ECONOMÍA

¿Por qué pasa hambre “la despensa del mundo”?

Muchos culpan a los TLC y a las importaciones de la gran paradoja: en un país con el potencial agropecuario de Colombia hasta los campesinos y muchos ciudadanos pasen hambre. ¿Cuál es la razón?

17 de noviembre de 2020
Cultivo papa Ventaquemada
Campesinos cultivadores de papa. Ventaquemada Boyacá Noviembre 4 de 2020. Foto: Juan Carlos Sierra-Revista Semana. | Foto: JUAN CARLOS SIERRA PARDO

Mientras cerca de la mitad de las personas pasan hambre en algunas ciudades y, en general, uno de cada cuatro hogares en Colombia no puede tener sus tres comidas diarias, el país sigue viendo escenas de campesinos a las orillas de las carreteras intentando vender sus productos agrícolas (papa, maíz, yuca, plátano y frutas) al precio que les quieran pagar. Toda una paradoja en un país con capacidad de producir tanta comida, que haya gente pasando tanta hambre.

Para los expertos, las causas no se pueden atribuir a los Tratados de Libre Comercio, TLC, o a las altas importaciones de alimentos: es un problema más complejo que va desde un baja demanda y falta de ingresos en un segmento importante de la población, hasta fallas en la estructura de comercialización, deficiencias en el modelo de financiación, debilidades en la infraestructura y hasta en la falta de información para que las siembras coincidan con unos procesos de demanda del mercado más racionales. Pero todo esto se ha agravado por la pandemia.

La producción agropecuaria de este año estaba planeada para un país en normalidad pero el coronavirus y las medidas de aislamiento “nos dejaron sin consumidores”. El sector agropecuario no paro pero hoy está pagando las consecuencias de una drástica caída en la demanda, afirma Jorge Enrique Bedoya, Presidente de la Sociedad de Agricultores de Colombia (SAC).

Jorge Bedoya, presidente de la Sociedad de Agricultores de Colombia. Foto: SEMANA

Ante el frenazo de la economía se produjo una fuerte pérdida de ingresos en muchos hogares, sobre todo en los informales que viven en el día a día, pero también en muchos otros ante el aumento del desempleo y la inactividad que alcanza hoy alrededor del 20 por ciento.

Además, ante el cierre de la economía se afectó toda la distribución de alimentos que se hace en hoteles, restaurantes, cafeterías, colegios y universidades, entre otros. Es decir, toda la comida fuera del hogar desde el corrientazo hasta los grandes restaurantes. Por ejemplo, el 30 por ciento de la producción de papa se va para el canal institucional.

En los hogares la gente no solo trato de ahorrar sino que compró menos productos perecederos pues salía mucho menos a mercar por el temor al contagio. Por esto, fenómenos como el aumento del consumo de arroz y huevo. De igual manera, los mercados que se donan por lo general tampoco llevan perecederos por temas logísticos.

En fin, todo esto produjo una drástica caída en el consumo que hace que hoy haya una sobreoferta de algunos productos para los cuales es más difícil ajustarse. Además muchos productores dependen de los canales de comercialización y no tienen redes de almacenamiento y frío.

De hecho, durante los últimos meses la inflación ha caído a mínimos históricos puesto que la variación en los precios de los alimentos ha sido negativa desde junio lo cual significa que los precios al consumidor cayeron ante la baja demanda.

El gran temor es que no se reactive el consumo durante diciembre que - al ser tradicionalmente un mes de alto consumo ante las novenas navideñas, el año nuevo y las reuniones familiares – es un mes donde muchos sectores “cuadran caja”. Si esto no pasa es probable que el aumento de la cartera morosa y las pérdidas muchos agricultores no siembren el año entrante y se reduzca las áreas de ciertos productos. Esto no quiere decir desabastecimiento pero sí la quiebra de muchos productores.

Por esto, para Bedoya la única solución es seguir reactivando el consumo mediante la reapertura de todos los sectores incluyendo hoteles y restaurantes, obviamente con todas las normas de bioseguridad para evitar nuevos confinamientos. Además hay que acelerar las obras públicas y el gasto estatal en carreteras y VIS para ponerle plata en los bolsillos a la gente y que esta pueda volver a consumir con la misma frecuencia.

¿Y los TLC?

Ante las escenas de campesinos tratando de vender sus productos a orillas de las carreteras muchos han culpado a los tratados de libre comercio y las altas importaciones de productos agropecuarios. Sin embargo, para los expertos del sector incluido el propio Ministro de Agricultura, Rodolfo Enrique Zea, el tema en la actualidad es la caída en el consumo y no los TLCs. “Y no es que esté defendiendo las importaciones de productos como la papa”, advierte el Ministro.

Las importaciones de papa tan solo representan el 5 por ciento del consumo - 118 mil toneladas de alrededor de 2,6 millones – y han disminuido el 16 por ciento. A septiembre eran solo 58 mil toneladas, pero ante la fuerte caída en el consumo cualquier importación se siente mucho más. El consumo de la papa, por ejemplo, ha caído un 40 por ciento respecto a los niveles antes de la cuarentena.

No obstante, este gobierno respaldo la solicitud de prórroga y ajuste de los derechos antidumping impuestos desde el 2018 a las importaciones de papa precocida congelada proveniente del exterior. Estos vencieron el 9 de noviembre y se volvieron a presentar por lo cual hoy siguen los sobrearanceles que protegen al sector.

Colombia tiene un enorme potencial productivo y se perfila como una potencial despensa agroalimentaria del mundo, como lo ha dicho la FAO. Es el cuarto país de América Latina en disponibilidad de tierras aptas para la producción agrícola, el tercero en disponibilidad de agua y diversidad climática y, tal vez, el primero en biodiversidad. Pero a pesar de este potencial, el campo parece no despegar.

Las exportaciones siguen concentradas en muy pocos productos tradicionales como café, flores, banano, azúcar y aceite de palma. Sin embargo, hay productos que vienen creciendo como el aguacate hass, algo de cítricos y piña. Además, se han dado las primeras exportaciones del sector porcicultor y ganado en pie.

De hecho, el Ministerio destaca que en lo corrido del año este tipo de exportaciones agropecuarias y agroindustriales han aumentado 3,6 por ciento en dólares, 10 por ciento sin contar café, banano y flores. En productos como el aguacate hass, carne bovina, tilapia y panela hubo crecimientos entre el 36 y 60 por ciento, frente a un año que ya había sido récord para las exportaciones del sector y en medio de la pandemia.

Sin duda, estos sectores marcan el camino aunque aún estamos lejos de competirles a otros países. Con esto, la balanza en dólares del sector (no en toneladas) tiene hoy un pequeño superávit.

Colombia importa productos como maíz amarillo, fríjol soya y torta de soya que son la materia prima para hacer alimento procesado para pollos, cerdos y la piscicultura. Esto ha hecho que proteínas como los huevos, el pollo y el cerdo hayan caído de precio en los últimos años y mucha más gente haya tenido acceso. El consumo de estos productos que sirven para el alimento concentrado sigue creciendo pero la oferta nacional de temas como el maíz amarillo no se mueve.

También importamos frutas como manzanas de Chile, quesos y productos lácteos de la Unión Europea, cerdo, chocolatería y arroz de países como Estados Unidos, Ecuador y Perú.

La pregunta es cómo aprovechamos estas oportunidades y nos seguimos preparando para competir ante la desgravación que seguirá en muchos productos.

Para los expertos del sector más que cerrarnos y aumentar la protección, hay que ordenar la comercialización y la producción, mejorar la planificación y sobre todo pensar en grande.

“Hay problemas de volúmenes y por tanto hay que ordenar la oferta. Trabajar temas como la asociatividad, la integración vertical, la planificación para vender primero y luego sembrar”, explican quienes consideran que hay muchos productores pequeños que no quieren asociarse. Por múltiples razones que van desde desconocimiento y desconfianza hasta que muchos están en una zona de confort por lo que prevalecen los esfuerzos individuales.

Precisamente, en el caso de la papa el Ministerio está reunido en el Consejo Nacional de Papa con el gremio (Fedepapa), asociaciones agroindustriales y los grandes comercializadores para buscar soluciones para toda la cadena del sector.

En manos del ministro de Agricultura, Rodolfo Zea, está resolver esta papa caliente que enfrenta a productores de aceite de palma por el comercio exterior.

Según el Ministro, van a revisar los TLCs y las importaciones pero ahí está el 5% del problema. También van a identificar por qué los productores no llegan directamente a los comercializadores y por qué hay tantos intermediarios. Probablemente se requiere organizar a los productores y promover una mayor asociatividad y cooperativismo, a la vez que se mejoran los problemas de logística.

Otro de los temas para el Ministerio será revisar la vocación de los suelos y buscar algunos productos sustitutos o complementarios. Por ejemplo, combinar la papa con los cultivos de quinua que tienen un creciente apetito en el mercado y puede ayudar a diversificar los ingresos de los productores de papa.

A la vez se requiere trabajar con los comercializadores para poder hacer contratos de largo plazo y que los campesinos puedan sembrar solo lo que sepan que van a vender. Los contratos tienen que garantizar que ante cambios de precios las partes no tengan incentivos a incumplir.

El Ministerio también viene trabajando en una reforma del sistema de financiación del sector agropecuario, entre otras cosas.

En fin, esto muestra el camino que hay que trazar en muchos sectores pero es un problema de décadas que no se soluciona de un día para otro, afirma el Ministro de Agrícultura. Pero hay que acelerar el paso.

La pandemia ha dejado muchas lecciones aprendidas. Por supuesto que Colombia tiene las condiciones para convertirse en la despensa del mundo desde hace rato pero para eso toca cambiar la mentalidad del sector y trabajar pensando en lograr mayores economías a escala.

El campo le cumplió a Colombia y ahora el país debe cumplirles a los campesinos. Hay que defender el pequeño productor pero no para que se quede pequeño sino para que crezca y no solo no se pase hambre en la ruralidad sino para contribuir a acabar con la gran paradoja que muchos colombianos estén pasando hambre en “la mayor despensa del mundo”.