PLATAFORMAS
Piratería 3.0: así operan las redes de cuentas falsas de Netflix, Amazon y otras plataformas
En redes sociales y a plena luz del día se ofrecen servicios de ‘streaming’ a bajo costo. Este es su modus operandi.
En las juntas directivas de empresas del sector de entretenimiento ya se está discutiendo un tema del que poco se hablaba en los últimos años, pero todos sabían que existía. Se trata de la piratería de contenidos digitales, que tiene inundadas las redes sociales y viene poniendo en jaque a plataformas como Netflix, Amazon y Spotify, entre muchas otras.
Para cualquier persona que tenga una cuenta en redes es común encontrarse con ofertas tentadoras para acceder a contenidos de streaming de bajo costo. De 5.000 pesos mensuales en adelante se puede recibir suscripciones piratas a miles de series, películas y canciones, así como combos de varias aplicaciones.
Plataformas como Facebook, Instagram, Twitter e incluso Mercado Libre y Tinder se han convertido en el bastión de la piratería en diversos países de América Latina, siendo Colombia uno de los mayores exponentes. Así lo confirman fuentes de diversas empresas del sector, que ven con preocupación el auge de las cuentas plagiadas.
Incluso, aseguran que al tiempo que las plataformas viven un boom por cuenta de la pandemia, el mercado negro se disparó. Un análisis hecho por una compañía del sector revela que, entre 2019 y 2020, Colombia fue el país de la región en el que más aumentaron las conversaciones sobre fraude y uso compartido de cuentas.
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SEMANA conoció decenas de casos en los que personas naturales y organizaciones ofrecen estos servicios en sus redes. Eso sin contar con otros grupos más sofisticados, que tienen páginas web montadas y hasta reciben los pagos en pasarelas digitales.
Un negocio redondo
Sea uno o el otro, el común denominador está en que se ofertan todo tipo de servicios ilegales. Hay cuentas de una o varias pantallas de Netflix, Amazon Prime, HBO y hasta Disney+, que apenas aterrizó en Colombia hace unos meses. Asimismo, hay posibilidad de acceder a perfiles de Spotify, Youtube Premium, Claro Video, Crunchyroll y demás apps.
El contacto para llegar a estos servicios se realiza vía mensajes en redes o chats de WhatsApp. Los interesados se encuentran con una atención al cliente que cualquier empresa envidiaría. Explican el paso a paso de cómo y dónde hacer la transferencia bancaria y posteriormente le dan las claves para acceder.
Estas últimas se modifican cada mes, de tal forma que el usuario tenga que hacer el desembolso y así renovar su plan. A no ser que adquiera los paquetes ‘premium’, que incluyen suscripciones por tres, seis y hasta 12 meses. A otros, incluso, les dan recibos de caja menor o facturas ficticias para respaldar las operaciones.
Pero la atención no termina allí. Según conversaciones conocidas por este medio, los ‘agentes comerciales’ son tan sagaces, que conquistan a los usuarios dándoles recomendaciones semanales. Sagradamente, todos los fines de semana les envían un resumen con los contenidos nuevos de la plataforma, o de las series y películas que están marcando tendencia.
Otra de sus estrategias consiste en ofrecer combos de plataformas. Esta es una modalidad que solo marcas como Apple tienen consolidadas por el hecho de ofrecer diversos servicios bajo una misma empresa.
No obstante, los revendedores se las han ingeniado para ofrecer, por ejemplo, cuentas conjuntas de Amazon y Spotify o Youtube Premium y HBO. Todo por un módico precio, que puede llegar a costar la mitad del valor oficial y que tiene en jaque a las plataformas y al sector de entretenimiento.
Actores, productores, camarógrafos y demás trabajadores de esta rama han visto reducida su cantidad de trabajo no solo por la pandemia, sino por los recursos que les arrebatan los piratas.
“Esta es una red de comercio electrónico ilícito, que está conectada a nivel mundial. No tiene fronteras, se mueve en el inframundo de la web y funciona al por mayor y al detal”, asegura el general (r) Juan Carlos Buitrago, CEO y fundador de Strategos BIP, firma especializada en inteligencia, economías criminales y ciberseguridad, entre otras.
En estos casos, es tan responsable quien no paga por ver una película en internet, como quien participa de cualquier eslabón del sistema de economía criminal, que atenta contra la propiedad intelectual. La situación no es ajena a Colombia. En todo tipo de dominios web existen páginas dedicadas a almacenar y ofrecer estos servicios a muy bajo costo o gratuitamente.
Solo en España, por ejemplo, se han cerrado más de 23 web service dedicadas a la piratería de películas en el último año. “Con Europol e Interpol, las policías del mundo desarrollan anualmente operaciones masivas para identificar, bloquear, capturar e investigar a las mafias más grandes de la piratería digital mundial”, explicó Buitrago.
En Colombia, por su parte, se han hecho importantes esfuerzos gracias a la coordinación entre autoridades, la Cámara de Comercio Electrónico y las empresas. No obstante, las pérdidas por este flagelo siguen siendo elevadas y pueden alcanzar los $ 5.000 millones anuales. Sin dudas, un monto de esta magnitud solo puede ser alcanzado por el trabajo coordinado y especializado de redes de reventa y tráfico de contenidos piratas.
Se reinventaron
Este delito parecía haberse extinguido o reducido a sus justas proporciones, gracias a la masificación del internet. Las imágenes de hace unos años en que personas inescrupulosas caminaban con portafolios llenos de programas, entretenimiento y demás contenidos quedaron atrás. Lo mismo sucedió con los puntos de venta en comercios al aire libre, donde la comercialización se hizo más difícil, por cuenta de la vigilancia y control de las autoridades.
A pesar de lo anterior, la modalidad se reinventó y encontró en las plataformas una manera de camuflarse de las investigaciones. El problema, como en gran parte de delitos informáticos, está en la complejidad de ponerles un rostro a los criminales detrás de las pantallas.
En medio de lo anterior parte de las operaciones non sanctas han adquirido niveles criminales más audaces y cínicos, al punto que los delincuentes han abierto sus propias tiendas y se hacen pasar por revendedores legales.
En ciudades como Bogotá, Medellín y Barranquilla es cada vez más común ver negocios abiertos que ofrecen cuentas low cost de estas plataformas digitales. Eso sin contar con aquellas que usan estrategias de publicidad a plena luz del día, como el perifoneo en barrios o los banners móviles.
Detrás del mayor número de casos de fraude y piratería digital hay un efecto colateral para los usuarios del mercado negro. Lo que inicialmente parece una ganga, puede llegar a convertirse en un lío mayúsculo, por cuenta del uso y distribución de datos personales.
A la hora de aceptar ser parte de esta cadena criminal, las personas están entregando en bandeja de plata su información personal. Desde su nombre, cédula y celular hasta los datos bancarios hacen parte de la información sensible que se envía por chats y nadie sabe dónde puede terminar.
Como si esto fuera poco, en el mundo también se ha registrado el hackeo de miles de cuentas legales de Spotify, Amazon y HBO. Los cibercriminales les cambian las claves y las utilizan para revender sus servicios, con lo cual afectan a la sociedad por lado y lado.
La piratería es una realidad que tiene inundadas las redes sociales y parece estar lejos del radar de las autoridades. Parte de la responsabilidad también recae en los usuarios que compran ilegalmente estos servicios. Mientras tanto, las industrias culturales se hunden cada vez más y siguen viendo lejana la luz al final del túnel.