PERSPECTIVAS ECONÓMICAS 2019

2019: el año de las decisiones económicas

La economía colombiana crecerá por encima de 3 por ciento el año próximo, siempre y cuando la desaceleración mundial no le dé un fuerte coletazo. Por eso no se pueden aplazar las grandes reformas pensional y laboral que requiere el país.

15 de diciembre de 2018

Apesar de la fuerte turbulencia internacional y de la incertidumbre por la contienda electoral, 2018 terminó siendo un año algo mejor de lo esperado para la economía colombiana. Los altos precios del petróleo en el mercado internacional, que tocaron los 80 dólares por barril durante algunas semanas, terminaron por salvar un año que lucía destemplado.

Todo indica que después de dos años de mediocres crecimientos, por debajo del 2 por ciento, la economía colombiana terminará este año con un crecimiento alrededor del 2,6 por ciento. No es una cifra para cantar victoria. pero supera las predicciones de los analistas.

Un ejercicio de ‘bola de cristal’ muestra que la perspectiva para el próximo año luce mejor en el plano interno, aunque con mayores riesgos en el frente externo. Por eso habrá que mantener las alarmas encendidas.

3,26 por ciento esperan en promedio los analistas que crecerá la economía en 2019. Sus estimaciones se mueven en un rango entre el 2,9 y el 3,6 por ciento. La tasa de cambio promedio de 2019 estaría entre 2.980 y 3.300 pesos por dólar

La buena noticia es que el próximo año crecerán todos los sectores económicos. Falta ver cómo sale, pero en principio, la Ley de Financiamiento que tramita el Congreso tendrá menos efecto en el consumo que la reforma tributaria de 2016. La menos buena es que en el plano internacional habrá fuertes turbulencias que generan incógnitas en el precio del petróleo y podrían aguar la fiesta en 2019. ¿Qué viene para la economía el año entrante?

El año que no despegó

Aunque la economía colombiana en 2018 tendrá un desempeño positivo, terminó en frustración el repunte esperado para el segundo semestre, luego de que se disiparon las tensiones políticas propias del proceso electoral. La corta ola de optimismo registrada tras la victoria de Iván Duque comenzó a disiparse luego de que se posesionó y una nueva etapa de polarización, en la que el gobierno no ha podido sacar adelante varias de sus iniciativas, ha vuelto a generar incertidumbre entre los agentes económicos.

Las decisiones de consumo e inversión que muchos analistas consideraban aplazadas para la segunda mitad del año han resultado más lentas de lo esperado. A esto se suma el golpe al bolsillo que sintieron los colombianos en septiembre, cuando las declaraciones de renta confirmaron los costosos efectos de la reforma tributaria de 2016. Sin reponerse del golpe, en octubre el gobierno anunció una nueva reforma tributaria bajo la denominación de Ley de Financiamiento que ha generado aún más confusión. Como consecuencia de esta seguidilla de anuncios se presentó una sorpresiva caída en la confianza de los consumidores, que volvió a terreno negativo. También se deterioraron las expectativas frente a la situación del país a futuro, especialmente en los estratos medio y alto.

Ahora muchos esperan que 2019 sea un año de recuperación. Esta podría resultar bastante moderada, en buena medida por los riesgos a nivel internacional. Un sondeo realizado por SEMANA entre los 18 principales centros de estudio e investigación económica muestra que el crecimiento esperado para 2019 estará alrededor del 3,26 por ciento. Pero tendrá facetas buenas, malas y feas.

La buena, que continuará la recuperación de la economía y el repunte será mucho más parejo por sectores. Se estima que todos los sectores crecerán, aunque moderadamente. La negativa, que la dinámica económica sigue por debajo de su potencial que ya es bajo y los analistas tienen un sesgo a la baja. Y la fea, que el país seguirá enfrentando altos niveles de turbulencia mundial porque crecen las perspectivas de una desaceleración o recesión en Estados Unidos y Europa y los tambores de guerra comercial podrían afectar el crecimiento global.

El cambio en las condiciones de liquidez a nivel mundial y la salida de capitales también representan un gran reto. El país no puede seguir dependiendo del vaivén de los precios del petróleo, que son impredecibles y no dependen de las políticas nacionales.

Pero el país sí puede controlar los riesgos locales comenzando por los de tipo fiscal. Parafraseando a Fabio Echeverri, se podría decir que “el crecimiento económico va bien pero la situación fiscal va mal”. Si bien la Ley de Financiamiento que tramita el Congreso podría despejar el panorama fiscal para 2019, en el mejor de los casos va a recaudar 7 de los 14 billones de pesos que buscaba inicialmente. Y deja grandes dudas sobre la sostenibilidad fiscal del país a mediano plazo.

En 2020, cuando las empresas puedan beneficiarse de una baja en la tasa de renta y de todas las gabelas tributarias, no habrá recursos para tapar el hueco que dejarán estos menores ingresos. Esto ha motivado a expertos como Sergio Clavijo a asegurar que tal como está, se trata de una “ley de desfinanciamiento”. Eso obligará al gobierno a presentar una nueva reforma tributaria en 2019.

Para cumplir la meta de la regla fiscal para 2020 el país debe generar un plan creíble de reducción de la deuda como porcentaje del PIB a mediano plazo. De lo contrario corre el riesgo de perder su calificación de grado de inversión. Aunque la reprogramación de deuda en el presupuesto del año próximo le da un respiro al gobierno, este resulta temporal y el ministro de Hacienda debe convencer a las agencias calificadoras de riesgo que se va a mantener la senda de reducción del déficit. Las calificadoras no solo evalúan el balance fiscal, también la credibilidad de la política colombiana. El gobierno debe recuperar la gobernabilidad para generar confianza en los mercados. La Ley de Financiamiento, en la que el gobierno fue por lana y salió trasquilado, desgastó prematuramente su capital político y lo ha dejado con una credibilidad reducida. Queda la sensación de falta de capacidad política para sacar adelante las grandes reformas tributaria, pensional y laboral, así como el ajustes en el gasto público y la modernización de la Dian.

Hay que tomar decisiones para ajustar las finanzas públicas, impulsar las reformas estructurales y volver a crecer a tasas altas

Este es un momento de decisiones. Se requieren medidas de fondo que permitan el regreso de la confianza inversionista y eviten que el pesimismo se apodere de los consumidores y de los empresarios. Sin duda, es el momento de retomar el camino del crecimiento sostenible. ¿Qué hay que hacer?

Por un lado, un plan creíble de ajuste a las finanzas públicas a mediano plazo. El gobierno debe anunciar con claridad las cifras fiscales de mediano plazo.

De otra parte, recuperar la voluntad política para sacar adelante las reformas económicas que le permitan al país aumentar el crecimiento potencial de la economía y destrabar el de los sectores productivos que hoy se ven afectados por esta inercia. Todo lo anterior pasa por construir un gran acuerdo político que acabe con la polarización política y la parálisis del legislativo, que ha marcado la vida del país en los últimos meses.

Esto permitirá renovar la confianza y despejar los nubarrones que produce la incertidumbre mundial y local. 

Siguen los desafíos fiscales

Sergio Clavijo, director de Anif

La economía colombiana viene registrando una moderada recuperación pero sigue por debajo de su “nuevo” potencial. Luego de un 2018 “aceptable” donde la economía crecerá 2,7 por ciento, Anif pronostica un crecimiento del 3,3 por ciento para 2019 pero con grandes riesgos por el complejo entorno global y la volatilidad del precio del petróleo. Además, ve tres grandes desafíos. El primero relacionado con problemas de las finanzas públicas ante el desplome en el recaudo tributario de los últimos años. Esto se agrava por la Ley de Financiamiento, que reduce el impuesto corporativo y mantiene descuentos y gabelas, lo que agranda el hueco fiscal y el riesgo en la calificación.

Otro riesgo es el deterioro del empleo ante el bajo crecimiento y la llegada masiva de venezolanos, que presionan el mercado laboral y tienen la tasa de desempleo bordeando los dos dígitos. Y el tercero es un deterioro de las cuentas externas, a pesar del aumento de los precios del petróleo, debido a que el país ha fracasado en diversificar las exportaciones. Por estas razones, Sergio Clavijo, director de Anif, considera que así la economía crezca 3,3 por ciento, el desempleo se seguirá deteriorando y crecerán los desafíos fiscales y de cuenta corriente, dada la fuerte turbulencia internacional. “Y si el gobierno no enfrenta estos temas con decisión pone en riesgo el grado de inversión del país”.

Productividad, el nuevo objetivo

Luis Fernando Mejía, director de Fedesarrollo

La economía ha tenido una recuperación gradual pero importante, dice Fedesarrollo, que estima un crecimiento de 3,3 por ciento en 2019 con una ventaja adicional: en 2019 este será mucho más homogéneo y el repunte será en todos los sectores económicos.

La Ley de financiamiento ya no tendrá un impacto negativo en el consumo privado, pero habrá que esperar su impacto en la inversión y el crecimiento para lo cual se requiere mayor claridad sobre la sostenibilidad de las finanzas públicas a mediano plazo.

La preocupación apunta a que la reforma logra los recursos para 2019 pero no incorpora un gran plan antievasión, por lo que hay que mostrarle al inversionista que habrá reglas de juego estables hacia futuro para que en uno o dos años no venga nuevamente otra reforma.

Por otra parte, hay que tener claro que el crecimiento es el mayor facilitador del cumplimiento fiscal. Por esto, Colombia no puede darse el lujo de tener bajas tasas de crecimiento para bajar el desempleo y mantener las conquistas sociales. Para volver a crecer a tasas del 4-5 por ciento, hay que incrementar la productividad del país. Esto significa, además de destrabar las 4G, conectar al territorio de forma multimodal, mejorar la calidad y la pertinencia de la educación, diversificar nuestras exportaciones y hacer un gran esfuerzo por una mayor formalización laboral y empresarial.

Volver a generar confianza

Hernando Zuleta, director del Cede de la Universidad de los Andes

En 2019 el país crecerá a una tasa cercana al 3,5 por ciento y, aunque esta cifra no es tan elevada como muchos quisieran, marca la diferencia con la exhibida en los dos años anteriores, asegura Hernando Zuleta, el director del Centro de Estudios sobre Desarrollo Económico de los Andes. Pero este experto cree que los desafíos más grandes están en reducir la incertidumbre que sigue gravitando sobre los agentes económicos.

Las protestas sociales, la dificultad del gobierno para sacar adelante sus reformas, la baja calificación del gobierno en las encuestas, la fuerte confrontación política y los coletazos de los escándalos de corrupción han generado en los colombianos un sentimiento de frustración que, para Zuleta, está afectando el desempeño de la economía. “El problema de tensión política es fuerte, pero la economía depende de lo que hace la gente en la calle”, explica.

Por eso, asegura que el país debe trabajar en recuperar la confianza para que las variables económicas vuelvan a tomar el cauce del crecimiento. La buena noticia es que después del choque petrolero, el país ha comenzado una recomposición sectorial que nos permitirá empezar a crecer de forma normal el próximo año. Esto podría mejorar, además, si se recupera la confianza.

El reto del crecimiento

Francesco Bogliacino, director del CID

Desde hace varios años Colombia crece por debajo de su potencial. Y todo apunta a que en 2019 se repetirá la que algunos analistas han denominado la ‘regla del 3’ para los pronósticos de la economía: el PIB estará entre 3 y 3,5 por ciento, la inflación alrededor del 3 por ciento y el déficit fiscal muy cercano a este mismo guarismo.

Para Francesco Bogliacino, director del Centro de Investigadores para el Desarrollo (CID), de la Universidad Nacional, la mayor preocupación estará en el crecimiento, pues “estas tasas no le ayudan al país a solucionar los grandes desafíos como el desempleo, la pobreza –aunque ha disminuido– o la informalidad”.

Pero hay otras preocupaciones por atender. Internamente, las tensiones políticas relacionadas con las investigaciones del escándalo de Odebrecht, el desgaste del capital político del gobierno para hacer aprobar algunas leyes –como la de Financiamiento– y la falta de pragmatismo a la hora de tomar decisiones de gobierno. También el contexto internacional aparece como uno de los mayores nubarrones.

Bogliacino cree que, mientras el país luchará por alcanzar mayores tasas de crecimiento, afuera habrá fuertes turbulencias por las tensiones proteccionistas, los efectos de la guerra comercial, una desaceleración de la economía comenzando por los países desarrollados y la fuerte volatilidad en los precios de commodities de los cuales depende Colombia. Habrá que hacer frente con éxito a estas amenazas.