costo de vida
¿Tenía razón Petro cuando dijo que ya se venció a la inflación?
Colombia registra uno de los niveles de precios más altos entre los países comparables de América Latina. La canasta familiar completó 13 meses con alzas de más de dos dígitos.
Qué tienen en común el tomate de árbol, la gasolina y los seguros de vehículos? Pese a estar en sectores muy diferentes de la economía, se han convertido en una talanquera que ha impedido el descenso de la inflación en el país.
En los últimos 13 meses, este vital indicador –que muchos califican como un impuesto para los pobres, pues son los más afectados con la subida de la canasta familiar–, se ha mantenido por encima de los dos dígitos, un nivel indeseado por los economistas y por los Gobiernos, los cuales tienen el deber de mantener el poder adquisitivo de los ciudadanos.
Por este motivo, llamó la atención que, en su discurso del 7 de agosto en el puente de Boyacá, el presidente Gustavo Petro hubiera asegurado: “Hoy podemos decir que vencimos la inflación”.
Es innegable que después de alcanzar el máximo de este siglo en marzo pasado, con 13,34 por ciento, la inflación ha venido bajando. En julio quedó en 11,78 por ciento, pero ha sido un descenso lento y aún está en un nivel superior al de un año atrás (10,21 por ciento). Esa cifra está lejos de la meta del Banco de la República, que es del 3 por ciento.
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Munir Jalil, jefe de Investigaciones de BTG Pactual para la Región Andina, considera apresurado hablar de vencer la inflación, dado que, entre los países comparables en América Latina, Colombia es el único que sigue con una tasa de dos dígitos. A eso se suma que las expectativas de inflación, lo que mira el Banco de la República al decidir qué hacer con sus tasas de interés, también se mantienen altas. “Las expectativas de inflación a julio de 2025 están en 4,15 por ciento, aún por encima de la meta. A eso se suma el marcado fenómeno de indexación que tienen muchos precios en Colombia, los cuales se ajustan con la inflación del año anterior. Para colmo de males, en 2022 por primera vez en este siglo, este indicador no alcanzó su nivel más alto entre julio y agosto, como suele hacerlo, sino que lo hizo hasta final del año. Eso hizo que la indexación al inicio de 2023 fuera mayor”, explica Jalil, quien dice que, aunque el país va bien en la lucha contra la carestía, es necesario también ajustar las expectativas.
Una batalla, no la guerra
Andrés Langebaek, director de Estudios Económicos del Grupo Bolívar, coincide en que los datos recientes de inflación demuestran que se han ganado batallas, pero no la guerra, dado que hay ciertos precios difíciles de bajar, como es el caso de los combustibles, cuya alza obedece a una política del Gobierno. Agrega que la inflación del mes de julio –conocida un día después del discurso del presidente Petro– fue una sorpresa medianamente negativa, pues, aunque bajó en términos anuales, los analistas esperaban una caída más pronunciada.
Laura Clavijo, directora de Investigaciones Económicas de Bancolombia, cree que de aquí en adelante predominará una lenta reducción de los precios, que aún permanecen en niveles históricamente altos. Su expectativa es que al finalizar este año la inflación esté en 9 por ciento y por encima del 5 por ciento en 2024. La experta añade que a favor de una rebaja en el costo de vida juegan las altas tasas de interés, que a su vez han debilitado la demanda interna, y el abaratamiento del dólar, ahora alrededor de los 4.000 pesos. No obstante, al mismo tiempo prevalecen presiones al alza como el fenómeno de El Niño, que puede encarecer la energía y los alimentos, así como la entrada en vigencia en noviembre del primer nivel de los impuestos saludables aprobados en la última reforma tributaria, lo que también afectará el precio de venta de algunos alimentos. A eso se sumará el alza de los combustibles, que por ahora solo afecta a la gasolina corriente, pero desde finales de 2023 –como lo ha afirmado el ministro de Hacienda– también incluirá al diésel.
Otro factor que determinará el futuro de la inflación en Colombia será el incremento del salario mínimo que se defina para 2024. La estimación es que el alza sea inferior a la de 2022 y 2023, cuando fue de 10,07 y 16 por ciento, respectivamente. Jalil, de BTG, cree que podría ser de 10 por ciento.
¿Alcanza más el sueldo?
En su discurso del pasado 7 de agosto, el presidente Petro también dijo que ahora que los precios empiezan a bajar “lo obvio y más natural es que comencemos a notar que el dinero de la familia ya alcanza para comprar la misma canasta de bienes y servicios que antes”. Su afirmación se basa, además, en que, con el aumento del salario mínimo de 16 por ciento y una inflación actual de 11,78 por ciento, el alza salarial real es de 4 por ciento.
Sin embargo, expertos en temas de consumo como Camilo Herrera, de la firma Raddar, consideran que ese aumento real de 4 por ciento de los salarios no implica una mejora generalizada de la capacidad de compra de los hogares, pues, por un lado, como todo ha subido, es una capacidad de compra que está casi en los mismos niveles de hace dos años; y, por otro lado, son pocos los colombianos a los que les aumentaron su salario en 16 por ciento este año. De esa alza están excluidos los trabajadores informales (más del 50 por ciento del total de ocupados) o los trabajadores formales que ganan más de un salario mínimo, a quienes no les subieron en la misma magnitud y en algunos casos ni siquiera les subieron.
Clavijo, de Bancolombia, considera que es una simplificación evaluar el poder adquisitivo con el salario mínimo y la evolución de los precios medida por el Dane, pues el salario mínimo de un colombiano no necesariamente es su único ingreso (por ejemplo, algunos reciben subsidios), ni sus gastos son solo los de la canasta familiar (algunos deben pagar impuestos). Además, el dato de inflación cambia por estrato socioeconómico y localización geográfica.
En Sincelejo, la ciudad que a julio registra la variación anual de precios más alta, con 13,4 por ciento, la diferencia con el alza del mínimo no es de 4 por ciento, sino de 2,5 por ciento. Caso contrario es el de Villavicencio, capital con la variación más baja (10,2 por ciento). Allí la ganancia en salario es de casi 6 por ciento.
Igualmente, la inflación para los colombianos de ingresos altos iba en julio en 11,95 por ciento, y para los más pobres, en 11,33 por ciento.
Asimismo, el índice de confianza del consumidor, que mide mensualmente Fedesarrollo y ayuda a predecir el comportamiento de la demanda de los hogares, empeoró en julio con respecto a junio y frente al mismo mes de 2022. Esto, debido a que se redujo el número de personas que cree que en un año a su hogar le estará yendo económicamente mejor y subió la cantidad de consumidores que piensan que el actual no es un buen momento para comprar muebles, nevera, lavadora, televisor o productos similares.
Los productores de tomate de árbol, que en regiones como Cundinamarca enfrentan una enfermedad llamada gota, que ataca sus cultivos, ni los de Santa Rosa de Osos, Marinilla, Yarumal, Urrao, Cabrera y Pamplona, que han visto una marcada caída de su producción, son ajenos al mayor costo de vida. Aunque intentan enfrentarlo, no han logrado evitar sus precios suban, y menos en un país que sigue en pie de guerra contra la inflación, pero que aún no puede declararse vencedor.