REGIÓN
El milagro peruano
En el vecino país sucede algo muy curioso. A pesar de que su economía crece más que la de prácticamente todos los países de la región, sus presidentes suelen estar entre los más impopulares del continente.
Según el Fondo Monetario Internacional (FMI), la economía peruana crecerá este año 3,7 por ciento. Será la segunda de mejor desempeño en la región después de Bolivia (3,8 por ciento), y estará por encima de Colombia (2,5 por ciento), México (2,4 por ciento) y Chile (1,5 por ciento), sus tres socios en la Alianza del Pacífico. De acuerdo con el FMI, en 2017, el producto interno bruto (PIB) de Perú se expandiría 4,1 por ciento, superando a sus vecinos en la región.
El anuncio no sorprende, porque desde hace varios años abundan las buenas noticias sobre la economía peruana. No fue casualidad que el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM) hubieran escogido este país, en octubre del año pasado, como anfitrión de la asamblea anual. Según estos organismos, la transformación de su economía durante el último cuarto de siglo ha sido notable.
Las cifras actuales dan cuenta de esta nueva realidad. Atrás quedó el terrorismo, la hiperinflación de finales de los ochenta y comienzos de los noventa, y el alto nivel de su deuda pública, que llegó a representar alrededor del 70 por ciento de su PIB. Hoy, de acuerdo con las estadísticas del fondo, Perú no solo registra la segunda mayor tasa de crecimiento económico de América Latina en la última década, sino también el menor índice de inflación. Presenta, además, una deuda pública notablemente reducida, lo que se ha traducido en una mejor calificación crediticia con grado de inversión y acceso a los mercados de capitales.
La expansión económica ha permitido fuertes ascensos en los salarios, lo que ha hecho que en poco más de una década la tasa nacional de pobreza prácticamente se redujera a la mitad, al pasar de 54,7 por ciento en 2002 a 22,7 por ciento en 2014. Muchos han llamado milagro peruano a este escenario diferente al de la mayoría de las economías de la región, aunque para algunos el calificativo es exagerado.
Varias son las razones que explican el éxito económico de este país durante lo que va del siglo XXI, a pesar de la crisis financiera internacional y a que sus presidentes han estado entre los más impopulares de la región. La principal tiene que ver con los altos precios de las materias primas, como el cobre, mineral de hierro y zinc. Perú es el tercer mayor productor de cobre del mundo y, durante 2012, China, principal comprador de este mineral, se llevó casi un tercio del producto peruano.
El Banco Mundial dijo la semana pasada que Perú se destacó, comparativamente en la región, por el mejor manejo que le dio al reciente auge de las materias primas. Ahorró el mayor porcentaje de la bonanza, con lo que consiguió bajar la deuda como porcentaje del PIB de niveles del 27 por ciento en 2009 a 20 por ciento en 2014.
Claramente, ahora, tras el fin del auge de las materias primas y la desaceleración de la economía, y, en consecuencia, la reducción en el recaudo de impuestos, la situación fiscal se apretó como en la mayoría de países de la zona. Según analistas peruanos, si la economía se sigue desacelerando, el gobierno tendría que optar por nuevos créditos, lo que podría elevar la deuda pública a niveles entre el 22 y 25 por ciento del PIB en 2018.
Perú no solo apostó a la ruta correcta al suscribir diversos tratados de libre comercio para abrir su economía y expandir su mercado, sino que se conectó muy bien con Asia, en particular con China que es su gran socio comercial.
En general, el país inca viene haciendo muy bien sus tareas. La independencia del Banco Central, la inflación objetivo, la regla fiscal y la disciplina en el gasto han traído estabilidad macroeconómica y credibilidad ante los ojos de los inversionistas y los mercados internacionales.
La apuesta correcta
Muchos de quienes hablan del milagro peruano se refieren en concreto al sector agrícola, al que se le apuesta como gran renglón exportador. Misiones de varios países, entre ellas de Colombia, viajan constantemente a conocer cómo ha logrado Perú convertirse en uno de los diez primeros proveedores de alimentos en el mundo y cómo ha modernizado su agricultura.
Este sector creció 3,2 por ciento entre 2011 y 2014, y acompañó a la minería y la pesca entre los que impulsan el desarrollo. Expertos destacan que las exportaciones de frutas y hortalizas con alto contenido tecnológico llegan a lugares distantes como China, lo que se creía imposible antes. La oferta exportable se ha ampliado, mientras se han reducido las restricciones sanitarias.
Según el Ministerio de Agricultura y Riego de Perú, el país ya es el primer productor y exportador mundial de quinua, espárragos (desplazando a Chile) y maca; el tercero en aguacate y alcachofas; el cuarto en pimientos secos; el quinto en uvas y fríjol; el sexto en mangos y el séptimo en mandarinas y jengibre. Perú es, además, el segundo exportador mundial de café orgánico. Han sido tan notables los avances del sector agrícola que analistas dicen que es uno de los brazos de la revolución gastronómica peruana, que hoy sorprende al mundo.
El desarrollo de la agricultura ha sido un gran desafío, dadas las condiciones desérticas de buena parte de su territorio. Precisamente, uno de los ejemplos de cómo ampliar la frontera agrícola es el proyecto de irrigación Olmos, que consistió en llevar agua desde la región amazónica peruana al oeste, a través de un túnel trasandino de 20 kilómetros. Este megaproyecto, inaugurado en 2014 por el presidente Ollanta Humala, convirtió 38.000 hectáreas de arenas en tierra fértil y adecuó otras 5.500 para agricultura de baja producción. Olmos es verdaderamente revolucionaria. Ya se han instalado grandes empresas con sembrados y ya arrancó la era de las exportaciones.
El desarrollo de Perú se expresa de diversas maneras. En marzo de 2013, por primera vez, la revista Forbes incluyó en su lista de los hombres más ricos del mundo a diez peruanos, entre banqueros, mineros e industriales. Marcas internacionales, centros comerciales, nuevos hoteles y grandes edificios dan fe de la transformación.
El éxito de la economía contrasta con lo que pasa en la política. Mientras la popularidad de los últimos tres presidentes ha ido en descenso, el PIB ha avanzado a mayor ritmo. Las cifras muestran claramente el contraste. La popularidad del presidente Humala cayó hasta el 17 por ciento en diciembre pasado mientras en 2015 la economía creció 3,26 por ciento, el segundo mayor ritmo en la región. Por su parte, el presidente Alan García concluyó su segundo mandato en 2011 con un 42 por ciento de aprobación, casi el mejor nivel de su periodo, aunque en ese año, la economía se expandió por encima del 6 por ciento. La aprobación de Alejandro Toledo (2001-2006) cayó al 6 por ciento en la mitad de su quinquenio. Sin embargo, cuando entregó el poder, la economía crecía más allá del 7 por ciento.
La razón, dicen los analistas, es que, aunque impopulares, esos presidentes han tenido disciplina fiscal, no se han apartado de la ortodoxia y han creído en las transformaciones. Lo más importante aún, es que una vez han asumido la dirección del Estado han despejado los temores que han suscitado durante las campañas. Por ejemplo, cuando ganó el presidente izquierdista Ollanta Humala (2011) se pensaba que ampliaría el rol del Estado en la economía y aumentaría el gasto público, y se temía que minara el auge económico de la última década. Sin embargo, no fue así y se mantuvo conservador en el gasto y amigo de la inversión privada.
Ahora los electores tendrán que escoger el próximo 5 de junio entre Keiko Fujimori (Fuerza Popular) y Pedro Pablo Kuczynski (Peruanos Por el Kambio). Para algunos, la primera –hija del controversial expresidente Alberto Fujimori (1990-2000)– representa el autoritarismo puro y un peligro para la estabilidad económica. Sin embargo, obtuvo la mayoría de votos para pasar a la segunda ronda bajo la promesa de mantener el actual modelo económico de Humala.
Por su parte, tampoco convence a todos los sectores el discurso liberal, en términos económicos, de Kuczynski, quien trabajó en el Banco Mundial, el FMI y ha sido varias veces ministro de Estado. No obstante, es el candidato de los inversionistas y de los mercados, pues apoya la inversión extranjera, los negocios y la continuidad de las políticas fiscales.
Lo cierto es que gane quien gane, tendrá la tarea de no dejar desvanecer el milagro peruano, lo que no será sencillo, porque las circunstancias mundiales son complejas y las materias primas ya no suben como antes. Perú tiene que fortalecer sus instituciones económicas, avanzar en la formalización laboral, mejorar la calidad de los servicios básicos, especialmente la educación, y llevar el desarrollo a las regiones, donde la pobreza todavía está en niveles alarmantes.
En síntesis, hay sobradas razones para afirmar que Perú se convirtió en una gran historia de éxito, aunque, curiosamente, el buen desempeño de la economía no es capaz de evitar la gran impopularidad de sus presidentes.