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Despedidos de sus propias empresas
No importa qué tan famoso, rico e innovador sea, nadie tiene su puesto asegurado. Por presiones, Travis Kalanick acaba de renunciar a Uber, la compañía que él creó. Lo mismo le pasó a Steve Jobs.
No basta con ser el dueño de la empresa para asegurarse, por siempre, un puesto en ella. Al menos no en Estados Unidos, donde varios pesos pesados fueron literalmente sacados a sombrerazos, y por la puerta de atrás, de las compañías que ellos mismos fundaron y de las que eran no solo presidentes, sino accionistas. Nada menos que Steve Jobs, el mítico padre de Apple, pertenece a este sorprendente club.
Acaba de ocurrirle a Travis Kalanick, el CEO de Uber, quien renunció presionado por su junta directiva y se vio forzado a abandonar la start-up de crecimiento más vertiginoso del momento. Uber fue su idea. Él la concibió desde cero y con su espíritu emprendedor la expandió por 73 países, hasta alcanzar un valor de 69.000 millones de dólares. Kalanick es el emprendedor de Silicon Valley más exitoso de los últimos cinco años, y su proyecto Uber lo convirtió en el más temible enemigo de los transportadores tradicionales y en el visionario que le mostró al mundo las bondades de la economía colaborativa.
Pero no se puede crecer tanto sin acudir a inversionistas fuertes que pongan capital para apoyar la expansión. Y a los inversionistas les importa poco qué tan mítico sea el fundador; si el negocio marcha mal, hay que poner a otro ejecutivo al mando de la empresa. Negocios son negocios.
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Kalanick, sin duda un genial emprendedor, ha tenido un mal año. Cuando literalmente todavía secaba las lágrimas por la muerte de su madre en un accidente náutico, el pasado 20 de junio recibió la visita de delegados de los cinco principales fondos de inversión vinculados a Uber, quienes le pidieron la renuncia inmediata, inconformes con la situación de la empresa.
La reunión fue tensa, según reveló The New York Times. Kalanick rechazó la solicitud y llamó a Arianna Huffington (otra figura mítica del emprendimiento digital), que es miembro de la junta directiva, para pedirle consejo. Y Arianna, la misma que hace unos años creó un pequeño blog (el Huffington Post) y lo vendió posteriormente a Time Warner por 315 millones de dólares, le aconsejó atender las exigencias de los inversionistas. Esa misma noche Travis Kalanick anunció su salida de Uber.
Kalanick aún es el propietario individual más grande de la compañía y es el presidente del Consejo Directivo. Pero fue forzado a renunciar a la conducción como consecuencia de una serie de escándalos y malos resultados. En el último año fue acusado de discriminación de género, y la empresa enfrenta una demanda de Google por robo de información, entre otros líos. La imagen pública del CEO se deterioró rápidamente y los socios tomaron cartas en el asunto.
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Steve Jobs, la máxima leyenda de Silicon Valley, padeció la misma situación en 1985. Los pobres resultados en ventas del Apple II, el retraso de tres años en el desarrollo del Macintosh (un proyecto encabezado personalmente por él) y su conocido despotismo y maltrato para los empleados colmaron la paciencia de la junta directiva, y John Sculley, el presidente de entonces, a quien el mismo Steve Jobs había reclutado debido a su resonante éxito al mando de Pepsi, le dio lo que el genio consideró una puñalada en la espalda. La magnífica biografía escrita por Walter Isaacson revela detalles sorprendentes del clima enfermo que se vivía por esos días en la empresa, de los intentos desesperados y maquiavélicos de Jobs por evitar su salida y del profundo dolor que esto le causó por el resto de la vida.
Algunos fundadores se hacen realmente merecedores de su expulsión. Uno es Jerry Yang, el fundador de Yahoo, quien dirigió la empresa hasta 2008, año en que Microsoft ofreció comprarla por 44.600 millones de dólares, justo cuando comenzaba el ascenso de Google y Yahoo perdía terreno. Yang rechazó la suculenta oferta, contra la opinión de los inversionistas, quienes sabían que Yahoo nunca más volvería a recibir una propuesta como esa. Lo despidieron a pesar de que seguía siendo el presidente de la junta y uno de los principales propietarios, y la historia les dio la razón a los accionistas. Yahoo fue vendida hace dos semanas por apenas 4.800 millones de dólares.
Y otros son víctimas de las arteras cuchilladas de sus propios amigos, como le ocurrió a Eduardo Saverin, quien fundó y puso los primeros dólares junto con Marck Zuckerberg para crear el popular Facebook. Cuando decidieron abandonar la habitación en Harvard y mudaron la empresa a Silicon Valley, Saverin se quedó en Nueva York para conseguir capital y apalancar el emprendimiento. Zuckerberg lo dejó por fuera al incluir -sin informarle- a nuevos socios, con lo que rápidamente su participación accionaria del 34 por ciento se diluyó a menos del 1 por ciento.
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El carismático Elon Musk, actual CEO de la automotriz Tesla, considerado el mayor innovador en tecnología automotriz del momento, fundó una década atrás la compañía PayPal, hoy uno de los principales sistemas de pagos en línea. En cierta ocasión decidió tomar unas vacaciones y mientras surfeaba en Australia la junta directiva lo destituyó, a pesar de que Musk era el principal accionista. De hecho, cuando poco después eBay adquirió PayPal, Musk recibió 165 millones de dólares.
Algunos llegan a tomarlo con humor. Andrew Mason, fundador de Groupon, que tuvo su momento de gloria en Silicon Valley hacia 2010, fue despedido luego de una caída en picada del valor del negocio, cuando la acción bajó de 20 dólares en 2011 a menos de 3 dólares en 2013. Ese día envió un correo a los empleados: “Luego de cuatro años intensos y maravillosos como CEO de Groupon he decidido que me gustaría pasar más tiempo con mi familia. Estoy bromeando: me despidieron hoy”.
Lo que viene tras el despido varía de un caso a otro. Steve Jobs, tras llorar inconsolablemente por su separación traumática, fundó dos empresas nuevas -Next y Pixar-, y regresó 11 años después para salvar a Apple de la ruina, la levantó de las cenizas y la convirtió en la más poderosa compañía tecnológica del mundo. Yang continuó en la junta directa de Yahoo hasta 2012, siempre llevándose muy mal con los demás inversionistas, hasta que rompió todo vínculo económico con su famosa creación. Elon Musk, luego de que sus socios en PayPal lo traicionaron, es ahora el CEO de Tesla y de SpaceX, una empresa de transportes espaciales, y es toda una celebridad internacional en innovación.
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En realidad, estas cosas ocurren con más frecuencia de lo imaginado. Un estudio de Harvard Business School estima que el porcentaje de fundadores que conservan su puesto durante muchos años es pequeño. Son más bien excepcionales los casos como el de Bill Gates en Microsoft o Larry Ellison en Oracle, porque casi siempre el fundador se enamora tanto de su emprendimiento que cuando las cosas marchan mal llega a ser incapaz de reconocerlo.