SISTEMA FINANCIERO
La bancarización avanzó, pero ¿se usan los servicios financieros?
Todavía queda mucho terreno por recorrer, según estudio de la CAF.
Mucho se habla en países como Colombia de que se bancarizó a los beneficiarios de subsidios como ingreso solidario y receptores de la devolución del IVA. Pero, más allá de recibir el giro del Estado, ¿qué tanto usan los servicios financieros? La situación no es solo en nuestro país. Diana Mejía, especialista sénior en Inclusión Financiera del Banco de Desarrollo de América Latina (CAF), habló del tema.
En la conferencia “Lecciones para reducir la vulnerabilidad financiera en tiempos de pandemia”, explicó varios hallazgos sobre la tendencia mundial en inclusión financiera.
De acuerdo con la experta, es claro que algunos países han avanzado en los niveles de bancarización, porque el número de cuentas de ahorro y tarjetas débito y crédito ha venido aumentando. Aclaró que “bancarización” no es sinónimo de inclusión financiera y eso queda en evidencia en la cultura de uso de los servicios financieros.
“En los últimos años, la brecha entre acceso y uso se ha venido ampliando, especialmente en los países emergentes”, dijo al citar cifras del Center for Financial Inclusion y el Banco Mundial.
Mientras que el promedio mundial de cuentas inactivas como porcentaje del total de cuentas de ahorro en el sistema financiero se ubica en el 20 por ciento, en regiones como el sur de Asia la inactividad en el uso de los servicios financieros alcanza el 45 por ciento. En la zona euro, el indicador es apenas del 5 por ciento, mientras que en América Latina está en 16 por ciento.
Esto lo que significa es que las personas acceden a alguna clase de servicio como tarjetas débito o crédito y luego no las usan ni amplían el uso a otros servicios como los que ofrecen las entidades financieras a través de internet.
En el caso de Colombia, el porcentaje de inactividad está cercano al 18 por ciento y la cobertura se acerca al 50 por ciento. Estas cifras corresponden a 2017, que es la fecha de realización del estudio, así que no miden aún el impacto de la mayor cobertura que se dio durante la pandemia por cuenta de los programas sociales de subsidios directos como Ingreso Solidario. Solo en el caso de esta iniciativa se logró bancarizar a 3 millones de colombianos que ahora reciben a través del sistema financiero los ingresos que les entregan estos programas públicos.
Pero nuevamente queda la pregunta sobre el uso que hacen los usuarios de estos servicios.
El desconocimiento sobre el funcionamiento de los servicios financieros es una barrera para un mejor uso: por ejemplo, muchas personas creen que su tarjeta débito o su cuenta de ahorros no tienen otro fin distinto al de recibir subsidios; desconocen que se pueden hacer pagos, transferencias o incluso usar otros servicios a través de internet.
Este fue uno de los mensajes centrales de la charla, porque Mejía invitó a tener una noción más amplia sobre la inclusión financiera, que no es simplemente aumentar el número de tarjetas emitidas. La definición de inclusión financiera, de acuerdo con la OCDE, es “el proceso de promoción de un acceso fácil, oportuno y adecuado a una amplia gama de servicios y productos financieros regulados, y la ampliación de su uso hacia todos los segmentos de la sociedad mediante la aplicación de enfoques innovadores hechos a la medida, incluyendo actividades de sensibilización y educación financiera con el objetivo de promover tanto el bienestar financiero como la inclusión económica y social”.
La CAF y la OCDE realizaron una encuesta con el objetivo de llegar a un indicador sobre “conocimiento financiero”, “comportamiento financiero” y “actitud financiera”. Los resultados muestran igualmente que en estos tres frentes la región muestra un rezago importante frente a los países desarrollados.
Francia fue uno de los países que logró una mejor calificación con 14,8 puntos en el índice. Colombia estuvo en la parte baja de los resultados con 11,7 puntos, y muy cerca de ella quedaron Argentina, México y Paraguay.
En su análisis, Mejía planteó que para lograr bienestar financiero son claves temas como capacidad de ahorro, conocimiento financiero, información transparente para comparar las condiciones de servicios entre instituciones financieras y la participación en decisiones financieras del hogar.
En este punto destacó que las políticas públicas para fomentar la inclusión financiera deben tener un enfoque de género, porque de esta manera se logran mejores impactos en el objetivo de reducir la desigualdad. Claramente, como ocurre en muchos otros frentes de la actividad económica como el mercado laboral, los sesgos del mercado financiero afectan negativamente a las mujeres.
La inclusión financiera genera impactos muy positivos en la lucha contra la desigualdad y la inequidad. Avanzar exige generar una cultura financiera más profunda. En eso deben trabajar todos los países de la región.