Emprendimiento
Con solo 17 años, esta emprendedora logró financiación para su negocio y se alista para una producción masiva. ¿Cómo lo logró?
Con la ayuda de sus padres y profesores mejoró un encrespador de pestañas casero, que ya está a punto de patentar. Su meta: que más jóvenes se convenzan de que también pueden crear empresa.
A muchas personas les toma varios años identificar ese producto o servicio que no está en el mercado o que pueden mejorar y así lanzarse a ser empresarios. Pero ese no fue el caso de la bogotana Isabella España, quien a los 14 años descubrió una necesidad no satisfecha y se propuso llenarla.
Todo comenzó porque a esa edad empezó a encresparse las pestañas y, aunque usaba el encrespador tradicional, se dio cuenta de que este se las debilitaba o, peor aún, se las arrancaba. Optó entonces por utilizar la tradicional cucharita de los cubiertos de mesa que muchas colombianas utilizan como encrespador, pero allí tampoco encontró la respuesta, dado que el tamaño no se adecuaba a la curvatura natural de sus ojos y existía el riesgo de infección, pues era un artículo de cocina.
“Estaba inconforme con lo que el mercado me ofrecía”, dice con la propiedad de una experta en mercadeo, pero con la voz juvenil de sus 17 años. En la búsqueda de una solución se encontró con las clases de emprendimiento de su colegio.
Su plan era mejorar la “técnica ancestral de la cuchara” y los profesores le ayudaron en ese proceso. Estaba convencida de que podía lograrlo, pues desde pequeña ha buscado su autonomía financiera, vendiendo tarjetas de “de-para” en su conjunto residencial y también cupcakes y dulces en el colegio.
Lo más leído
“Siempre me propuse tener mi propio dinero y a medida que crecía quería tener algo sólido, inspirada en mis papás, ambos administradores de empresas y quienes me han apoyado cada vez que se me ocurre vender algo”, recuerda.
En su colegio, que es el Gimnasio Campestre Oxford de Chía, realizan una cumbre internacional de emprendimiento infantil y juvenil, y su proyecto fue elegido para participar. “Pasé varios filtros para poder avanzar de un borrador a un producto mínimo viable y eso implicaba sacar un primer lote, el cual vendí entre familiares y amigos. Eso me sirvió para hacer un testeo del mercado, saber si estaba solucionando una problemática y si tenía demanda”, explica.
Su invento consistió en crear un producto que en una punta es una cuchara para encrespar y en la otra, un cepillo para pestañas que va en un envase que contiene un aceite de sacha inchi para fortalecer esta parte del ojo. Todo en un tamaño apto para cosmetiquera.
Isabella debió buscar una fábrica de plásticos para el envase del óleo y una de cubiertos para la cuchara, así como probar muchos materiales para lograr el producto deseado. Una vez consiguió lo que necesitaba, pasó al proceso de producción, que fue lo más rápido, pues solo tardó mes y medio.
La hora del reality
Ya con el producto en mano, al cual bautizó Bella, el siguiente paso consistía en buscar financiación para poder producir una gran cantidad. Su primer lote fue de 75 unidades y la idea es poder masificarlo.
Los papás y profesores de Isabella la prepararon para su presentación, que en el contexto del emprendimiento se conoce como pitch y que no debe tardar más de tres minutos.
“Como yo usaba el producto, conocía muy bien la problemática que estaba solucionando. La idea era enfocarme en los beneficios y ser muy clara”, explica, y dice que afortunadamente la estrategia le dio resultado, pues consiguió que dos de los inversionistas del programa, Alex Torrenegra y Mauricio Hoyos, decidieran apoyarla.
“De Alex y Mauricio estoy recibiendo mentoría y estamos trabajando en la creación de la patente. La idea es tener el segundo lote de producción, con el producto mejorado, en un mes. Ya tenemos una base de datos de los clientes potenciales que han manifestado su interés a través de redes sociales”, comenta Isabella, quien bautizó su encrespador como Bella, dado que es la segunda parte de su nombre.
Actualmente, cursa grado 11 y, aunque ya es empresaria, igual planea continuar su proceso formativo en la universidad estudiando mercadeo y publicidad.
“Ha sido una experiencia muy positiva, algunos papás dicen que me ven como un ejemplo para sus hijos y los etiquetan en los comentarios para que me imiten”, dice entre risas.
Comenta que la clave para poder ser emprendedora y estudiante ha radicado en que ha aprendido a pedir y recibir ayuda, así como a trabajar en un proyecto que la apasiona. “No quiero solo crear una empresa, que genere empleo y solucione una necesidad, también aspiro a que tenga impacto, que sirva para que otros jóvenes piensen que también pueden”, subraya.