PROTESTA

Testimonios que explican la protesta de los ‘rappitenderos’ en Bogotá

Los domiciliarios de la startup colombiana protestaron por las condiciones laborales y la reducción de sus ganancias. Estas son sus historias.

20 de octubre de 2018

Este viernes unos cien ‘rappitenderos’ protestaron frente a la sede de la empresa para exigir modificaciones en la aplicación y mejores condiciones laborales. Aunque solicitaron que un vocero atendiera sus peticiones, a las siete de la noche muchos ya se habían marchado porque necesitaban trabajar. Los domiciliarios de Rappi han protestado varias veces en 2018 y preparan plantones para las próximas semanas.

Los organizadores de la protesta denuncian fallas en la aplicación ‘Soy Rappi’, que les asigna los domicilios. Según varios trabajadores se redujo el costo de los pedidos y pasaron de ganar 3.500 pesos a  2.000 por entrega. Además, muchas veces tienen que cubrir largas distancias por la misma tarifa.

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Representantes de la empresa, que se reunieron con los domiciliarios para atender las peticiones, afirman que la tarifa no ha cambiado y que el descontento es de unos pocos. Pero los rappitenderos aseguran que la situación no ha mejorado. En Argentina también había descontento contra el startup. Y hace una semana, algunos trabajadores de Rappi, Glovo y Uber crearon el primer sindicato de plataformas digitales.

Rappi se fundó en 2015 y un año después llegó a Silicon Valley, la zona de San Francisco en la que empezó Google y Apple. Al ser el primer emprendimiento colombiano que llegó al billón de dólares de capital, y como una empresa ejemplo de comercio electrónico, su respuesta a las demandas de los rappitenderos será un precedente.

“Rappi va a bloquearme pero valdrá la pena”

Laura tiene 21 años y es de Bogotá. Se graduó de técnica en mantenimiento de aviones pero no encontró trabajo. Por eso, desde hace un año, arrancó en Rappi con su bicicleta y con la ilusión de ser “su propio jefe”. Cuando se inscribió tuvo que comprar por 80.000 pesos la maleta naranja para que le asignaran más pedidos. Si no tienen las maletas, pueden transportar muy pocos domicilios. Y si se niegan a llevar un pedido, con el espíritu de “ser su propio jefe”, la tasa de aceptación se reduce y les asignan menos pedidos.

Hace unos meses a Laura le dejaron de salir pedidos en la aplicación y no funcionó ninguna de las soluciones que la compañía le ofreció. Ella vive sola, paga arriendo y los domicilios son su única fuente de ingreso. “Me afilié a otra plataforma para buscar otro ingreso porque ya no me alcanza”. Laura cree que luego de dar este testimonio Rappi va a bloquear su usuario, pero que aún así valdría la pena.

“Esto influye en la xenofobia”

Óscar tiene 26 años, vivía en Maracay, Venezuela, y llegó a Colombia hace 1 año. Como no puede trabajar legalmente en el país, hace siete meses se afilió a Rappi para pagar el arriendo de su cuarto en Engativá y enviarles dinero a su hijo y a su mamá. Además, planea pagarle el transporte a Colombia a su novia, que aún está en Venezuela. Óscar dice que con la reducción de la tarifa del domicilio la situación es cada vez más difícil.

“A veces estamos doce horas trabajando y nos salen solo tres pedidos”, agrega. Hace un par de meses ganaba 90.000 pesos diarios y ahora sólo 40.000. Como solo depende de este ingreso, muchas veces acepta pedidos de 2.000 o 3.000 pesos. Él dice que esto influye en la xenofobia porque otros ‘rappitenderos’ culpan a los venezolanos de que ‘se regalan’ de la reducción en la tarifa de domicilio. Pero Óscar les responde: “no podemos hacer nada porque venimos a trabajar, de lo contrario nos hubiéramos quedado en Venezuela”.

Sin garantías

Andrés nació hace 38 años en Bogotá. Hasta hace dos años era vendedor en una droguería hasta que un amigo le dijo que con Rappi podía manejar su tiempo y ganar más. Empieza a trabajar a las 8 de la mañana y vuelve a las 11 de la noche. Su esposa es enfermera y hasta hace poco las ganancias de Andrés mantenían la casa. Pero ahora, lo que gana con la aplicación no le alcanza a cubrir todos los gastos.

Además, a Andrés lo atropelló un taxi, y aunque la compañía reportó el caso con la aseguradora, dejó de hacerlo cuando él aún tenía incapacidad. Tuvo que trabajar en esas condiciones.

Larga distancia

Edwin, de 21 años, era auxiliar de bodega hasta que lo despidieron por recorte de personal. Con un hijo de 2 años, una esposa y un hogar que mantener, decidió afiliarse a Rappi. Su esposa también trabaja, así que tienen que pagarle a una persona para que cuide al bebé todos los días.

Edwin dice que diariamente gana unos 30.000 pesos y tiene que trabajar entre 10 y 12 horas. Ahora trabaja distancias más largas, por más tiempo, debido al costo del domicilio. Para que el viaje valga la pena, muchas veces sale en bicicleta a las ocho de la mañana desde Kennedy y vuelve en la noche.

El soporte del hogar

Cuando vivía en Maracaibo, Venezuela, Joan tenía una fábrica de chocolates con su papá. Llegó a Bogotá y empezó a trabajar en una panadería. Aunque el lugar le gustaba, el sueldo no le alcanzaba para pagar un arriendo en un buen lugar. Por eso llegó a Rappi, con la idea de trabajar menos horas y ganar más.

Lo máximo que ha ganado en un día son 100.000 pesos, pero hace dos meses no pasa de 40.000. Como Joan vive con un amigo en Galerías y cubre los gastos de su mamá y a su papá en Venezuela, dice que no se irá de Rappi hasta que consiga un mejor ingreso.