EMPRENDIMIENTO
El paisa que se volvió exitoso vendiendo tamales en Nueva York
Hace unos años, Alejandro Martín viajó indocumentado a Estados Unidos. Hoy tiene un negocio con el que quiere conquistar el mundo.
Más que cumplir el sueño americano, Alejandro Martín lo que buscaba en Estados Unidos era mejorar su inglés para ocupar un buen cargo en una gran empresa aquí en Colombia.
Nació en Medellín, es comunicador social de la Universidad Minuto de Dios en Bogotá y su vida profesional pintaba muy exitosa en el país. Comenzó haciendo monitoreo de medios a la antigua: tomando nombres de empresas y leyendo a diario los periódicos y revistas para contar cuántas veces era mencionada dicha organización.
Era un trabajo muy aburrido. Afirma que no se hallaba en ese mundo y que su motivación por seguir formándose lo empujó a cambiar de rumbo profesional llegando así a las ventas.
“Entré a Alkosto como vendedor y curiosamente me fue muy bien. Era de los que más vendía y los resultados me hizo escalar muy rápido. Llegué a ser supervisor de ventas. Tiempo después di charlas y capacitaciones sobre cómo llegar de manera efectiva a los clientes”, cuenta.
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Luego saltó, con 17 años, a Sony Corporation en el área de ventas. Más adelante, cuando terminó su carrera, ingresó a Samsung y tal fue el éxito allí que uno de sus jefes le manifestó que cuando él dejara la compañía, Martín tendría que ser su reemplazo y para ello, lo único que debía hacer era aprender inglés.
Como muchos otros colombianos, este pais hizo el intento de aprender el idioma en una gran cantidad de institutos, pero ninguno le funcionó. Él sabía que para lograrlo tenía que ir a Estados Unidos, así que al poco tiempo de esa propuesta hizo sus papeles, tomó el avión y aterrizó en el país del Tío Sam.
Tras nueve meses de formación regresó a Colombia, fue a Samsung se presentó para el cargo que su jefe le había mencionado -gerente para Latinoamérica de Televisores-, pero se encontró con un rotundo no. “No me dieron el cargo. Me dijeron que era muy joven, que podía entrar en un cargo menor por mi experiencia”, dijo.
Desilusionado y un tanto desubicado, empezó a hacer cuentas y notó que económicamente le iría mejor en Estados Unidos que en Colombia. Y aunque ya no tenía la visa de estudiante, decidió regresar como turista.
Trabajó como mesero en un restaurante muy similar a Andrés Carne de Res en Nueva York para poder mantenerse y dar un apoyo económico a la familia que estaba por conformar: su novia de ese entonces lo acompañó y estaba embarazada.
Tiempo después su permiso para estar en el país norteamericano se venció y como muchos otros indocumentados, Martín hizo hasta lo imposible por continuar allí y encontró en los negocios un aliado.
Triunfando por un antojo
La historia de emprendimiento de Martín comienza por un antojo de su novia. En una oportunidad su compañera se provocó de comer tamal. “Yo fui le conseguí uno pero eran horribles, desabridos y no tenían el toque del tamal colombiano de verdad”, expresó.
El primer antojo pasó, pero en la cabeza de Martín y su pareja rondó por un buen tiempo el deseo de probar en Nueva York este plato. De hecho, le comentó a un amigo y este le propuso que él los preparara y los vendiera. Parecía una buena idea. El problema es que él no sabía cocinar y la idea de su amigo quedó en veremos.
Sin embargo, el destino lo volvió a llevar por el mundo de los tamales. Su expareja tomó la decisión de llamar vía Skype a la mamá de Martín para que le indicara qué tenían que comprar y cómo podían preparar los tamales.
“Hicimos los tamales más costosos. Se nos fueron US$ 300 comprando el pollo, el arroz, las hojas y todo lo que necesitábamos. Además desperdiciamos muchísimo, compramos de más, pero bueno logramos tener nuestros primeros 20 tamales”, afirmó.
Martín afirma que si bien no eran los mejores tamales, sí marcaron una diferencia frente a lo que se conseguía en Nueva York. Así que le dijo a su novia que se llevaría unos para el restaurante y los vendería allí.
Los tamales se vendieron como pan caliente a US$ 10 cada uno y conquistó tanto a clientes latinos como no latinos. Entonces, Martín se dio cuenta que allí había una gran oportunidad para generar ingresos extra y que había dado los primeros pasos de lo que hoy es La Tamalería Colombiana USA.
Comenzó vendiéndolos como parte del menú del restaurante en el que trabajaba. Luego se aventuró a comercializarlos en las calles de Nueva York, especialmente en la calle Colombia, y diariamente -nevara o no- estaba parado con su carrito ofreciendo este producto a los transeúntes.
El negocio empezó a crecer, a tal punto que ya tenía a varios ayudantes en diferentes partes de la ciudad ofreciendo su producto y se popularizó tanto que “no había un colombiano que no me reconociera o no hubiese probado un tamal de nosotros”.
La Tamalería Colombiana USA escaló. Ya es una empresa formal, tienen su portal web, dejaron de producir en un apartamento y ya cuentan con una cocina industrial para la elaboración de los tamales. Hacen domicilios y entregas por encargo, y por si fuera poco, cuentan con unos carritos que, al estilo de los food truck que tradicionalmente se ven en los Estados Unidos, ofrecen el tamal colombiano en combo: con chocolate y croissant por los mismos US$ 10.
Ya tienen presencia en siete estados y en un mes, afirmó Martín, llegarán a Las Vegas y Los Ángeles. Genera nueve empleos directos y más de 150 indirectos. Martín asegura que su objetivo con la compañía, en gran parte, es ayudar a los migrantes que como él van a este país a probar suerte.
Venden semanalmente entre 5.000 y 8.000 tamales, y su portafolio se ha diversificado. En diciembre empezaron a explorar con lechonas, comida que según él tampoco se conseguía en la Gran Manzana. Este plato lo vende precocido y con el instructivo para que los clientes puedan prepararlo en sus casas. Más adelante esperan agregar los famosos envueltos de queso y bocadillo, y probar con postres como el tres leches.
“Hoy miro los resultados y siento que me hace falta tanto por hacer. Este es solo el inicio porque a futuro quisiera que La Tamalería Colombiana se convirtiera, por qué no, en el McDonald’s de los tamales y conquistar todo el mundo con este plato colombiano”, dijo.
El camino que recorrió Martín no ha sido fácil, lleva seis años apartado de su familia en Colombia y gran parte lo ha hecho con sus propios recursos, como el dice “con las uñas”. De hecho, en varias oportunidades los mismos organismos colombianos en Estados Unidos le han cerrado las puertas.
Sin embargo, no ha sido un impedimento para crecer, echarle ganas a su idea de negocio y sacarla adelante, porque como él dice “en el mundo de los negocios la perseverancia siempre será la clave del éxito”.