IMPUESTO RIQUEZA
Fortunas en la mira: ¿Qué tan viable es cobrarle más a los más ricos?
Ante la profunda crisis económica y las mermadas finanzas públicas, se abre paso en el mundo la idea de cobrarles más impuestos a las mayores fortunas.
El mundo busca con afán una cura para la peor pandemia del último siglo, y los Gobiernos hacen todo tipo de maromas fiscales para cubrir el costoso impacto del coronavirus. Mientras tanto, comienzan a barajar las opciones para reconstruir la economía con temas que levantan ampolla.
La fórmula para lograr una reactivación a corto plazo es el endeudamiento, que ha crecido a un ritmo acelerado en las últimas semanas y lo seguirá haciendo en los próximos meses. Pero como hay que pagar esa plata en algún momento, algunos Gobiernos estudian alternativas para cuadrar sus finanzas.
Hay una que suena mucho y cada día gana más adeptos: aumentar los impuestos a los más ricos. Eso, además de incrementar el recaudo, serviría para equilibrar las enormes brechas en la distribución de la riqueza en el ámbito nacional y global.
Algunos países de la región, como Brasil, Chile, México, Perú, Bolivia, Paraguay o Ecuador, analizan a profundidad el tema, que ha dado lugar a fuertes discusiones. Lo impulsan sobre todo los partidos de izquierda; aunque curiosamente en México, el presidente Andrés Manuel López Obrador, de esta corriente política, decidió manejar con pinzas la iniciativa, pues defiende su compromiso de campaña de no subir los impuestos. Sin embargo, su equipo de gobierno busca recursos hasta debajo de las piedras, y no se descarta que esta vez ese impuesto sí tome vuelo.
En España, donde cobran desde los años setenta un impuesto al patrimonio que arrancó como transitorio, plantearon cambiarlo por uno a la riqueza. Mas la propuesta ocasionó tal polarización que quedó aplazada y ya no aparece en el acuerdo de reconstrucción del Gobierno. En Reino Unido apenas comienza la discusión, aunque también ya levantó una gran polvareda.
Unos lo ven como expresión de solidaridad y de equidad. No obstante, otros lo consideran la vía más fácil de los Gobiernos ante su incapacidad para cerrar las venas rotas del fraude fiscal, la elusión, la evasión y la ineficiencia en el recaudo.
Eso sí, ha resultado un impuesto muy popular en estos días en medio de la gran discusión sobre cómo salvar la economía, y cuando sufren por igual empresas, Gobiernos y sobre todo las familias. Pero la discusión de subir los impuestos podría generar más incertidumbre.
Los integrantes de la Comisión Independiente para la Reforma Internacional de Impuestos Corporativos (ICRIT, por sus siglas en inglés) creen que este es un buen momento para discutir y adoptar un impuesto a la riqueza.
En esta ONG participan personalidades como el premio nobel Joseph Stiglitz, el economista Thomas Piketty, la experta en finanzas internacionales, Jayati Ghosh y el exministro colombiano José Antonio Ocampo. Ese organismo presentó recientemente cinco recomendaciones para enfrentar las dificultades actuales y lograr un nuevo orden mundial en materia tributaria. Y en la primera de las ellas, plantea la necesidad de cobrar más impuestos a los más ricos, en momentos en que los Gobiernos necesitan recursos y cuando esa responsabilidad no puede recaer en las familias más pobres.
Además, el ICRIT recomienda una reforma fiscal global que lleve a un mínimo de 25 por ciento la tasa de renta para las empresas; adoptar impuestos progresivos a las grandes compañías tecnológicas; lograr mayor transparencia con los informes fiscales de quienes se benefician de jurisdicciones con un trato tributario preferencial, y divulgar todos los recursos que guardan las empresas y personas en paraísos fiscales.
Desde hace varios años, Piketty ha defendido férreamente el impuesto a la riqueza. Recuerda que el esfuerzo de los más ricos de Japón y Alemania les permitió, al concluir la Segunda Guerra Mundial, financiar buena parte de su reconstrucción. En ese momento, las tasas de impuesto al patrimonio alcanzaron en esos países el 50 por ciento y lograron reducir, casi una década después, la deuda pública contraída por estas naciones, que alcanzaba 200 por ciento del PIB. Por eso respalda la idea de que ellos hagan el mayor aporte en estos momentos
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Piketty respalda la idea de que los ricos hagan el mayor aporte en estos momentos.
Pero en todas las naciones donde han planteado este impuesto han tenido una discusión encarnizada. En Chile lo hicieron el año pasado, en medio de la protesta social que provocó desmanes. Y revivió durante la pandemia, sin que hayan llegado a consensos. Igual sucede en México.
En América Latina solo tres países tienen este impuesto: Colombia, Argentina y Uruguay. Tanto en Argentina como en Colombia ya suenan voces que insisten en aumentar las tasas o ampliar el número de sujetos del recaudo. En Colombia, el exministro José Antonio Ocampo, integrante del ICRIT, defiende la idea de que, a raíz de la pandemia, haya “un impuesto al patrimonio más alto y de más amplia cobertura”.
Aquí este impuesto arrancó también como un gravamen provisional hace casi 20 años, pero se ha hecho permanente por casi dos décadas con muy cortas interrupciones. Y en la reforma tributaria más reciente quedó para personas naturales con capital superior a 5.000 millones de pesos, es decir, unos 1,2 millones de dólares. La tarifa es del 1 por ciento por tres años: 2019, 2020 y 2021.
En Argentina, donde ya opera el impuesto al patrimonio, el Gobierno de Alberto Fernández ha propuesto crear un nuevo gravamen que aplicaría solo a las personas naturales con fortunas de más de 3 millones de dólares. Y por una sola vez pagarían un “aporte solidario extraordinario”, cuya tarifa iría entre 2 y 3,5 por ciento. Ante el duro debate, el Gobierno decidió aplazar su presentación al Congreso unas semanas.
¿Golpe a los de siempre?
En Colombia hay quienes creen que subir el impuesto a la riqueza no solucionará los problemas fiscales por la gran incertidumbre que crea.
Juan Guillermo Ruiz, socio de asuntos tributarios en Posse Herrera Ruiz, lo califica de antitécnico y nada progresivo. “Gravar a los ricos suena muy bien para la galería, pero hay un elemento clave y es que no debería generarse un gravamen a un bien que ya ha pagado impuestos y ha contribuido”, dice.
Coincide en que tiene un recaudo fácil porque lo pagan siempre las mismas personas; no necesariamente las más ricas, sino las más cumplidas. Por eso un aumento podría ser contraproducente, en momentos en que se requiere que la inversión privada tenga un papel más protagónico en la reactivación y no haya incertidumbre tributaria.
La discusión global frente al impuesto a la riqueza sigue viva. Es cierto que cobrar más a los más ricos puede ser una manera de redistribuir la riqueza en la sociedad. Pero también lo es que los países deben trabajar más en controlar la evasión, mejorar el recaudo y no siempre apelar a la forma más facilista de crear nuevos impuestos a los mismos de siempre.