EMPRESAS
Nada es color de rosa: el impacto del coronavirus en la floricultura
El fin de semana del Día de la Madre era difícil encontrar estas flores a última hora. Pero con la cuarentena miles se pudren en los cultivos porque no pueden exportarlas o no tienen cómo salir a venderlas. Así se “reinventa” la industria.
Apagar los cuartos fríos donde se conservaban millones de rosas que serán exportadas es la decisión más difícil que ha tomado Luis Felipe Ochoa desde hace 16 años cuando se volvió floricultor. “Es una decisión dura y me dio mucho guayabo”, dice. Sin embargo no tuvo otra opción. Son más de 54 hectáreas las que tiene sembradas en Cogua, Nemocón, Sopó y El Rosal. Y aunque ha hecho lo posible por mantener la producción, en la que trabajan 464 familias, el número de clientes no es el mismo y el volumen de pedidos cambió. Dos semanas de marzo y abril se convirtieron, para él y los miembros del gremio, en días de terror. Las ventas se estancaron y se comenzó a perder mucha flor.
Colombia produce flores todo el año. Ocupa el segundo lugar en el mundo, después de Holanda. Toneladas de rosas llegan a más de 100 mercados internacionales. San Valentín y el Día de las Madres son las fechas más importantes. Representan hasta la cuarta parte de las entradas anuales. Por eso, más de 290 floricultores se programan con disciplina cada año para sacar en esa temporada su mejor cosecha. Pero en 55 años de experiencia que ha forjado el sector, nunca se contempló un plan de respuesta a una emergencia como la que los empujó la crisis sanitaria mundial por el coronavirus.
“No pudimos operar en Detroit (Estados Unidos). Nos cerraron la tienda al ciento por ciento”, cuenta Ochoa que le respondió una clienta la semana pasada. “Estamos trabajando desde Chicago”, agregó. Él, sin embargo, sabe que no es lo mismo. El 97 por ciento de las flores colombianas, se exportan y su caso no es la excepción. Según las cuentas de Caproflor, la asociación a la que pertenece, del total de esa cifra el 80 por ciento termina en Estados Unidos. De ahí las repercusiones directas que tiene en la industria nacional cualquier medida que se tome en el norte para tratar de controlar la propagación del virus. “En California multaron a unos clientes”, le contaron.
Al menos dos millones de tallos de Rosas del Neusa, su empresa, fueron a parar a las explanadas de compostaje. “Vamos a tener que botar más flor. Exporté un montón la semana pasada, pero estamos en pico de cosecha. Unas 400.000 irán a la caneca”, cuenta con tristeza. Pero esta última disposición no es la única que ha contemplado. Antes de que descubriera que hasta regalar cuesta, entregaron 100.000 tallos a enfermeras, médicos e iglesias en Bogotá y Zipaquirá. Incluso, muchos de sus trabajadores cargaron a sus casas lo que les cabía entre las manos. “Afuera de la finca pusimos un letrero: flores gratis”, recuerda. Aun así, fue mucho lo que terminó en abono.
En la capital, mientras tanto, la floristería de lujo Don Eloy ha hecho lo propio para mitigar el impacto de la cuarentena. Después de tender varios puentes, la tradicional compañía decidió donar miles de flores a clínicas y centros hospitalarios. Partiendo de los beneficios a los que están expuestos quienes las reciben, su directora Mónika Gómez, cuenta que pusieron en marcha varias campañas. “Una de ellas fue: ‘Aquí estoy, te estoy pensando’; estaba dirigida a familias en recuperación. La otra fue ‘Pongo mi bandera’, que buscaba rendir un homenaje quienes hicieron donaciones o contribuyeron sustancialmente a mitigar la crisis a través de campañas lideradas por la primera dama de la nación”.
Don Eloy decidió hacer donaciones a clínicas y centros hospitalarios. Flores de Serrezuela donó a Colombia Cuida a Colombia.
Flores de Serrezuela, que exporta a 15 países, recurrió a una estrategia similar. Mediante Colombia Cuida a Colombia donó miles de rosas tipo exportación para que se entregaran a bajos costos en el Día de la Madre. El dinero recolectado será destinado al Banco de Alimentos con el propósito de donar mercados a familias vulnerables. “No se pude generalizar. Cada empresa sortea de manera distinta la situación, pero lo cierto es que todo el sector está golpeado. Incluso, desde antes del confinamiento”, cuenta Ricardo Samper, gerente de esta compañía que sintió el primer golpe con la producción que tenía lista para enviar en marzo a Japón.
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Pero estas grandes superficies no son las únicas que han tenido que reinventarse. Ramiro, un floricultor de Zipaquirá que no está afiliado a ninguna agremiación, también se ha tenido que acomodar. “El negocio está difícil. No hay a quién venderle. La gente está ahorrando es para comer. Yo tenía cinco trabajadores, pero no tenía como sostener la nómina”, cuenta. El momento que atraviesa la industria golpea más a unas que otras.
Que no se marchite el negocio
La demanda de rosas colombianas se redujo cuando las floristerías de todo el mundo cerraron. Esa fue la primera medida que se tomó, pero no es la única que viene haciendo estragos en el sector. Los eventos públicos quedaron cancelados. Las celebraciones están pospuestas. Los grados son virtuales y hay muy pocos matrimonios. Con el coronavirus circulando, millones de personas se resguardaron en casa para protegerse y los niveles de consumo se redujeron al mínimo.
Pero esa tendencia viene cambiado. A pesar de que para muchos las ventas durante el inicio de la cuarentena fueron casi nulas, desde hace un par de semanas ha habido un repunte. “El contexto últimamente ha sido positivo. No es ni será el mismo ritmo de años anteriores pero es importante que haya movimiento. Inicialmente hubo una caída del 80 al 90 por ciento, pero ahora se ubica entre 30 o 50 por ciento”, explica Jairo Cadavid Ossa, presidente de Colviveros.
Esa misma lectura tienen otros floricultores. En parte, creen que se debe a las medidas que han tomado para mitigar el impacto de la crisis, pero también a la reacción de los ciudadanos que confirmaron que las cadenas de abastecimiento operarían con normalidad. Después de “estar en un segundo plano, quienes están en casa notan que las flores dinamizan el ambiente en el hogar”, dice un empresario. “Son importantes en ocasiones especiales, pero en estos tiempos son un producto de consumo de mí para mí”, agrega otro.
De acuerdo con Augusto Solano, presidente de Asocolflores, un reciente estudio demostró que las flores ayudan a bajar el estrés. Según esa lógica, decenas de productores que llevaban años exportando redirigieron su mirada a nivel local. “Estamos remodelando la página web. Abrimos redes sociales y estamos entregando nuestros productos a domicilio. Queremos que el país rompa el hábito de la flor de semáforo de calle”, cuenta Ochoa. Igual como sucede con el café, la apuesta es que los colombianos consuman lo mejor.
Paralelo a esa estrategia, y adaptándose a los protocolos de bioseguridad, varios empresarios han ajustado las operaciones en sus fincas. Esto les ha permitido movilizar un pequeño porcentaje de la producción, como le ha ocurrido a Rosas del Neusa. Aunque es mucho lo que se ha perdido, poco a poco ha exportado dos millones de tallos. “Las aerolíneas de carga nos han dado la mano”, dice Felipe. Eso mismo le ha sucedido a la empresa de Manuel Navarrete en Gachancipá. “La semana pasada despachamos el último pedido a Estados Unidos, aunque con precios por debajo de lo histórico. En tiempo récord creamos un sistema de ventas online. Creamos una línea de negocio completamente distinta”, dice.
Por su parte, Mónica cuenta que en Don Eloy se han reinventado más de lo que alguna vez se habrían imaginado. Si bien es cierto, que desde el nacimiento de la floristería se han enfocado en el mercado local, redefinieron las estrategias. “Hemos sido una empresa dedicada a flores de ocasión. Ahora pensamos más en quien está en casa y desea invertir en él. Llevamos la experiencia de la floristería hasta el hogar de los clientes. A través de plataformas como Zoom hemos realizado talleres, celebraciones en casa y para la fiesta de la madre tenemos una buena preventa y todo ajustándonos a los protocolos de bioseguridad”, cuenta.
La floricultura intenta mantenerse a flote en medio de la sacudida que provocó la pandemia. El tema es clave. No solo por lo que representa esta industria, que exporta 1.500 millones de dólares al año, sino por las 140.000 personas que dependen de ella. Los empresarios creen que “evitar que colapse el sector es garantizar que no incremente el cinturón de miseria de Bogotá”. Lo dicen porque de la producción nacional de flores, 70 por ciento se produce en la sabana, 27 por ciento en Rionegro y el resto en el Eje Cafetero y el Valle. El sector es el mayor generador de empleo rural por hectárea en el país.
A diferencia de otros sectores, en la floricultura es imposible no operar. En semanas se perdería el trabajo de varios años. Por eso, los empresarios buscan salidas, mientras se apoyan en los reintegros de las ventas que hicieron en San Valentín y que se cotizaron más por el alza del dólar. Tantean, además, la posibilidad celebrar una segunda fecha del Día de la Madre en el segundo semestre del año, están convencidos de que una vez se supere la crisis el sector se reactivará. Las cartas están sobre la mesa. Sienten que todo está por hacer, más cuando se vienen meses como junio y julio, que históricamente han sido difíciles, y ahora no saben cómo se comportará la pandemia.