Costo de Vida
¿Vuelve el fantasma de la inflación?
Todo indica que la inflación cerraría el año por encima del 4 por ciento. ¿Qué fuerzas la están impulsando? ¿Qué hará el Banco de la República?
Gigantes de alimentos, bebidas y artículos de aseo en el mundo –como PepsiCo, P&G y Danone, entre otros– encendieron las alarmas por el aumento en los precios de las materias primas, poniendo presión a la inflación en los diferentes países y en jaque la recuperación de las operaciones productivas. Esto porque deben castigar sus márgenes en medio de la reactivación de las economías. A eso se suman los incrementos en los fletes y las dificultades logísticas con cierres de puertos y restricciones, por cuenta de nuevos picos de la pandemia, la aparición de la variante delta y la incertidumbre ante nuevas cepas, a pesar de avanzar en los procesos de vacunación.
La manera en que la pandemia está afectando la economía está cambiando. Según The Economist, el mundo se ha acostumbrado al crecimiento del virus, ya que las oleadas de infección provocan una parada repentina de la actividad económica y los precios se moderan o incluso caen. La variante delta, por el contrario, parece una fuerza estanflacionaria que socava el crecimiento de manera menos dramática, pero eleva la inflación.
La inflación está alcanzando niveles por encima de lo esperado. Según la Ocde, el nivel de precios de los países que hacen parte de la organización creció 4,2 por ciento –año a año– en julio, siendo este su mayor registro desde 2008.“La inflación se está convirtiendo en el principal problema económico mundial. Los costos de materias primas y fletes se disparan. Estos últimos aumentan por las demoras y cierres en puertos, aumentos en precios del petróleo e incrementos en la demanda por reactivación económica”, señala Andrés Langebaek, director de estudios económicos del Grupo Bolívar.
En Colombia ya empiezan a mostrarse signos de preocupación. En julio, la inflación mensual llegó a 0,32 por ciento, ubicando la cifra anual en 3,97 por ciento, lo que bordea el rango meta del Banco de la República del 4 por ciento. Los cálculos de algunos analistas ponen la inflación al final del año muy por encima de esa línea: para la dirección de estudios económicos del Grupo Bolívar, 2021 cerraría en 4,88 por ciento, mientras que otros como Corficolombiana la ubican en 4,3 por ciento; Casa de Bolsa la sitúa en 4,25 por ciento y Alianza, en 4,5 por ciento.
Colombia registró el año pasado una inflación muy baja, de 1,61 por ciento, la menor desde mediados del siglo pasado. Estuvo impulsada por factores y medidas temporales como gratuidad y reducción de tarifas de la educación, beneficios en tarifas de servicios públicos y de algunos regulados, un bajo valor de la gasolina, en medio de la caída de los precios del petróleo en 2020, y hasta la suspensión del impuesto al consumo.
Pero ahora el país está en un proceso de recuperación económica en el que hay un factor crítico y es la devaluación del peso frente al dólar, con una tasa de cambio que ha tocado los límites de 4.000 pesos –aunque en las últimas jornadas se ha estabilizado alrededor de 3.800–, cuellos de botella por el invierno, dificultades viales, mayores costos en las materias primas importadas y el impacto de los paros y bloqueos de mayo.
Esto significa, como dice Langebaek, que se saltará de una inflación de 1,61 por ciento del año pasado a una cercana a 4,8 por ciento, “una aceleración sin precedentes en la inflación en nuestro país”.
Sin embargo, algunos consideran que en Colombia la velocidad en el crecimiento de la inflación no ha sido tan alta como en el resto del mundo. Para Felipe Campos, director de Investigaciones de Alianza Valores y Fiduciaria, el mayor componente para que la inflación local esté contenida es el precio de la gasolina. “En el mundo, al cambio con el dólar, está entre 12.000 y 15.000 pesos, mientras que acá se ubica por debajo de 9.000. En Estados Unidos, por ejemplo, la gasolina explica la mitad de la inflación de este año”, dice.
Según sus cálculos, si el galón de gasolina subiera a 14.000 pesos, la inflación podría llegar a entre 8 y 9 por ciento. Sin embargo, el costo está en el fondo de estabilización del Gobierno, que en dos años podría alcanzar los 20 billones de pesos. “Es una plata enorme que no es sostenible. En algún momento tendrá que pagar esa factura, a no ser que el petróleo se devuelva a 30 o 35 dólares por barril. Pero si uno cree que el petróleo se queda entre 60 o 70 dólares, Colombia debe esa plata y la debe en términos de inflación, pero la está pagando ahora en términos de costos fiscales”, dice Campos.
También impacta la educación, cuyo costo ha caído por reducciones en las tarifas, menos personas estudiando o programas públicos de acceso gratuito. Sin embargo, el año entrante o antes, esos costos van a subir y le darían un impulso a la inflación. Un frente complejo es el de alimentos, que en Colombia lidera los movimientos en la subida de precios.
Este sector tuvo una inflación anual a junio de 8,52 por ciento y en julio llegó a 9,81 por ciento. Además del rezago que siguen generando los bloqueos de hace unos meses, se seguirá sintiendo en medio de la complejidad de un dólar caro, el aumento de precios de las materias primas importadas y las dificultades logísticas. A esto se suman sectores que el año pasado estuvieron quietos, como entretenimiento, diversión y comercio –por ejemplo los restaurantes–, cuyos precios empiezan a aportar a la inflación.
¿Qué viene?
La inflación erosiona el poder adquisitivo del consumidor, dice José Ignacio López, director de investigaciones económicas de Corficolombiana. Pero, sin duda, los más afectados con ese aumento de precios son los colombianos más pobres. Según un análisis del Grupo Bolívar, en la inflación anual, por nivel de ingresos, los hogares de ingresos altos presentaron el dato más bajo (de 3,01 por ciento anual a julio), mientras que los hogares vulnerables presentaron el más alto (4,69 por ciento). Esto se explica por la mayor ponderación que tienen los hogares pobres en la división de alojamiento, servicios públicos, alimentos y bebidas no alcohólicas respecto a los hogares de ingresos altos.
Para López, hay una desconexión entre el mercado laboral y el consumo de hogares que ya está 4 por ciento por encima del nivel prepandemia, cuando faltan por recuperar 1,3 millones de puestos de trabajo. Una inflación alta sumada a mejores indicadores de productividad serán los ingredientes de una intensa discusión sobre el ajuste que deberá tener el salario mínimo en 2022.
“Además de los salarios, hay contratos asociados a inflación y temas de regulados y arriendos que se ajustan con ese indicador. Cuando tuvimos un choque de desinflación, se generaba un anclaje y se hacía con la inflación causada. Eso mantenía los precios y, de cierta manera, prolongaba ese choque desinflacionario. Ahora vamos a tener todo lo contrario y es un choque generado por el lado de la oferta. En la medida que tengamos una inflación al cierre de año más alta, vamos a ver en 2022 contratos asociados a la revisión de la tasa de inflación que va a estar por encima del 4 por ciento. Ahí se genera otro mecanismo de propagación del choque”, dice López, de Corficolombiana.
Ante esta situación, la Junta Directiva del Banco de la República empezará a revisar sus tasas de interés, que hoy están en 1,75 por ciento. Se espera que en septiembre empiecen a subir. Para este año, los analistas consideran que podrían llegar a cerca de 2,75 por ciento, y el año entrante podría cerrar en 3,75.
El Banco de la República tendrá que empezar a ‘perseguir’ la inflación y mantener las expectativas moderadas. Para el año entrante, se prevé que el nivel de precios vuelva al cauce, pero todavía el panorama no está claro y podría desbordarse. Lo que sí empezaría a terminar, como dice Campos, de Alianza, es la época de tasas de interés históricamente bajas. Y en ese escenario hay que poner los ojos sobre el consumo, para que no se afecte el rebote económico. Toda una filigrana.