EMPRENDIMIENTO

¿Cómo llegó Rappi a valer 1.000 millones de dólares?

Por primera vez, una ‘start-up’ nacional alcanza una valoración de 1.000 millones de dólares en los mercados internacionales. Rappi marca un hito en la joven historia del emprendimiento digital del país.

8 de septiembre de 2018
El modelo de negocio opera así: la aplicación cobra entre 17 y 25 por ciento al comercio y el usuario paga los 3.500 pesos al 'rappitendero' por el domicilio.

En el mundo del emprendimiento, las empresas que alcanzan el mítico valor de 1.000 millones de dólares reciben el nombre de unicornios. Pues bien, ya existe uno nacido en Colombia. El jueves de la semana pasada se cerró oficialmente la ronda de inversión liderada por el fondo de capitales TDS, que inyectó 220 millones de dólares a Rappi y convirtió este negocio, originado en Bogotá, en una empresa que vale a billion dollars, como dicen en inglés. Este fondo es el mismo que puso plata para crear lo que son hoy Google y WhatsApp, entre otros grandes nombres.

La noticia es relevante porque el emprendimiento digital colombiano no tiene más de una década y porque, después de miles de ideas de negocios y proyectos surgidos en la ola reciente, por fin una de ellas entra a las grandes ligas. Se trata de un logro relativamente común en los emprendimientos tecnológicos de Silicon Valley, pero escaso en América Latina. En el subcontinente solo nueve emprendimientos han logrado acceder a esta categoría. Cuatro de ellos corresponden a Argentina, dos a Brasil, dos más a México y uno a Chile. El décimo está ahora en Colombia.

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La noticia llegó justo cuando el presidente Iván Duque acaba de anunciar que su política para el desarrollo tendrá al emprendimiento como uno de los pilares más importantes. En un país enfocado siempre en apoyar a los sectores tradicionales de la economía, esto del emprendimiento, las start-ups y la innovación digital todavía suena exótico y su peso en los indicadores macroeconómicos apenas comienza. Por eso, tener un unicornio podría cambiar radicalmente el panorama. “Ya sabemos con certeza que podemos construir las compañías tecnológicas más grandes de América Latina aquí en Colombia”, dice Simón Borrero, CEO y fundador de Rappi, entrevistado por SEMANA, justo el día en que cerró el negocio con TDS.

La historia de Rappi es tan vertiginosa como su nombre sugiere. Fundada en agosto de 2015 en Bogotá por tres jóvenes emprendedores, Simón Borrero, Sebastián Medina y Felipe Villamarín, Rappi comenzó a operar con solo 8 empleados, incluidos sus fundadores, que en el parque El Virrey regalaban donas a todo el que descargara la aplicación en su móvil. Así comenzaron y en solo tres años ya trabajan en 27 ciudades latinoamericanas y cuentan con más de 13 millones de usuarios. Estos piden a domicilio, por medio de la app, desde comida y medicamentos hasta casi cualquier mandado que se les ocurra. Los clientes solicitan un pliego de cartulina un domingo a las ocho de la noche para una tarea que el niño debe llevar al día siguiente o 25 globos de helio para una fiesta sorpresa para el novio, entre miles de ejemplos.

Simón, Sebastián y Felipe llegaron hasta donde están en tan poco tiempo al combinar una arrolladora mentalidad de éxito y de fe en sí mismos con una idea de negocio oportuna. Desde el comienzo buscaron fondos de capital de riesgo en el exterior y consiguieron nada menos que el apoyo de la poderosa aceleradora de emprendimientos Y Combinator (la misma que apoyó a Airbnb y a Dropbox). Han realizado ya tres rondas de inversión en las que han recibido recursos de fondos como Sequoia Capital y Andreessen Horowitz, que figuran entre los más importantes del mundo. En total, han apalancado recursos por 480 millones de dólares. “Los inversionistas comienzan a ver a Colombia como un país que tiene emprendimientos para considerar y analizar a fin de traer inversión internacional”, dice René Rojas, experto y fundador de la aceleradora Hubbog, que ha acompañado a numerosos negocios de este tipo en el país. Agrega que los propios colombianos inventan las barreras “con eso de que si el gobierno no me apoya, entonces no puedo hacer nada”; por eso, cree que “necesitamos más Simones Borreros, que se crean su cuento”.

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Para Eduardo Rivera, director del capítulo Apps de Fedesoft (gremio de los desarrolladores de software), las nuevas tecnologías efectivamente pueden hacer competitivo al país en los escenarios globales, a pesar de las barreras existentes para crear empresa y emprender. Y allí radica la principal queja de los involucrados en la economía digital. El Estado colombiano les impone barreras de todo tipo: tributarias, trámites engorrosos y procedimientos pensados para la gran empresa tradicional y no para la filosofía rápida y flexible de las start-ups tecnológicas.

En solo tres años ya Rappi opera en 27 ciudades latinoamericanas y tiene 13 millones de usuarios.

También faltan incentivos para financiar el emprendimiento. Carolina Durán, directora de la Corporación Ventures, entidad sin ánimo de lucro especializada en fomentar y acompañar start-ups, asegura que el país ha sufrido la ausencia de mecanismos e incentivos para juntar a los inversionistas con los emprendedores, “y se han hecho reformas tributarias recientes nefastas para eso”, dice. Cree que el gobierno debería urgentemente desregular y aliviar la carga tributaria del ecosistema de emprendimiento y “dejar un poco más a la mano invisible del mercado”. En su opinión, en el grupo de los emprendimientos que vienen en camino para convertirse en unicornios se destacan Lifemiles, Platzi, Hogaru, Merqueo, Mercadoni y Movii.

Varios expertos consultados por SEMANA coinciden en la necesidad de promover el networking, las redes de apoyo y acompañamiento, las redes de aceleradoras, y que los inversionistas ángel, como llaman a esas primeras personas que apoyan las ideas de negocio en su primera etapa, reciban también incentivos tributarios. Duque anunció cinco años de exención para los emprendimientos nuevos, pero, en opinión de René Rojas, el beneficio debería extenderse también a los inversionistas y no solo al emprendimiento en sí.

Mientras que en Estados Unidos hay más de 300.000 ángeles inversionistas, en Colombia hay apenas unos 500, según cálculos de Hubbog. Ellos son casi un prerrequisito, no oficial, para acceder después a los grandes fondos de capital, una vez que el negocio muestra sus primeros éxitos.

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El gobierno ha jugado un papel importante en construir lo que hoy tiene el país en materia de emprendimiento. El programa Apps.co del MinTic ha apoyado más de 1.500 proyectos, como Tappsi, Lentesplus y Mensajeros Urbanos, entre otros. Juanita Rodríguez, exviceministra de Economía Digital y por años directora del programa Apps.co, cree que se necesita un cambio en el modelo educativo, para que las universidades formen los perfiles profesionales que requiere el mundo de la innovación. Asegura que la gente ya no está dispuesta a pasar cinco años de estudios para graduarse y tener que volver a estudiar porque las cosas van cambiando rápidamente. “¿Qué vigencia puede tener un MBA que uno hizo hace diez años?”, se pregunta Rodríguez.

Aunque hay universidades muy sintonizadas con el movimiento emprendedor, como Icesi, Cesa o la Simón Bolívar, parece claro que la academia está lejos de entregarle al país los perfiles que requiere la economía digital. Por eso, start-ups colombianas como Platzi tienen miles de estudiantes que aprenden rápidamente por internet destrezas tecnológicas para ser más competitivos en el mercado laboral, asegura Eduardo Rivera, de Fedesoft.

Platzi, valorada en 20 millones de dólares, lidera el mercado latinoamericano de formación en línea. También atrajo el interés de Y Combinator y hace parte de la selecta lista de emprendimientos nacionales que podrían convertirse en unicornios. Datos del MinTic estiman que se requieren actualmente al menos 40.000 ingenieros y desarrolladores para cubrir la demanda creciente de talento humano en el sector de innovación y emprendimiento, mientras que pululan abogados, contadores, comunicadores y médicos.

Si el éxito internacional de Rappi abrirá o no una nueva era en la economía digital colombiana, dependerá, en buena medida, de que el gobierno cumpla su promesa de poner el emprendimiento y la economía naranja en el centro de la política económica. “No necesitamos subvenciones, necesitamos estabilidad jurídica para que siga llegando inversión y que el gobierno inspire a todo el mundo a romper los límites mentales”, dice Borrero.

“Queremos ser los más grandes de América Latina”

Simón Borrero, uno de los fundadores de Rappi, le contó a Semana cómo ha sido el desarrollo de la compañía desde que empezó, en 2015, como un emprendimiento.

SEMANA: ¿Cómo llegaron a este valor de mercado?

SIMÓN BORRERO: Lo primero fue tener un producto campeón. Estamos devolviéndole tiempo a la gente y eso es lo más importante hoy en el mundo, el tiempo. Piense en una pareja joven con su primer bebé o una ejecutiva exitosa de 35 años; a estas personas Rappi les cambió la vida porque antes perdían dos horas de su domingo para hacer mercado. Ahora con Rappi tienen una red de shoppers para escoger el aguacate perfecto y se lo llevan a la casa por 3.500 pesos. Los ‘rappitenderos’, los que entregan los domicilios, son personas jóvenes que no tienen recursos para pagar sus estudios o que apenas devengan el salario mínimo en su empleo actual, y Rappi los conecta con esos usuarios que requieren el servicio. Por último, ganan nuestros aliados comerciales, los negocios que se apoyan en Rappi para ampliar sus ventas y en los que tenemos desde tiendas de barrio hasta cadenas como Éxito. Los inversionistas vieron el crecimiento de esta cadena de valor y lo estimaron sostenible y de largo plazo. El medioambiente es clave, ellos son gente superprogresista de Silicon Valley, y Rappi está contribuyendo al medioambiente con un ahorro enorme de emisiones de CO2 que estamos calculando y anunciaremos en breve.

SEMANA: ¿Por qué se necesita tanto dinero para un emprendimiento?

S.B.: Se necesita toda esa plata no tanto para que funcione Rappi, sino para expandirse rápidamente. La única forma de hacer rentable el modelo es lograr mucha densidad. Mientras más gente use Rappi en una misma zona, tendremos un ‘rappitendero’ recogiendo comida en uno o dos minutos y entregándola en ocho minutos. Se necesita capital para abrir operaciones en otros países y en ciudades enormes como Bogotá, São Paulo o México, y estamos apostando a que en dos o tres años Rappi sea rentable en todas las ciudades.

SEMANA: Algunos han empezado a señalar injusticia laboral no solo en Rappi, sino en muchas empresas de la economía colaborativa en el mundo. ¿Qué opina de eso?

S.B.: El ‘rappitendero’ gana los 3.500 pesos del domicilio. El 100 por ciento es para él. En Colombia, una persona que devenga el salario mínimo recibe 5.000 pesos por hora; un ‘rappitendero’, en promedio, gana 12.000 pesos en ese lapso. Aquí la economía colaborativa ofrece una gran oportunidad para la sociedad, a diferencia de Europa, por ejemplo, en donde las empresas de la economía colaborativa no logran superar los salarios mínimos.Y no es un empleo; los ‘rappitenderos’ se conectan y se desconectan cuando quieran, no son exclusivos y tienen absoluta flexibilidad. Es ideal para personas que tienen otro trabajo y no les alcanza el ingreso. La gran mayoría son estudiantes, muchos de los cuales sin Rappi no podrían terminar sus carreras.

SEMANA: ¿Que sigue para Rappi? ¿Cuál es la siguiente meta?

S.B.: Rappi apenas está en sus inicios, tiene el potencial de llegar a 80 millones de usuarios y vamos en 13 millones. Mercadolibre, el primer unicornio latinoamericano, surgido en Argentina hace 20 años, vale casi 15.000 millones de dólares. Nosotros creemos que de Colombia puede surgir la empresa que reemplace a Mercadolibre en ese puesto, y queremos hacerlo nosotros.