REFORMA

Trump: ¿traidor o visionario?

Con una gran rebaja de impuestos, el gobierno de Estados Unidos promete impulsar el crecimiento y la inversión, pero podría solo traer más desigualdad y complicaciones fiscales. Colombia sentirá el efecto de esa reforma.

9 de diciembre de 2017
Trump dijo que su propuesta no ayudaría a los contribuyentes más ricos, ni lo beneficiaría personalmente. Foto: AP - Susan Walsh

Tras la aprobación de la reforma tributaria en el Congreso estadounidense, el presidente Donald Trump está a punto de anotarse su primer gran triunfo político. Sin embargo, no está claro si este cambio en la política fiscal, que se convertirá en ley antes de finalizar este año o a comienzos de 2018, significará una victoria en materia económica.

Algunos analistas consideran que se trata de la reforma fiscal más importante de Estados Unidos en más de tres décadas, pues según ellos impulsará el crecimiento económico, el empleo y la inversión. Pero otros no dudan en señalar que solo beneficiará a las grandes empresas y a los más ricos porque aumentará la desigualdad y acrecentará los problemas fiscales y de deuda pública de ese país, sin impactar el crecimiento.

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Así las cosas, no es claro si Trump es un visionario que hará a “Estados Unidos grande otra vez” (su lema de campaña) o figurará como un traidor que engañó a la clase media y a los trabajadores, quienes lo eligieron.

Si bien el plan fiscal diseñado por la Casa Blanca aún puede sufrir algunos cambios, pues se encuentran en conciliación las versiones aprobadas en Senado y Cámara, la reforma tiene su eje en una fuerte reducción del impuesto a las ganancias corporativas, que pasaría del 35 al 20 por ciento (el Senado prevé su aplicación para 2019 y la Cámara Baja para 2018). Además, propone medidas para repatriar el capital y una simplificación de la escala impositiva para las personas naturales.

La medida tiene, según el gobierno, el objetivo de incrementar la inversión empresarial para crear empleo y, por tanto, el crecimiento económico. “Vamos a recortar los impuestos para la clase media al hacer la carga impositiva más simple y más justa. Y vamos a incentivar a las empresas que se han llevado los empleos y el bienestar a otros países para que regresen a Estados Unidos”, afirmó Trump en varias ocasiones. Para esto, propone un impuesto de transición entre el 14 y 5 por ciento (hoy la tasa es del 35) para las ganancias acumuladas en el extranjero que sean repatriadas.

Según el gobierno, la reforma aumentará el crecimiento potencial de la economía en un punto porcentual y lo elevaría al 3 por ciento (economistas como Nouriel Roubini estiman que no será más del 0,2 por ciento, con lo cual se elevaría a solo 2,2).

Los mercados accionarios reaccionaron con optimismo ante la aprobación de la reforma y volvieron a marcar récords. Según analistas de JP Morgan y Citigroup, ganarían sobre todo los bancos y el comercio minorista, al igual que las compañías farmacéuticas, biotecnológicas y de tecnología se podrían beneficiar de la tasa más baja para repatriar capitales. Según Goldman Sachs, las empresas estadounidenses tienen 3.100 millones de dólares en ganancias en el extranjero. En contraste, perderían con la reforma, entre otros, las compañías de seguros y hospitales, pues el gobierno aprovechó para eliminar un mandato clave de la reforma sanitaria de Barack Obama: las penalizaciones para aquellos estadounidenses que no contraten un seguro médico.

Por esto, los economistas que desestiman el plan de Trump advierten que la nueva reforma fiscal solo beneficia a las grandes empresas y a los más ricos del país, a la vez que podría generar una caída en la recaudación y poner en peligro la seguridad social y los servicios médicos. Estimaciones del Tax Policy Center (centro de pensamiento) indican que los ingresos tributarios del gobierno federal se reducirían en 4 billones de dólares durante los próximos 10 años. Una caída que ante la ausencia de recortes del gasto y reducción de exenciones incrementarían el déficit fiscal y la deuda pública en ese monto, complicarían los debates en torno al techo de la deuda (actualmente en 106 por ciento del PIB) y pondrían en riesgo la calificación crediticia de la Nación.

Además, este mismo centro de pensamiento señala que el mayor aumento en el ingreso disponible se presenta en los estratos altos, mientras que no tiene un impacto sobre los más pobres, por lo que la reforma aumentará la desigualdad. “Esta ley va en directo beneficio de quienes ya son millonarios y poderosos”, afirmó el senador y líder de la minoría demócrata, Chuck Schumer, y con él estuvieron de acuerdo más de 400 magnates agrupados en una organización llamada Riqueza Responsable. Estos le enviaron una carta al Congreso de Estados Unidos para sostener la inconveniencia del proyecto y defender la importancia de mantener la carga impositiva actual.

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En dicha carta, firmada por personalidades como George Soros, Steven Rockefeller, Ben Cohen, Jerry Greenfield, Eileen Fisher y muchas otras personas que forman parte del 5 por ciento más rico del país, advierten que una reducción de impuestos en los estratos altos no aumentaría la demanda, pues nada hace pensar que los impulsaría a invertir más. Por otro lado, critican la eliminación del impuesto a las herencias, uno de los puntos más polémicos, pues solo beneficia a las 5.000 familias más ricas del país con un gran impacto sobre la tributación.

De la misma manera, algunos analistas han advertido que los recortes de impuestos tendrían que ser permanentes para impulsar efectivamente la inversión empresarial y el crecimiento, algo que resulta también muy debatible. Cabe anotar que las normas fiscales en Estados Unidos obligan a que si la reducción de impuestos no puede ser compensada en su totalidad por fuentes alternativas de ingresos (o recortes del gasto), solo se puede adoptar por un máximo de diez años.

Economistas en Estados Unidos afirman que la reforma es una solución equivocada para los problemas de la economía. Sostienen que el problema actual no es el empleo, sino reducir el déficit para evitar el peligro de burbujas en los mercados y sobrecalentamiento y que la reforma hace todo lo contrario.

Si la reforma se traduce en un mayor crecimiento económico, consumo e inversión que permita compensar la caída en los ingresos tributarios, Trump y los republicanos se podrían anotar una gran victoria de cara a las elecciones intermedias de 2018 y las presidenciales de 2021. Una apuesta bastante agresiva, pues si las medidas fiscales no tienen el efecto esperado, Trump no solo estaría comprometiendo su reelección, sino el liderazgo económico de Estados Unidos hacia el futuro.

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En todo caso, Colombia deberá seguir con atención estos cambios. Para María Claudia Lacouture, directora de la Cámara de Comercio Colombo Americana, modifica el panorama global para las inversiones, pues uno de los mayores ‘emisores’ de inversión para países como Colombia, ahora, se convierte en una fuerte competencia. “Estados Unidos es uno de los grandes inversionistas en Colombia. Y si bien no se va a caer o ir la inversión repentinamente, lo cierto es que la reforma estadounidense busca mantener la inversión dentro de sus fronteras. Colombia tendrá que revisar la tasa de tributación corporativa”, afirmó.

Para Luis Orlando Sánchez, de Ernst & Young, firma experta en impuestos internacionales, si Estados Unidos entra de lleno a competir con tarifas bajas para atraer inversión a su mercado, pondrá una gran presión a países con tarifas altas como Colombia. En nuestro país esta tasa nominal se acerca al 40 por ciento para 2017 y podría alcanzar el 33 por ciento en 2019, cifras que lucen altas con los nuevos estándares internacionales y que en el futuro no podrían tomarse como crédito tributario en Estados Unidos. Además, la reforma también podría limitar en algunos casos las exportaciones colombianas al país del norte.

Lo cierto es que, en el corto y mediano plazo, al evaluar el impacto de la reforma fiscal prometida por Trump, se sabrá si el mandatario resultó un visionario o un traidor.