EL BILLONARIO QUE NEGOCIO CON LENIN
Armand Hammer, quien firmó con BB el contrato del nuevo oleoducto colombiano, fue el primer norteamericano en hacer negocios y amistad con Lenin.
Cuando el pasado lunes 10 Belisario Betancur firmara un contrato de asociación para la construcción del nuevo oleoducto de Arauca, con el presidente del consejo directivo de Occidental Petroleum, Armand Hammer, poca gente se imaginó que ese anciano de 86 años que estrechara la mano del jefe del Estado colombiano, fuera uno de los personajes más interesantes que haya producido el capitalismo norteamericano. Amigo de líderes en los cinco continentes, coleccionista de arte y filántropo, el millonario Hammer ha sido objeto de varios libros biográficos y modelo de algunas obras famosas de ficción. (Entre ellas "La Fórmula", película protagonizada por Marlon Brando).
La relación de Hammer con el mundo de los negocios empezó en 1917 cuando éste era un estudiante de medicina en la Universidad de Culumbia en Nueva York. En esa época, su padre Julius -un médico socialista que estuvo entre los fundadores del Partido Comunista Americano- tenía una pequeña compañía farmacéutica que estaba al borde de la quiebra y que pasó a ser dirigida por Armand, quien tenía 19 años. En poco tiempo, el joven Hammer había restablecido las finanzas de la empresa, de tal manera que al graduarse de médico había logrado amasar una fortuna cerca a un millón de dólares. Entre sus clientes, se contaba el entonces nuevo gobierno bolchevique, boicoteado por los países de Occidente, y el cual debía algún dinero a Hammer, quien fue a Rusia a cobrarlo a mediados de 1921. Al llegar a Ekaterinburgo (sitio donde había sido fusilada la familia zarista) el norteamericano se dio cuenta de que, más que drogas, los rusos necesitaban alimentos y consiguió llevar a Petrogrado una embarcación llena de trigo. A cambio, el gobierno de la región le pagó en pieles y caviar, los cuales, al ser vendidos en Europa, le dejaron a Hammer una buena utilidad.
El éxito de la operación trascendió a Moscú y el propio Lenín quiso conocerlo. En palabras de Hammer, el líder comunista estaba "algo desilusionado cuando lo ví y dijo que la revolución no estaba funcionando. Lo encontré más realista y menos romántico que mi padre". Convencido de que para progresar, el nuevo Estado necesitaba capital y ayuda técnica de las naciones industrializadas, Lenín le ofreció a Hammer la primera concesión del nuevo gobierno, dándole exclusividad para explotar asbesto en los Montes Urales. Durante los 10 años siguientes, el empresario se quedó en Rusia desempeñando éste y otros oficios como el de agente comercial exclusivo con los Estados Unidos (importó tractores Ford en 1923) y creó, entre otras, una fábrica de lápices que monopolizó el mercado. Mientras tanto, vivió en un palacio en Moscú, casó con la baronesa Olga von Root (hija de un general zarista) y compró buena parte de los tesoros de la depuesta familia Romanoff.
Sin embargo, los buenos tiempos en Rusia cambiaron para Hammer cuando Stalin llegó al poder y le empezó a hacer la vida difícil al "capitalista explotador", quien de manera discreta salió para París con suficiente dinero para vivir el resto de sus días. Después de un intermedio, viajó a Nueva York y continuó invirtiendo y multiplicando su fortuna, gracias a sus intereses en el negocio de licores y en el ganado de casta.
Empero, no fue sino hasta 1956 que el millonario Hammer empezó a hacerse multimillonario. En ese entonces, era muy común "invertir" en exploración petrolera para poder deducir el gasto de impuestos y pagarle sustancialmente menos al fisco. De tal manera alguien le dijo a Hammer de una pequeña compañía Occidental Petroleum, que estaba a punto de quebrar y que parecía ser un buen sitio para rebajar impuestos. Dicho y hecho, Hammer decidió poner 50.000 dólares y su tercera esposa otro tanto, para financiar la exploración de dos pozos que parecían tener buenas posibilidades. Sorpresivamente, ambos resultaron productivos y las acciones de Occidental pasaron de 18 centavos a un dólar en el mercado bursátil. Treinta años después, la modesta compañía que estuvo a punto de salir de circulación, es un gigante que en 1983 tuvo ventas por 19 mil millones de dólares (el doble de lo vendido en 1979) y un ingreso neto cercano a los US$ 567 millones. Al frente de todo se encuentra Hammer, quien pese a tener menos del 1.5% de las acciones de la compañía, la controla con puño de acero. Hace apenas un mes, Robert Abboud, entonces presidente de la Occidental, renunció a su cargo debido a "diferencias honestas" con Hammer sobre cómo debía ser manejada la compañía. Igual camino siguió David Murdock en julio al intentar poner a funcionar su 5% en acciones de Occidental para obligar a Hammer a seguir un esquema más conservador, concentrado más en petróleo (64% de los activos de la empresa salen de allí) y menos en actividades químicas, agrícolas y carboníferas. La respuesta de Hammer fue la de comprarle a Murdock, a nombre de Occidental, sus acciones pagándole una prima de 42% sobre el precio de mercado (unos 30 dólares por acción).
Aparte de su conglomerado, Hammer ha seguido pendiente de los asuntos mundiales. En 1960, después de una larga ausencia, volvió a Moscú enviado por Kennedy para tratar de suavizar el ánimo de Kruschev. Desde entonces, ha vuelto a hacer negocios con los soviéticos y es el contacto informal entre la Casa Blanca y el Kremlin cuando las relaciones regulares se enfrían, como ahora. En febrero de este año, con ocasión del entierro de Yuri Andropov, Hammer ocupó un destacado lugar en el cortejo y fue el extranjero saludado en forma más cariñosa por Chernenko. De hecho, Hammer era el único de todos los allí presentes que había estado en el entierro de Lenin. Sus vínculos con el Kremlin han probado ser tan rentables como lo fueran hace 60 años. Sin embargo, ahora el negocio se concentra en los fertilizantes que los rusos necesitan para mejorar su productividad agrícola.
La diplomacia de Hammer es tan efectiva que le permite mantener sus negocios en sitios normalmente hostiles a la inversión extranjera. De tal manera, además de sus vínculos con la URSS, Occidental es una de las compañías con mayores intereses en Libia y, hace poco se comprometió a iniciar un proyecto de 850 millones de dólares para la explotación de carbón en China comunista (tiene muy buenas relaciones con Deng Xiao Ping).
Sus otras actividades incluyen la presidencia de una junta gubernamental de lucha contra el cáncer, a la cual ha dotado de cuantiosos recursos. Además de auspiciar una conferencia anual sobre el tema, ha creado el premio Hammer de investigación, con el que otorga un millón de dólares al científico que haga la mayor contribución hacia la cura de la enfermedad. Cuando no se preocupa del tema, atiende el cuidado de sus tres colecciones de arte que viajan permanentemente a través del mundo y cuentan con obras de Rembrand, Renoir, Rubens y un códice escrito por Leonardo Da Vinci por el que pagó 5.5 millones de dólares en 1981. Fervoroso creyente en la cooperación internacional creó un colegio en el Estado de Nuevo México al cual asisten estudiantes de todo el mundo. No contento con eso, auspicia conferencias internacionales sobre la paz y los derechos humanos, la más reciente de ellas (la sexta) en Madrid a finales del año. Las múltiples ocupaciones mantienen a Hammer en un estado de conservación increíble para alguien de su edad y se estima que a bordo de su Boeing 727 (el OXY-1) cubre suficientes distancias al año como para darle 10 vueltas al mundo.
Colombia, ha sido el país visitado más recientemente por Hammer, quien arribó a Cartagena el viernes 7, hospedándose en la Casa de Huéspedes Ilustres de la presidencia y viajando a Bogotá el domingo 9. En la capital de la República, Hammer visitó el Palacio de Nariño y antes de partir para Los Angeles donó la suma de diez mil dólares a las Granjas Infantiles del Padre Luna. Según comentó la señora de Hammer a SEMANA, el país les impresionó favorablemente e hizo la promesa de "volveremos". El éxito conseguido por Occidental en Colombia parece corroborar esa promesa y se suma a la lista de éxitos de Armand Hammer quien, a manera de despedida, afirmó que "esperamos encontrar suficiente petróleo para hacer a Colombia un país rico".