Finanzas públicas

Endeudados por la pandemia: ¿quién pagará la cuenta?

El endeudamiento público llegaría este año a la cifra récord de 68 por ciento del PIB, necesaria para enfrentar la gravedad de la crisis. Ahora hay que asegurar el pago de esas obligaciones con una nueva reforma fiscal. ¿Cómo se hará?

19 de septiembre de 2020
El ministro Alberto Carrasquilla ha dicho que por ahora trabajan en políticas de contingencia, como la deuda, y cuando las cifras se estabilicen debatirían las reformas.

En el primer trimestre de 2020, cuando llegó la pandemia, la deuda global alcanzó 258 billones de dólares. Eso equivale a 331 por ciento de la riqueza que produce el planeta en un año.

Esta astronómica cifra, calculada por el Instituto de Finanzas Internacionales, muy probablemente siguió subiendo en el segundo trimestre. Por este motivo, el elevado endeudamiento global se ha convertido en una de las mayores preocupaciones de los economistas.

Ante la pandemia, los Gobiernos necesitan más recursos para aumentar el gasto en salud pública, inversión social y reactivación económica. Y para evitar, además, que sus países caigan en recesiones profundas. Pero los consiguen a costa de hipotecar aún más a las futuras generaciones. Y al final alguien tiene que pagar.

El Fondo Monetario Internacional (FMI) estima que la deuda promedio de las naciones avanzadas aumentó a 128 por ciento de su producto interno bruto (PIB). De ese modo supera el récord de 124 por ciento establecido en 1946, después de la Segunda Guerra Mundial, cuando necesitaron millonarios recursos para su reconstrucción.

De esta tendencia no se han escapado países en desarrollo como Colombia. Este año su deuda alcanzará el 68 por ciento de su PIB, un nivel histórico. Para muchos pone en peligro la calificación de riesgo del país, que le permite endeudarse a menores tasas de interés. Y podría desajustar las finanzas públicas y encarecer el dólar.

El ministro de Hacienda, Alberto Carrasquilla, ha señalado la necesidad de pensar cómo manejar el problema de la deuda tras la pandemia. “Todos los países vamos a tener una reducción en el PIB y un crecimiento de la deuda. No preocupa su nivel absoluto por la liquidez que tenemos en los mercados y por la política monetaria que existe, sino por la falta de saber cómo se va a manejar en el primer día luego de la crisis”, dijo la semana pasada en un evento del Banco Interamericano de Desarrollo.

En efecto, la deuda preocupa no tanto por el tamaño de su saldo, sino por la capacidad de pago. De hecho, las naciones desarrolladas superan con creces el nivel de endeudamiento de Colombia: muchas deben más del ciento por ciento de su PIB.

El país hasta ahora ha podido mantener su fama de buena paga, y se lo han reconocido los mercados financieros. Por ejemplo, a comienzos de septiembre emitió títulos de deuda interna, conocidos como TES, que vencen en 30 años. De ese modo consiguió 4,8 billones de pesos a una tasa de interés de 7,25 por ciento, un nivel bastante competitivo. Así mismo, el BNP Paribas indica en un informe que el costo promedio ponderado de la deuda nacional está hoy en un mínimo histórico de 5,7 por ciento, al tiempo que el costo de la deuda externa cayó de 5,8 por ciento en marzo de 2018 a 3,9 por ciento en julio de 2020.

Pese a lo anterior, preocupa que el servicio de la deuda cada vez requiere una tajada más grande del presupuesto nacional. El de este año consume el 20 por ciento, y para 2021 se llevará el 25 por ciento de los 314 billones que tiene proyectados el Gobierno en el Presupuesto General de la Nación.

Sergio Olarte, economista principal de Scotiabank Colpatria, aclara que no hay que mezclar la inquietud por el stock de la deuda con el pago de su servicio. De hecho, los Gobiernos no se endeudan como las personas, que mensualmente abonan a capital e interés, sino que pagan el capital al final de la obligación y mientras tanto van cancelando los intereses o cupones. En el caso de los TES a 30 años, los pagarán en 2050.

Por eso, en su concepto es necesario mirar cómo está el flujo de pagos mensuales y tomar medidas a fin de asegurar que se pueda pagar. Para cumplir ese objetivo, el Ministerio de Hacienda ha venido haciendo swaps o canjes de deuda para alargar las obligaciones y disminuir lo pagado cada mes. “Se podría decir que es patear el balón para adelante, pero lo importante es que los mercados crean que el país sí va a pagar y así disminuya el flujo de la deuda”, precisa Olarte.

Generar esa confianza se convertirá en uno de los principales retos de ahora en adelante. Con la crisis los ingresos del Gobierno disminuyen, y debe garantizar que logrará aumentar el recaudo. Por eso los expertos consideran que queda solo una alternativa: hacer una reforma tributaria.

En busca de más ingresos

En el Ejecutivo han sido enfáticos en que este no es el momento para tramitar reformas, y mucho menos una tributaria. Pero los economistas consideran que desde ya hay que empezar a negociar con el Congreso para realizar el año entrante un proceso legislativo organizado. Para que no ocurra como suele suceder en las reformas tributarias aprobadas a las carreras justo antes de la Navidad.

En medio de una crisis como la actual, el ajuste al sistema impositivo no puede consistir en aumentar las cargas para las empresas o las personas naturales. Una solución más adecuada estaría por el lado de reducir exenciones. Eso significaría mayores impuestos para los beneficiarios, pero no implicaría alzar las tarifas.

También hay que trabajar en reducir la evasión. Munir Jalil, jefe de macro research para la región andina de BTG Pactual, dice que inicialmente el Gobierno ha planteado aumentar ingresos en mínimo 20 billones de pesos a partir de 2022. Y eso se puede lograr con una reforma tributaria, la cual a su vez podría calmar a las agencias calificadoras para que no cumplan su amenaza de bajarle la nota a Colombia.

Es factible que muchos países se sobreendeuden y que a muchos más les bajen la calificación. Pero Jalil cree que la diferencia va a estar entre los que tengan una estrategia creíble de consolidación fiscal y los que muestren una institucionalidad más débil. Hasta ahora Colombia está en el primer grupo, lo que se ve en las bajas tasas de interés y el fácil acceso a financiamiento. Pero requiere mantener esa confianza a futuro.

Lo más grave del incremento de la deuda está en que una vez arriba, resulta muy complicado bajarla. Reducir este indicador dependerá de la recuperación económica, sin embargo, podría tardar muchos años. Preocupa también que el Gobierno se está endeudando sobre todo en moneda extranjera, lo que podría hacer al país vulnerable a choques externos.

En todo caso, la deuda no ha crecido por un mal manejo fiscal, sino por una crisis inesperada de salud pública imposible de anticipar. Jalil señala que, de no aumentar la deuda, la situación actual podría ser peor. Pero claramente gastar más tiene consecuencias.

Resolver el dilema de cómo recaudar más impuestos sin recargar a quienes ya pagan impuestos permitirá hacer sostenible el endeudamiento, para que Colombia pueda pasar la página de la crisis.