Gobierno, lo que implica que el déficit sigue creciendo y la perspectiva de hacer un nuevo ajuste tributario podría afectar aún más el rumbo de la economía.

El valor de la tecnocracia

La idea de dolarizar la economía colombiana no es nueva y ya la han propuesto en ocasiones anteriores. La última, hace 30 años, como recuerda Garay.

Sin embargo, solo países con características específicas han adoptado esta medida. Se trata de naciones muy pequeñas, que tienen la etiqueta de ser paraísos fiscales, donde hay una dolarización de facto como ocurre en las islas del Caribe o Panamá. Asimismo, Estados que por su deterioro económico se han visto obligadas a hacerlo, como Ecuador, El Salvador o Argentina.

En este segundo grupo, los países no han sido capaces de construir una historia de credibilidad e independencia de su banco central y, por tanto, han vivido hiperinflaciones. Es decir, tienen un problema crónico de mala reputación de su autoridad monetaria y deben ‘importar’ la credibilidad de la Reserva Federal. Colombia no tiene ninguna de estas dos características y por esto para Luis Fernando Mejía, director de Fedesarrollo, “La idea es totalmente descabellada”.

Esta propuesta parte, además, de ideas como asegurar que la gran mayoría de colombianos prefieren los dólares. El país está lejos de ese fenómeno que han vivido otras naciones, de pérdida de confianza y credibilidad en su moneda local.

La idea de dolarizar funciona para Estados que la han hecho “de facto’ o de manera obligatoria, pues no han podido construir credibilidad en su política monetaria. Este no es el caso de Colombia y, por tanto, no es un tema que deba estar en la agenda nacional”, asegura Mejía.

Y parece respaldarlo el hecho de que el país se ha destacado por su estabilidad macroeconómica y la credibilidad en las decisiones de su banco central.

Además, es el único de la región que no ha tenido fenómenos de hiperinflación; por lo tanto, no tendría sentido renunciar a este gran activo que tiene hoy –la independencia y credibilidad del Banco de la República– y a los instrumentos de ajuste con los que cuenta, como los movimientos de las tasas de interés y flexibilidad de la tasa de cambio.

La posibilidad de que la tasa de cambio flote libremente es un mecanismo de ajuste fundamental ante los choques externos como el que vivió la economía a raíz de la caída de los precios internacionales del petróleo en 2014.

El país adoptó esta especie de válvula de escape en septiembre de 1999, cuando dejó atrás el sistema de control de cambios. Desde entonces, el mecanismo ha funcionado para lograr que la economía pueda ajustarse ante un eventual choque externo.

La dolarización o la unificación de la moneda tiene sentido económico cuando hay algún mecanismo de coordinación fiscal e incluso otras políticas relacionadas con el sector financiero y hasta el mercado laboral, como sucede en la Unión Europea. Esto debido a que al dolarizar los países renuncian a la mayor parte de sus herramientas de política económica y, por tanto, solo podría funcionar cuando los ciclos económicos de las naciones que comparten moneda están alineados.

Es decir, una dolarización debe venir acompañada de múltiples medidas de tipo fiscal, financiero y monetario, entre otras. De lo contrario, causaría más problemas que los que solucionaría.

Que dolarizar no sea una opción no significa que el tema de la fuerte devaluación y volatilidad de la tasa de cambio no sea un problema.

La devaluación del peso colombiano plantea una alerta asociada a un nivel creciente del déficit de cuenta corriente, lo cual hace más vulnerable a las complicaciones en el frente externo al país. Sin embargo, Colombia puede solucionar estos desafíos sin tomar decisiones apresuradas y populistas.